LA HABANA — Dos eventos en la reciente Feria Internacional del Libro de La Habana destacaron la vida de Juan Almeida Bosque, dirigente central de la Revolución Cubana durante más de cinco décadas. Las actividades mostraron la integridad revolucionaria, valentía, disciplina y abnegación —las cualidades políticas proletarias— de los hombres y las mujeres que, bajo el liderazgo de Fidel Castro, llevaron a cabo la revolución socialista en Cuba. Almeida, fallecido en 2009, fue uno de esos destacados dirigentes.
‘‘Yo conocí por primera vez a Fidel Castro en 1952,” dice Almeida en el documental “Conversando con el comandante Juan Almeida Bosque”, que se mostró aquí el 17 de febrero. Él explica que Fulgencio Batista acababa de realizar un golpe militar el 10 de marzo de 1952 y muchos jóvenes se dirigieron a la Universidad de La Habana al enterarse de que allí se estaba organizando la oposición al golpe.
Almeida conoció allí a Fidel Castro. Él dice que se sorprendió, pero también se interesó, al ver que Castro llevaba bajo el brazo un libro de V.I. Lenin, dirigente central de la Revolución Rusa de 1917 liderada por los bolcheviques.
“Yo no era comunista entonces,” dice Almeida a la cineasta Estela Bravo en el documental de 1996. Dice que sí estaba preocupado por las miserables condiciones de los trabajadores y campesinos en la Cuba capitalista, desde el desempleo hasta la discriminación racial contra trabajadores negros como él.
“Me hice comunista después del triunfo de la revolución” en 1959, dice Almeida. A través de las experiencias que adquirió como cuadro y luego como comandante del Ejército Rebelde, “abracé la causa del socialismo, del marxismo-leninismo, y ya me muero con él. He sido un soldado de esta revolución”.
La película se presentó en la Casa de África, un museo y centro cultural dedicado a la herencia africana cubana. Se fundó en 1986 a iniciativa de Almeida y del historiador de La Habana Eusebio Leal.
En el evento, presidido por Alberto Granado, director de Casa de África, Víctor Dreke y Heriberto Feraudy ofrecieron una viva imagen de Almeida. Dreke, hoy presidente de la Asociación de Amistad Cuba-África, fue combatiente del Ejército Rebelde durante la guerra revolucionaria. Fue el segundo al mando de Ernesto Che Guevara en la misión cubana de 1965 para respaldar a combatientes antiimperialistas en el Congo. Posteriormente dirigió a los voluntarios cubanos que combatieron junto a los independentistas en Guinea-Bissau.
Dreke trabajó estrechamente con Almeida cuando este fue presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. La asociación integra a varias generaciones de combatientes revolucionarios que explican a la juventud la historia revolucionaria de Cuba y por qué es importante conocerla.
Feraudy es un conocido escritor sobre la historia afrocubana y fue embajador de Cuba en varios países africanos.
Nacido en una familia obrera negra en La Habana, Almeida trabajó como albañil desde los 11 años. Cuando Fidel Castro lo reclutó al movimiento revolucionario, la célula clandestina a la que se incorporó estaba integraba por varios obreros de la construcción como él. A partir de entonces, Almeida fue protagonista de todos los momentos decisivos de la Revolución Cubana.
Almeida se ganó el respeto del pueblo cubano por sus muchos logros, dijo Feraudy, no solo como dirigente político, incluyendo como luchador contra los prejuicios racistas, sino como autor de libros sobre la lucha revolucionaria y compositor de canciones populares. “Pero ante todo, Almeida fue un revolucionario disciplinado, un comunista”.
Este fue también el tema de una presentación, celebrada el 24 de febrero, del libro Juan Almeida Bosque: Testimonios de un santiaguero 1970-2009 de Luis Estruch.
Almeida fue partícipe en el asalto al cuartel Moncada de la dictadura en Santiago el 26 de julio de 1953, dijo Estruch. Aunque esa acción fracasó, dio inicio a la lucha revolucionaria que abrió la puerta a la primera revolución socialista en América.
Durante el juicio contra los rebeldes del Moncada orquestado por el régimen de Batista, el fiscal le preguntó a Almeida: “¿Pero seguramente hubiera querido que triunfara esa revolución para que usted pudiera dar órdenes?
No, “Yo quiero que triunfe la revolución para que sea el pueblo el que dé las órdenes,” respondió Almeida. “Porque hasta ahora, otras personas han dado las órdenes y las cosas no han marchado bien”.
Almeida, Castro y otros rebeldes fueron condenados y encarcelados hasta 1955, cuando fueron liberados gracias a una campaña masiva a favor de la amnistía.
En una de las primeras batallas del Ejército Rebelde, en diciembre de 1956, las tropas de Batista superaban en número a los revolucionarios y les gritaron que se rindieran.
“¡Aquí no se rinde nadie, carajo!” exclamó Almeida en respuesta. Este llegó a ser un grito de batalla del Ejército Rebelde.
En febrero de 1958 Almeida fue ascendido a comandante y Fidel Castro lo nombró jefe del nuevo Tercer Frente Oriental en la Sierra Maestra. Después del triunfo revolucionario, Almeida fue jefe de la fuerza aérea, viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y vicepresidente del Consejo de Estado. También fue miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.
Fidel: ‘Un privilegio conocerlo’
En un homenaje a Almeida el 13 de septiembre de 2009 después de su muerte, Fidel Castro escribió: “Tuve el privilegio de conocerlo: joven negro, obrero, combativo, que sucesivamente fue jefe de su célula revolucionaria, combatiente del Moncada, compañero de prisión, capitán de pelotón durante el desembarco del Granma, oficial del Ejército Rebelde —paralizado en su avance por un disparo en el pecho durante el violento combate de El Uvero—, comandante de columna que marchó para crear el Tercer Frente Oriental y compañero que comparte la dirección de nuestras fuerzas en las últimas batallas victoriosas que derrocaron a la tiranía.
“Fui testigo privilegiado de su conducta ejemplar durante más de medio siglo de resistencia heroica y victoriosa, en la lucha contra los bandidos; el contragolpe de Girón; la Crisis de Octubre [de 1962], las misiones internacionalistas y la resistencia al bloqueo imperialista”, dijo Castro.
En el evento de Casa de África, la mayoría de los asistentes eran combatientes revolucionarios. Durante la discusión, un joven que estaba de visita desde Estados Unidos preguntó: “¿Qué significa ser revolucionario de por vida, como lo fue Almeida?”
Muchas manos se levantaron. Un combatiente tras otro dio una respuesta basada en su propia experiencia.
Edgar Cordero, quien se crió en una familia campesina en la Cuba capitalista, explicó cómo, siendo bebé, su padre una vez tuvo que buscar dinero para comprar medicinas que le salvaron la vida. Después de la revolución Cordero aprendió a leer y escribir durante la campaña de alfabetización de 1961. Posteriormente se integró a la misión voluntaria cubana en el Congo, respondiendo a un llamado del gobierno revolucionario.
“En el momento en el que me llamaron para ir a combatir en África”, dijo Cordero, “mi hija estaba internada en cuidados intensivos. Me dieron la opción de quedarme con ella en el hospital, pero decidí salir para la misión. Yo me dije: ‘Hicimos una revolución y sé que van a cuidar a mi hija’. La revolución me necesita ahora en África”.
Cada uno de los combatientes expresó algo parecido: cómo, al participar en la revolución, se hicieron hombres y mujeres diferentes.