Mi campaña como candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para presidente de Estados Unidos, junto con la de los otros candidatos del PST por todo el país, presenta una alternativa obrera a Biden, Trump, Kennedy y todos los candidatos capitalistas. Estamos empezando a ser conocidos como los socialistas que actúan contra el odio antijudío y en defensa del derecho de Israel a existir como refugio para los judíos que huyen de la persecución.
La explosión mundial de odio antijudío tras el pogromo cometido por Hamás el 7 de octubre en Israel muestra que la necesidad de un refugio hoy no es una cuestión abstracta. Israel fue fundado porque los gobernantes imperialistas en Londres y Washington cerraron sus fronteras a los que huían del ascenso de los nazis, así como durante y después de la Segunda Guerra Mundial y la matanza de 6 millones de judíos en el Holocausto.
Israel debe tener derecho a defenderse de no ser destruido, el objetivo declarado del régimen iraní y de todos sus partidarios: Hamás, Hezbolá y los hutíes.
Desde nuestra fundación como un partido en Estados Unidos que apoyó y busca emular la Revolución Rusa dirigida por los bolcheviques, el Partido Socialista de los Trabajadores ha estado en las primeras filas de la lucha contra el odio antijudío como parte esencial de la lucha para poner fin a toda la explotación y opresión.
A lo largo de nuestra historia hemos procurado avanzar por un camino que una a los trabajadores en una lucha contra nuestros opresores comunes. Nuestro punto de partida son los intereses de clase y la solidaridad de los trabajadores de cualquier nacionalidad o creencia religiosa, ya sea que se encuentren en el Medio Oriente (palestinos, judíos, árabes, kurdos y otros) o aquí y en otras partes del mundo.
En Estados Unidos y otros países imperialistas, las organizaciones de radicales de clase media que dicen ser socialistas rechazan explícitamente cualquier curso para promover la solidaridad de clase entre el pueblo trabajador. Celebran los asesinatos, violaciones y torturas de judíos y otras personas cometidos por Hamás el 7 de octubre. Aceptan el curso antijudío del gobierno iraní y de Hamás como una expresión de las aspiraciones nacionales del pueblo palestino.
Nada podría estar más lejos de la verdad. La guerra entre Israel y Hamás no tiene que ver con la lucha nacional palestina. Israel no está en guerra contra el pueblo palestino. Está combatiendo para eliminar a Hamás, cuyos líderes dicen abiertamente que su razón de ser es matar a judíos y destruir a Israel.
Existía un alto el fuego antes de que Hamás lo rompiera sangrientamente el 7 de octubre. Esa masacre demuestra una vez más que es una ilusión creer que es posible garantizar un refugio —incluso en Israel— contra el odio antijudío.
Los líderes de Hamás dicen que no tienen ninguna responsabilidad por el bienestar del pueblo palestino. Han respondido a las protestas de palestinos en Gaza con represión. Hablar contra Hamás pone en riesgo la vida. Entre los que se dicen ser líderes de los palestinos no hay nadie que reconozca el derecho de Israel a existir, o que proponga un camino para el avance de la clase trabajadora.
El pogromo cometido por Hamás el 7 de octubre confirma que una “solución de dos estados” no es posible hoy. Bajo el régimen de Hamás es imposible que se desarrolle un liderazgo digno del pueblo palestino. Para que se forje una dirección de la clase trabajadora entre los palestinos es necesaria la derrota de Hamás.
El gobierno capitalista de Israel está comprometido a derrotar a Hamás porque no hay otra manera de asegurar la supervivencia del pueblo judío. Ningún otro gobierno del mundo asume ese compromiso.
Por sus propios intereses de clase, Washington y otras potencias imperialistas “democráticas” están dando marcha atrás en la defensa de Israel, y pretendiendo estar preocupados por el desastre humanitario en Gaza están aumentando la presión para que Israel detenga la guerra. Esa crisis, producto del gobierno de Hamás, es muy real. Pero a las potencias imperialistas no les importan en absoluto los palestinos.
¿Dónde están los llamados de los gobiernos capitalistas y sus portavoces en Naciones Unidas a Hamás para que libere a los rehenes? ¿O exigir su rendición? ¿O a utilizar sus riquezas para alimentar, vestir, alojar y brindar atención médica al pueblo de Gaza, en lugar de armas para llevar a cabo su misión de eliminar a los judíos?
Vía para resolver la cuestión judía
Es una ilusión mortal que los judíos puedan ser lo suficientemente asimilados en Estados Unidos —o en cualquier otro lugar bajo el capitalismo— para evitar su persecución. Es también una ilusión de que se puede confiar que los gobiernos imperialistas, o los partidos Demócrata o Republicano, los van a defender. Pero para entender esto, tenemos que ver cuales son los intereses de clase que se benefician del uso de los judíos como chivos expiatorios en la época imperialista.
El funcionamiento despiadado del capitalismo arruina a capas de la clase media. Demagogos reaccionarios como Hitler culparon a los judíos por la crisis producida por el sistema de ganancias. Cuando la clase capitalista ve que su dominio se ve amenazado por las crecientes luchas de la clase trabajadora, respaldará a los matones fascistas para intentar aplastar nuestros sindicatos, asesinar a los trabajadores de vanguardia y aniquilar al pueblo judío. Esa es la lección de lo que ocurrió en Alemania en los años 30.
Los orígenes de Hamás se encuentran en las fuerzas ultra reaccionarias entre las clases dominantes de los países árabes que se aliaron con el partido nazi de Hitler en los años 30. Se basaron en el deseo común de llevar a cabo la “Solución Final”: la masacre de judíos en todo el mundo. Estas fuerzas incluían a Amin al-Husseini, el Gran Mufti de Jerusalén, y la Hermandad Musulmana en Egipto.
En la misma época surgieron en Estados Unidos corrientes fascistas incipientes, como el alcalde Frank Hague en Jersey City, Nueva Jersey, que desató a matones para aplastar a los sindicatos. En Minneapolis, los Teamsters, liderados por militantes de mi partido, lideraron a los sindicatos para organizar una guardia de defensa de los trabajadores y expulsaron a los fascistas de la ciudad.
El movimiento sindical debe hacer frente al odio a los judíos hoy. Es una cuestión central para los sindicatos de todo el mundo.
Los trabajadores y nuestros sindicatos deben organizarse y actuar contra todas las medidas para difamar, culpar y atacar a los judíos. La clase trabajadora es la única fuerza capaz de enfrentar y derrotar a las fuerzas reaccionarias que odian a los judíos en Estados Unidos y en todo el mundo. Es aquí en Estados Unidos —hogar de los gobernantes del último imperio del mundo— donde la batalla contra el odio a los judíos será decisiva.
A medida que la crisis económica capitalista mundial traiga destrucción y guerra para millones, la lucha sobre cual clase gobernará se convertirá en la cuestión central para los trabajadores de todo el mundo. La lucha contra el odio a los judíos tiene un lugar especial en esta lucha.