Bajo la presión de Washington y de otras potencias capitalistas, el 25 de abril se instaló en Haití un consejo presidencial de transición en anticipación de la llegada de una fuerza militar extranjera encabezada por Kenia. Está encargado de aplacar la desenfrenada violencia de las pandillas y formar un gobierno en medio de una grave crisis social, económica y política.
Según un plan elaborado por el secretario de estado norteamericano Antony Blinken y respaldado por miembros de la Comunidad del Caribe (CARICOM), el gobierno de transición tiene la responsabilidad de seleccionar un presidente, un primer ministro, un gabinete y un consejo electoral para celebrar elecciones para febrero de 2026.
Haití ha estado sumido en una prolongada crisis política marcada por agudas disputas entre distintas facciones de los círculos gobernantes que ha desmantelado toda semblanza de un gobierno democrático burgués estable. La débil clase dominante en Haití no tiene solución a las crisis sociales alimentadas por la crisis económica capitalista mundial.
El primer ministro, Ariel Henry, dimitió su cargo días antes del anuncio del consejo.
Henry había enfrentado llamados a renunciar por parte de los partidos capitalistas rivales, las pandillas que compiten por el poder y trabajadores indignados de que no se han celebrado elecciones generales en ocho años. Durante su mandato, las pandillas crecieron hasta tomar el control del 80% de Puerto Príncipe, la capital. Más de 5,000 personas han muerto y cientos de miles han sido desplazados de sus hogares en el último año debido a la violencia.
La última espiral de violencia de las pandillas estalló tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, lo que dejó a las diferentes facciones de la clase dominante disputándose el control del gobierno. El Grupo Central (CORE Group) liderado por la ONU y compuesto por los embajadores de Brasil, Canadá, la Unión Europea, Francia, Alemania, España, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos, instaló a Henry.
La mayoría de los haitianos tienen muy poca confianza en el nuevo organismo de transición. “¡Ladrones y pandilleros! ¡Eso es todo lo que son!” gritó un hombre cuando pasaba por el edificio donde tuvo lugar la ceremonia de juramento del consejo, informó NBC News.
Haití es uno de los países más pobres del mundo. El cólera reapareció en octubre de 2022 después de tres años sin nuevos casos y se extendió por todo el país. Menos de la mitad de los centros de atención médica de Puerto Príncipe funcionan a su capacidad normal.
Esta será la cuarta intervención militar extranjera en Haití desde 1994. La administración Biden negoció el establecimiento de la fuerza encabezada por Kenia con el apoyo de Naciones Unidas. Además de mil agentes de la policía de Kenia, los gobiernos de Bahamas, Bangladesh, Barbados, Belice, Benín, Chad y Jamaica han prometido enviar policías y soldados. Las Fuerzas Armadas Canadienses recientemente completaron el entrenamiento de algunos de estos efectivos.
A principios de mayo, aviones militares estadounidenses comenzaron a transportar contratistas para asegurar el aeropuerto de Puerto Príncipe y enviar suministros para construir una base de operaciones para las tropas.
Colusión de pandillas y gobernantes
Mientras tanto, los líderes de las pandillas están intensificando la violencia para tener influencia para lograr una amnistía por sus crímenes y un asiento en la mesa cuando el nuevo gobierno se reparta el botín. Existe una larga historia de complicidad entre los partidos políticos y las pandillas en Haití, incluido el uso de pandillas paramilitares por parte de círculos gobernantes contra sus rivales y para reprimir las luchas de los trabajadores en la ciudad y el campo.
Durante el gobierno de Francois y Jean-Claude Duvalier de 1957 a 1986, el régimen utilizó a los tristemente célebres Tonton Macoutes (una fuerza paramilitar y policial secreta) para deshacerse de sus enemigos y aterrorizar al pueblo trabajador. Washington apuntaló a la dictadura de Duvalier.
La represión de los sindicatos por parte del gobierno y matones armados ha alentado a empresas estadounidenses y de otros países a establecer fábricas en Haití, especialmente en las industrias textil y del vestido, donde se salen con la suya pagando a los trabajadores menos de 5 dólares al día.
La pobreza y la inseguridad, magnificadas por los desastres sociales después de huracanes y de un masivo terremoto, han obligado a cientos de miles de haitianos a emigrar en las últimas décadas a la vecina República Dominicana, a Estados Unidos y Canadá.
Trabajadores, única fuerza progresista
El subdesarrollo y la crisis social de Haití sólo pueden ser resueltos por el pueblo trabajador del país, no por una intervención militar extranjera orquestada por las potencias imperialistas “democráticas”.
La resistencia de la clase trabajadora contra las condiciones intolerables bajo Duvalier explotó en 1984. Durante los dos años siguientes, decenas de miles se movilizaron en las calles, en huelgas y en protestas estudiantiles por todo el país, desafiando la represión.
Plantearon demandas contra las políticas económicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional. Exigieron la reapertura de fábricas que habían sido cerradas, un salario mínimo más alto y el desarme de las bandas paramilitares.
Su lucha depuso el régimen de Duvalier, una de las dictaduras más brutales de América Latina, y aumentó la confianza del pueblo trabajador de tal manera que muchos aún lo recuerdan hoy.
El líder de una de las pandillas y ex policía, Jimmy Cherizier, se opone al gobierno interino y demagógicamente dice que luchará contra los oligarcas corruptos y los políticos tradicionales.
“La gente a veces habla de la distribución de alimentos que ha hecho su pandilla para mejorar su imagen”, dijo al Militante en Miami Ausler Bathard, miembro del sindicato UNITE HERE nacido en Haití, “pero olvidan que obtuvo esa comida mediante robo y extorsión. No hay nada bueno en él.
“Haití es un país con muchos recursos, pero las empresas y el gobierno no los manejan para el pueblo, sólo para ellos mismos”, afirmó Bathard.
Steve Warshell en Miami contribuyó a este artículo.