Nuevo libro ‘Zona Roja: Cuba y la batalla contra el ébola en África occidental’

Un ‘relato extraordinario de la solidaridad y el internacionalismo que son el corazón de la Revolución Cubana’

3 de febrero de 2020
Voluntarios médicos cubanos descargan suministros a su llegada a Freetown, Sierra Leona, octubre de 2014.
Voluntarios médicos cubanos descargan suministros a su llegada a Freetown, Sierra Leona, octubre de 2014.

A continuación publicamos el prefacio de   Zona Roja: Cuba y la batalla contra el ébola en África Occidental por Enrique Ubieta Gómez, recientemente publicado en inglés y español por Pathfinder Press. Copyright © 2019. Reproducido con autorización.

POR RÓGER CALERO
Y MARY-ALICE WATERS

Zona Roja: Cuba y la batalla contra el ébola en África Occidental no es un libro sobre médicos, epidemias o atención de salud, por muy fundamentales que sean estos temas en el extraordinario relato que usted está a punto de leer. Ante todo, el libro trata “sobre la solidaridad y el internacionalismo que son el corazón de la Revolución Cubana”, como dijo el autor Enrique Ubieta ante el público presente en el lanzamiento de la obra en La Habana en febrero de 2016.

En agosto y septiembre de 2014, la Organización Mundial de la Salud y los gobiernos de tres países de África Occidental —Liberia, Sierra Leona y Guinea— hicieron llamados internacionales de ayuda para combatir la mayor epidemia registrada hasta la fecha del mortal virus del ébola. A diferencia de la respuesta débil, interesada e insensible de potencias capitalistas como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, el gobierno revolucionario socialista de Cuba actuó con rapidez.

Apenas tres días después de una llamada de Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, al presidente cubano Raúl Castro, ya se habían ofrecido como voluntarios más de 12 mil profesionales médicos cubanos, muchos con la experiencia de haber respondido a anteriores epidemias y desastres: desde Haití y Centroamérica hasta Pakistán. De esos voluntarios, 256 médicos, enfermeros y técnicos de la salud fueron escogidos y entrenados para la misión.

Médicos en trajes protectores con pacientes al ser dados de alta de la unidad de Coyah, Guinea, enero de 2014. Hoy, unos 50 mil voluntarios de la salud cubanos sirven en más de 60 países, parte de la solidaridad revolucionaria con trabajadores por todo el mundo.
Brigada Médica Cubana en Guinea/página de FacebookMédicos en trajes protectores con pacientes al ser dados de alta de la unidad de Coyah, Guinea, enero de 2014. Hoy, unos 50 mil voluntarios de la salud cubanos sirven en más de 60 países, parte de la solidaridad revolucionaria con trabajadores por todo el mundo.

Ocho meses después, cuando el último miembro de la brigada médica cubana regresó a casa en mayo de 2015, la epidemia del ébola en África Occidental había sido prácticamente erradicada.

En su reportaje de primera mano sobre esta batalla, narrado principalmente a través de los propios participantes cubanos, Ubieta presenta un cuadro gráfico del desastre social que se desarrolló en estos tres países en 2014 y 2015, y de cómo fue derrotado el enemigo.

Los voluntarios recibieron una capacitación intensiva en el manejo del altamente letal virus del ébola en el mundialmente reconocido Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí en Cuba. Los primeros grupos de médicos salieron rumbo a las zonas de crisis en cuestión de semanas.

La pequeña nación isleña de Cuba proporcionó lo que más falta hacía, y lo que ningún otro país siquiera intentó aportar: centenares de médicos, enfermeros, técnicos y especialistas de salud pública en el terreno, atendiendo a miles de seres humanos desesperadamente enfermos y a sus familias y comunidades traumatizadas por la mortífera enfermedad.

Para el pueblo cubano y su dirección comunista esta respuesta no era nada nuevo. Era solo un ejemplo más de la trayectoria política iniciada con el triunfo en enero de 1959 de una revolución que llevó al poder un gobierno que representa al pueblo trabajador. Un gobierno de los humildes, por los humildes y para los humildes, como lo describen a menudo. Esa trayectoria —seguida en Cuba y en otros países— se basa en la solidaridad y no en la caridad. Desde Asia y África hasta América Latina y el Caribe, se han comprometido a compartir las adversidades y luchas de otros que buscan la soberanía nacional y la independencia.

Para dar solo un ejemplo, en los primeros años de la transformación revolucionaria de Cuba, el nuevo gobierno no solo envió armas sino médicos para ayudar al Frente de Liberación Nacional de Argelia, que estaba enfrascado en una guerra por la independencia contra Francia. Y en los barcos que regresaron a la isla, los cubanos trajeron a huérfanos de guerra y a combatientes heridos para recibir cuidado médico y educación.

El envío de médicos a Argelia a principios de los años 60 “era como un mendigo ofreciendo ayuda”, dijo el entonces ministro de salud pública José Ramón Machado Ventura unos 30 años después. “Pero sabíamos que el pueblo argelino la necesitaba incluso más que nosotros y que la merecía”. No hay mejor palabras para captar el internacionalismo de la Revolución Cubana.

Este historial sin igual explica por qué la presentación de la edición cubana de Zona Roja, en la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2016, fue uno de los momentos notables de ese evento anual. Entre los presentes en el salón colmado había una veintena de integrantes del contingente voluntario cubano que había librado esta lucha.

En el salón se sentía el ambiente de compañerismo entre los médicos y enfermeros que habían acudido al llamado de ayuda. Era palpable su sentido de orgullo colectivo de haber participado en esta batalla, y, entre los demás presentes, el respeto y admiración que sentíamos hacia estos voluntarios internacionalistas.

Hablaron los jefes de las brigadas médicas cubanas en Sierra Leona, Guinea y Liberia, junto con el autor así como Abel Prieto, ministro de cultura por muchos años y actual director de la Oficina del Programa Martiano en La Habana. Prieto rindió homenaje a la “abnegación, los principios y las convicciones” de los voluntarios cubanos. Los calificó como “portadores ejemplares de los más puros ideales de la Revolución Cubana”.

Ernesto Che Guevara, segundo de la izq., con voluntarios cubanos en Argelia, 1964, la primera misión médica internacionalista de Cuba, parte de ayuda a lucha por independencia de Argelia.
Ciencias SocialesErnesto Che Guevara, segundo de la izq., con voluntarios cubanos en Argelia, 1964, la primera misión médica internacionalista de Cuba, parte de ayuda a lucha por independencia de Argelia.

Él recordó a los presentes las palabras de Fidel Castro, dirigente histórico de la Revolución Cubana, al inicio de la misión del ébola en octubre de 2014: “El personal médico que marcha a cualquier punto para salvar vidas, aun a riesgo de perder la suya, es el mayor ejemplo de solidaridad que puede ofrecer el ser humano, sobre todo cuando no está movido por interés material alguno”.

La disciplina, el valor, el sentido del humor y gozo de estos voluntarios cubanos cobran vida en una página tras otra de este relato. La trayectoria política y los valores morales que encarnan sus acciones son una expresión de las relaciones sociales que solo una revolución auténticamente socialista puede producir. Dan constancia de las conquistas económicas, sociales y políticas que el pueblo trabajador de Cuba ha logrado desde que liberó a su país del dominio imperialista norteamericano y tomó el poder de manos de los capitalistas y hacendados nacionales y extranjeros.

Muchos se han preguntado, “¿Por qué ningún otro país del mundo respondió a la epidemia del ébola de la forma que lo hizo Cuba? ¿No pueden otros países emular el sistema médico y las misiones internacionalistas de Cuba?” La respuesta no es un secreto. El internacionalismo proletario de Cuba es producto de una revolución socialista. No puede ser injertado en otras naciones, ni puede ser reproducido por hombres y mujeres que no se han visto transformados por una lucha de clases revolucionaria de este tipo.

La primera edición de Zona Roja fue publicada por la Casa Editora Abril, editorial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba.

Estas nuevas ediciones de Pathfinder —Red Zone en inglés, Zona Roja en español— se suman al arsenal de libros y folletos que dicen la verdad sobre la Revolución Cubana a las nuevas generaciones de trabajadores, agricultores y jóvenes en Estados Unidos y todo el mundo. Estas obras ofrecen lecciones políticas que pueden ser estudiadas y ejemplos que pueden ser emulados por trabajadores y jóvenes en todas partes. Por quienes luchan por mejores condiciones de salud y seguridad y trato digno en el trabajo. En contra de las sangrientas e incesantes guerras del imperialismo y sus ataques a la soberanía nacional. Por el fin de la discriminación y brutalidades que enfrentan cotidianamente los africano-americanos, las mujeres, los inmigrantes y otras capas oprimidas. En contra de la esclavitud de deudas, las ejecuciones hipotecarias de fincas y la destrucción de nuestro ambiente natural por el capitalismo. Y en contra de todos los demás estragos causados por las relaciones de propiedad capitalistas.

La obra que los internacionalistas cubanos narran aquí nos ayuda a comprender lo que es una revolución socialista. La erradicación de la explotación no solo cambia las circunstancias en las que vivimos y trabajamos. Empieza a cambiar lo que según nos enseña el capitalismo es la “inmutable” naturaleza humana. El ejemplo de Cuba nos muestra las fuerzas sociales que pueden y podrán hacer posible que los trabajadores nos transformemos de manera fundamental a medida que transformamos las condiciones sociales.

Zona Roja también brinda una refutación convincente de las calumnias del gobierno norteamericano contra la cooperación médica internacionalista de Cuba.

Es precisamente porque el ejemplo de esta cooperación es tan poderoso y tan bien recibido por trabajadores en todas partes del mundo que Washington ha intensificado su propagación de la mentira de que los médicos, enfermeros y técnicos cubanos que se prestan como voluntarios para estas misiones son víctimas de “prácticas laborales explotadoras y coercitivas”, “tráfico humano” ¡y hasta “esclavitud moderna”! Ante todo, los gobernantes norteamericanos pretenden seducir a los médicos cubanos con el canto de sirena de los opulentos ingresos que, según le han enseñado a la mayoría de los médicos en Estados Unidos y otros países capitalistas, supuestamente deben recibir como remuneración “justa” por la hoja sellada de papel que cuelga en la pared de sus oficinas.

La campaña difamatoria de Washington es simplemente otro frente en la guerra económica que las administraciones tanto demócratas como republicanas han librado durante seis décadas para tratar de aislar y de estrangular económicamente al pueblo cubano. Estas medidas, intensificadas nuevamente desde el 2017, tienen el objetivo final de volver a poner el control de la tierra, la mano de obra, las fábricas y los recursos naturales cubanos en manos de capitalistas, de las cuales fueron arrebatadas por el pueblo trabajador en los primeros años de la revolución.

No hay una mejor réplica a los intentos del gobierno norteamericano de manchar el internacionalismo médico de la Revolución Cubana que la respuesta de miles de cubanos en 2014 a la solicitud de ayuda en la lucha contra el ébola. Una vez que la brigada ya estaba en el terreno, millones de cubanos siguieron con atención las noticias de lo que ocurría allí. A pesar de las inquietudes por el bienestar de los voluntarios y por el riesgo de que la enfermedad se introdujera a Cuba, el ejemplo que brindaron los voluntarios en África Occidental fue sumamente popular en la isla.

El sistema de atención primaria y tratamiento médico en Cuba, sin costo alguno para los individuos y sus familias, es una conquista de la revolución de la que el pueblo cubano se siente justificadamente orgulloso. No es una mercancía que se compra y vende para sacar ganancias. Su punto de partida es salvar vidas, el derecho de toda persona a la atención médica y la solidaridad humana elemental, tanto en Cuba como en el exterior.

Además de la victoria en la batalla contra el ébola, los lectores de Zona Roja aprenderán acerca de las brigadas médicas cubanas que ayudaron a combatir la mortal epidemia de cólera en Haití en 2010. Acerca de las misiones internacionalistas que han brindado asistencia médica y otro apoyo apremiante frente a desastres en países desde Centro y Sudamérica y el Caribe hasta Pakistán, las islas del Pacífico y otras regiones. Aprenderán que, cuando brotó la epidemia del ébola, ya había personal médico cubano trabajando en 32 países africanos. 

La conducta ejemplar de los voluntarios cubanos se ganó la admiración de otro personal médico con quien compartieron trincheras, tanto los trabajadores de la salud de los tres países de África Occidental como los de otros países. Ubieta también describe el proceso, a veces más sinuoso que otros, por el cual los voluntarios se ganaron la confianza de los pacientes y sus familiares, muchos de los cuales terminaban pidiendo que ellos o sus seres queridos fueran tratados por los médicos y enfermeros cubanos.

Los voluntarios cubanos mantuvieron los más rigurosos procedimientos sanitarios, especialmente en la “zona roja”, el área en cada centro de tratamiento con el mayor nivel de contaminación por ser donde se aislaba a los pacientes. Un solo cubano contrajo la enfermedad; se recuperó y dos meses después regresó a las primeras filas de la batalla.

A pesar de los “trajes espaciales” y otras medidas sanitarias necesarias, los cubanos trataron a los pacientes y sus familiares como seres humanos y no como un peligro biológico. Lucharon por la vida de cada paciente, aun cuando no era “económico” hacerlo, ya que la persona parecía tener pocas posibilidades de sobrevivir. Si un paciente iba a morir, lo haría con dignidad, insistían los médicos y enfermeros cubanos. Y sus familias sabrían que ellos hicieron todo lo posible para curarlos.

Los voluntarios mostraban interés en los pacientes. Les preguntaban sobre su trabajo y su familia. Llamaban a los pacientes por su nombre y no por el número de cama. En los centros de tratamiento, frecuentemente abarrotados, nunca le pedían a un paciente acostado en el piso que se pusiera de pie para ser examinado. Estas eran las actitudes sociales que los pacientes llegaron a reconocer entre los médicos y enfermeros cubanos, aun cuando estos estaban enfundados en sus herméticos trajes y máscaras de “astronauta”.

Los voluntarios cubanos en África Occidental formaban parte del Contingente Internacional Henry Reeve, creado en septiembre de 2005. Ese año el presidente Fidel Castro inició el contingente en respuesta al ciclón Katrina. Existía la esperanza de que se les permitiría brindar ayuda a los residentes de Nueva Orleans y las pantanosas zonas aledañas de Louisiana arrasadas por el ciclón. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos rechazó tajantemente la oferta cubana de enviar a 1 500 médicos. Abandonó brutalmente a su suerte a las masas trabajadoras de esa región, sabiendo perfectamente que había una terrible escasez de atención médica, alimentos y agua.

Este desprecio hacia la vida y el bienestar de los trabajadores por parte de las acaudaladas familias capitalistas de Estados Unidos —y del gobierno y los partidos políticos gemelos mediante los cuales ejercen su explotación y dominio de clase— se ha manifestado repetidas veces, antes y después de Katrina. En los últimos años hemos visto la catástrofe social tras el huracán María en Puerto Rico en 2017, la devastación en Florida y las Carolinas en 2019, y el sinnúmero de inundaciones, incendios forestales y otros desastres en Texas, California y todo Estados Unidos. Y en todo el mundo.

Si bien muchos de estos fenómenos son de origen natural, las catastróficas consecuencias sociales para decenas y cientos de millones de personas son producto del capitalismo.

Mientras se finalizaba la edición de este libro a finales de 2019, un nuevo brote del ébola en el Congo —superado solo por la epidemia de África Occidental— cumplía un año, y aún amenaza con propagarse. Una vez más, la respuesta de los mercaderes de ganancias —de sus gobiernos e instituciones “benéficas”— no ha ido mucho más allá de declaraciones de “una emergencia de salud pública de preocupación internacional”. Entretanto, los dueños capitalistas de las gigantescas empresas farmacéuticas norteamericanas y multinacionales compiten por cuotas de mercado para sus nuevas vacunas y tratamientos para el ébola.

El “ejército de batas blancas” de Cuba, según los llamó acertadamente Fidel Castro en 2014, actúa en marcado contraste con la “medicina” capitalista. Estos voluntarios, quienes prestan servicio en 64 países, en muchos casos trabajan y viven en las regiones rurales más remotas y los barrios obreros urbanos más empobrecidos. Son las zonas de las cuales los hospitales y conglomerados “de salud”, en busca de máximas ganancias, se mantienen lo más lejos posible. Al igual que la mayoría de los doctores que se gradúan de escuelas de medicina en el mundo capitalista, convencidos de que su diploma les da el derecho a jugosos salarios y a las mejores comodidades que sus privilegios de clase les pueden ofrecer.

La cooperación internacionalista cubana no solo se propone aportar personal médico a lugares donde actualmente no hay. El gobierno cubano también trata de contribuir, cuando es posible, a la creación de una infraestructura médica en estos países. Ayuda a establecer escuelas de medicina en algunos países; trae a estudiantes a Cuba para formarlos como médicos, sin cobrar o a un costo mínimo; ayuda en el desarrollo de redes de clínicas de atención primaria.

Por otra parte, el gobierno revolucionario de Cuba ha brindado ayuda médica a países con los que no tiene relaciones diplomáticas. Así ocurrió, por ejemplo, en 2005 cuando 2 400 médicos y enfermeros fueron a la región montañosa de Cachemira en Pakistán, tras el terremoto de 7.6 grados que mató a 80 mil personas. Los voluntarios cubanos pusieron 30 hospitales de campaña, que luego donaron al gobierno pakistaní. Otorgaron mil becas a estudiantes de las regiones afectadas para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba.

Al igual que otras misiones internacionales, la lucha contra el ébola fue un aprendizaje para el personal médico que participó. Sobre todo lo fue para los brigadistas más jóvenes. Ellos nunca han vivido o trabajado (como tampoco, con el paso del tiempo, lo han hecho sus padres o incluso sus abuelos) bajo las relaciones sociales de “sálvese quien pueda” engendradas por la explotación capitalista y magnificadas de manera aún más brutal por la opresión imperialista.

En Zona Roja, dijo Ubieta en el lanzamiento del libro en 2016, “escribo sobre las semillas que vamos sembrando en el exterior y en el interior de nosotros mismos. Porque cada vez que un médico cubano sale a una misión en el extranjero, vuelve a rehacerse como revolucionario”.

Hay quienes dicen “que los momentos épicos de la Revolución Cubana son algo del pasado”, señaló Ubieta, y “que los cubanos solo debemos ocuparnos de los asuntos personales y los trámites habituales de la cotidianidad, que son a veces angustiosos.

“Y de repente suena la corneta a degüello en alguna parte, como la solicitud de ayuda que recibimos. Y aparecen miles ofreciéndose para ir. Esas fuerzas vivas de la solidaridad existen en el pueblo cubano”.

7 de diciembre de 2019