LA HABANA — La Feria Internacional del Libro de La Habana no es solo un evento para exhibir y promover la literatura y las artes. También es un lugar para conocer a trabajadores ordinarios que defienden las conquistas de su revolución socialista.
Un buen ejemplo de esto fue el stand de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales de Cuba. Trabajadores socialistas de Estados Unidos y Canadá aprendieron ahí sobre cómo los miembros de la ANCI, al igual que otros trabajadores cubanos, usan sus organizaciones de masas para responder a los desafíos económicos y sociales, que afectan especialmente a las personas con discapacidad. Sobre cómo recurren a la solidaridad de la clase trabajadora desarrollada a través de la revolución.
La ANCI está celebrando asambleas por toda Cuba para elegir delegados y votar sobre propuestas para la asamblea general de la asociación en noviembre. Están debatiendo sobre lo que pueden hacer para aliviar el impacto de la crisis capitalista mundial, agravada por la incesante guerra económica de 65 años de Washington para castigar al pueblo cubano por hacer una revolución socialista. Los dirigentes locales del Partido Comunista de Cuba, organizaciones de masas y el gobierno son invitados a estas asambleas.
“Después del triunfo de la revolución en 1959, muchos argumentaron que no era necesario formar asociaciones para personas con discapacidades, ya que el enfoque inclusivo de la revolución resolvería los problemas de todos”, dijo al Militante Karina González, vicepresidenta de la ANCI en la provincia de La Habana. “Pero la vida demostró que estas asociaciones son necesarias”.
La ANCI se fundó en 1975. Pero desde antes, las personas con discapacidades, con el apoyo de la dirección revolucionaria, participaron en las transformaciones sociales realizadas en los primeros años de la revolución. Derribaron prejuicios y otras barreras, incluso para crear empleos dignos para todos. En 1978 y 1980 se crearon con el mismo propósito la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (ACLIFIM) y Asociación Nacional de Sordos de Cuba (ANSOC).
“Esta es una asignatura inconclusa”, dijo González, refiriéndose a los esfuerzos para integrar a las personas con discapacidades a la fuerza laboral general. A fines de los años 80, dijo, por iniciativa del dirigente revolucionario Fidel Castro, y de propuestas hechas por miembros de ACLIFIM en su congreso, se crearon talleres para ayudar a las personas con discapacidades a aprender habilidades que les permitieran hacer una transición a los trabajos regulares.
“Pero ese objetivo no se logró”, dijo González. “Más bien, las personas permanecían en estos talleres hasta que se jubilaban”, realizando trabajos sin un verdadero vínculo a la producción.
“Necesitamos encontrar fuentes de empleo digno”, dijo González. “Actualmente no hay un solo ciego trabajando en la compañía telefónica, un trabajo en el que históricamente han trabajado personas no videntes”, añadió. “Tengo una licenciatura de farmacéutica y puedo asegurarles que una persona ciega puede meter blisters de medicamentos en una caja en una línea de producción. Lo que se necesita son ajustes razonables para adaptar las estaciones de trabajo y las normas de producción”.
La reactivación de estos talleres, que carecen de materiales y equipos por falta de fondos, fue planteada por un delegado en la asamblea municipal de la ANCI en Centro Habana el 21 de febrero, en la que participaron unas 20 personas.
Los delegados también abordaron los peligros que representan los basureros improvisados que se han multiplicado en muchas esquinas de La Habana, ante la falta de fondos para combustible y repuestos para los camiones recolectores. “Muchos de los problemas que enfrentamos no se deben solo a la crisis económica, sino a la indisciplina social”, dijo un delegado, describiendo los esfuerzos que hicieron en un vecindario para retirar un contenedor de basura que estaba bloqueando el paso en una esquina, solo para que ahora esté ocupada por bicicletas eléctricas.
Otros señalaron las condiciones inseguras creadas por la proliferación de pequeños negocios privados que colocan mesas y otros obstáculos físicos en las aceras. “Nadie está controlando esto, y los responsables de hacerlo a menudo empeoran las cosas”, dijo otro delegado. “La asamblea nacional de la ANCI debe pronunciarse sobre esto”.
Fortaleciendo la solidaridad
Una buena parte de la discusión fue dedicada a encontrar formas de fortalecer la solidaridad obrera y la conciencia social hacia las personas con discapacidad. “No es ningún secreto que en Cuba tenemos escasez de todo”, dijo Annelice Medero, de 32 años, quien nació ciega, se graduó como periodista y es miembro destacada de la ANCI en La Habana. “Tenemos que encontrar formas para que las personas que no pueden madrugar en la cola en la farmacia también obtengan medicamentos cuando estén disponibles. Sin eso, sus condiciones de salud se va a empeorar porque no están tomando sus medicamentos”.
Medero y otros abordaron la erosión de la práctica tradicional fomentada por la revolución de que las personas con discapacidades pueden pasar al frente de la fila en supermercados, bancos y otros establecimientos. Las personas a cargo son a veces la fuente de esta erosión quienes les dicen a las personas con discapacidad que tienen que hacer cola como todos los demás.
“¡Pero entonces tengo que asegurarme de que nadie se salte la cola delante de mí, porque no puedo ver!” dijo un miembro de la ANCI. “A veces te dicen: ‘Tu turno llegó hace mucho tiempo, pero otros fueron primero’”.
“Hay más presión”, pero estos problemas pueden abordarse. “El pueblo cubano es eminentemente solidario”, dijo Medero.
Los delegados de Centro Habana rechazaron por unanimidad una propuesta para establecer un límite de 60 años para ingresar como nuevo miembro a la ANCI. Algunos argumentaron que eso limitaría los esfuerzos por la inclusión de todos en la actividad social y política. Muchos mayores de 60 años son perfectamente capaces de estar en la ANCI y asumir responsabilidades de liderazgo, dijo un delegado. Vivir más es “parte de los logros de nuestra sociedad y podemos seguir contribuyendo”.
Los delegados también hablaron sobre los esfuerzos para reclutar estudiantes universitarios para trabajar con la ANCI como una forma para aumentar la conciencia social entre los jóvenes. En Cuba los estudiantes realizan tres años de servicio social después de graduarse. En otras asambleas, los asociados discutieron los desafíos en materia de vivienda y acceso al deporte y actividades recreativas.
El recrudecimiento del embargo económico, comercial y financiero de los gobernantes estadounidenses hace más difícil la participación y “las actividades son menos frecuentes por la falta de recursos”, dijo Eliannis Figueredo, portavoz de la ANCI en la provincia de Granma. “Por ello, pretendemos encontrar nuevas maneras de hacer” las cosas.
Apoyo del gobierno revolucionario
Durante la feria del libro de La Habana, el stand de Pathfinder fue visitado por Luis Estruch Rancaño, autor de Juan Almeida Bosque: Testimonios de un santiaguero 1970-2009. Durante esos años, Estruch trabajó estrechamente con Almeida, quien fue miembro de la dirección forjada por Fidel Castro desde el asalto al cuartel Moncada en 1953 que inició la lucha revolucionaria.
Después de la revolución, cuando Almeida fue asignado como dirigente del partido en la provincia de Santiago de Cuba, entró en contacto directo con los desafíos que enfrentaban las asociaciones de personas con discapacidades, dijo Estruch. Él “se convirtió en un defensor de sus demandas”.
“Almeida era albañil antes de la revolución”, dijo Estruch, cuando le pregunté sobre los talleres especiales de capacitación. “Era un hombre con un oficio, no un profesional universitario”. Entonces, cuando “vio que a las personas con discapacidad se les negaban estos oficios, Almeida empezó a ayudar con ese movimiento”.
Estruch era gobernador de Santiago en 1996 cuando la ANCI auspició una conferencia internacional de organizaciones para ciegos y débiles visuales. Durante el evento un terremoto sacudió a Santiago, provocando un apagón.
“¡Ay, mi madre! ¿Qué hago ahora?” se preguntó Estruch en medio del oscuro auditorio. “¡Esto no está en mis manuales de gobernador!”
“Entonces de pronto alguien gritó: ‘¡Formemos un trenecito! ¡Luis, tú sé la locomotora!’ Salimos con cada persona agarrada del hombro de la que estaba en frente y yo iba de locomotora”, dijo.
“A una persona vidente no se le ocurrió la idea del trenecito”, dijo Estruch. “Fue una persona ciega. Las asociaciones conocen la dimensión de los problemas que enfrentan sus miembros y juntos podemos encontrar soluciones”.