NUEVA YORK — El 2 de abril renunció el presidente de Argelia Abdelaziz Bouteflika, después de varias semanas de masivas protestas. Decenas de miles de personas han continuado protestando contra el presidente interino y otras figuras asociadas con el régimen.
Estos sucesos y su trasfondo fueron tema de un evento del Militant Labor Forum celebrado aquí el 13 de abril. El orador fue Martín Koppel, miembro del Partido Socialista de los Trabajadores en Nueva York.
Koppel describió la intensidad de la lucha popular en Argelia, encabezada por el Frente de Liberación Nacional (FLN), que derrotó al dominio colonial francés en 1962. En Argelia, a diferencia de otras luchas por independencia en la región, la profundización de la revolución llevó al establecimiento de un gobierno de trabajadores y agricultores, “un gobierno independiente de la clase capitalista”, dijo.
Desde el principio, el Partido Socialista de los Trabajadores y sus organizaciones hermanas a nivel internacional hicieron suya la revolución argelina, dijo Koppel. Promovieron la solidaridad obrera internacional a través del Militante y otras publicaciones como World Outlook, editada por el dirigente del PST Joseph Hansen. El gobierno de trabajadores y agricultores de Argelia, así como su derrocamiento en 1965, ofrece lecciones importantes para el pueblo trabajador en todas partes.
El gobierno revolucionario, cuyo dirigente central fue Ahmed Ben Bella, movilizó a cientos de miles de trabajadores y comenzó a infringir en los privilegios de los capitalistas y terratenientes, tanto extranjeros como nacionales, dijo Koppel.
Los campesinos se movilizaron para apoyar una profunda reforma agraria que nacionalizó las propiedades capitalistas más productivas. También fueron nacionalizados varios cientos de empresas, aunque no la industria petrolera, los bancos u otros sectores clave de la economía.
La dirección de Ben Bella colaboró con Ernesto Che Guevara y otros dirigentes revolucionarios cubanos para apoyar las luchas antiimperialistas en África y en otros lugares.
Pero la dirección revolucionaria comenzó a vacilar y hacer concesiones innecesarias a las fuerzas pro capitalistas. El postergamiento de una segunda etapa más profunda de la reforma agraria, desalentó y desmovilizó a los campesinos.
“El principal reto en la revolución argelina fue la falta de un partido obrero con un liderazgo comunista”, dijo Koppel. Ese liderazgo era necesario para que los trabajadores y campesinos en Argelia hicieran frente a la oposición de los capitalistas y terratenientes, para derrocar las relaciones de propiedad capitalistas y establecer un estado obrero. Esa fue la lección de las exitosas revoluciones socialistas en Rusia en 1917 y Cuba en 1959.
“Una cosa que debilitó políticamente a la revolución”, señaló, “fue la ley de 1963 que efectivamente excluyó a los no musulmanes de la ciudadanía argelina”, incluyendo a 1.4 millones de franceses nacidos en Argelia, los conocidos como Pieds-Noirs, así como a 130 mil judíos argelinos.
Aunque la mayoría de estas capas se habían opuesto a la lucha por la independencia, la dirección del FLN “perdió la oportunidad de convencer a la mayor cantidad de ellos posible” para contribuir a la construcción de una nueva Argelia. Esto no fue una cuestión menor dado que, después de un siglo de subdesarrollo colonial, Argelia enfrentaba una escasez de personal técnico calificado.
La exclusión de los no musulmanes fue un obstáculo para el desarrollo de la conciencia de clase y la prohibición de la ciudadanía para los judíos reforzó el prejuicio antisemita.
Koppel observó que las restricciones a la ciudadanía argelina eran incluso más drásticas que las que fueron implementadas en Israel después de su establecimiento en 1948. Allí, dijo, se concedió la ciudadanía a todos los judíos basada en la descendencia y a una minoría substancial de árabes basada en la residencia, a lo cual se opuso fuertemente una facción sionista de derecha del liderazgo israelí que creía que estaban “regalando la granja” al permitir la ciudadanía a árabes.
Koppel dijo que en 1963 el dirigente revolucionario cubano Fidel Castro tenía programado visitar Argelia. Pero que canceló su visita después de que el gobierno cubano, el cual mantenía relaciones diplomáticas con Israel, declaró tres días de luto tras la muerte del presidente israelí, Itzhak Ben Zvi, por lo cual Ben Bella declaró públicamente que “cualquiera que respete de tal manera a un israelí muerto no tiene derecho de venir a tierra árabe”.
En junio de 1965 el gobierno de trabajadores y agricultores fue derrocado en un golpe de estado encabezado por el coronel Houari Boumediene, con el respaldo del entonces ministro de relaciones exteriores Bouteflika.
Dirección comunista necesaria hoy
Koppel señaló las actuales protestas masivas en la región, desde Sudán hasta Mali, en respuesta a las condiciones generadas por la crisis económica capitalista mundial. Ante esta crisis, “todos estos regímenes han agotado históricamente su capacidad de proporcionar un mínimo de progreso”, dijo.
Esto se explica en un artículo en el número 6 de la revista marxista Nueva Internacional, dijo Koppel. Señala el “agotamiento de las dirigencias nacionalistas burguesas que, en el transcurso de unos 80 años, llegaron al poder sobre los hombros de luchas antiimperialistas en las que participaron cientos de millones de trabajadores, campesinos y jóvenes en Asia, África, y América”.
“Eso es lo que vimos en la Primavera Árabe” en 2011, dijo Koppel, donde hubo rebeliones “contra regímenes que afirmaban representar los intereses de la mayoría contra el imperialismo, pero que eran responsables de condiciones cada vez más intolerables.
“Las convulsiones y la guerra continuarán, incluso en países donde las fuerzas yihadistas han llenado el vacío que existe” hasta que se pueda forjar un liderazgo proletario a través de las luchas y experiencias del pueblo trabajador, dijo.
Malcolm X y el PST
Koppel también se enfocó en el impacto que la revolución argelina tuvo en el pueblo trabajador y la juventud de todo el mundo, incluidos los que se unieron al Partido Socialista de los Trabajadores en esa época. Tuvo un impacto particular en el dirigente revolucionario Malcolm X, quien frecuentemente se refería a las revoluciones argelina y cubana como ejemplos de lo que debía hacerse aquí.
Malcolm explicó en una entrevista al Young Socialist en 1965 realizada por Jack Barnes, actual secretario nacional del PST, cómo su pensamiento evolucionó tras sus conversaciones con dirigentes revolucionarios en África . La entrevista fue reimprimida en el libro Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero.
Malcolm describió su discusión en 1964 con el embajador argelino en Ghana, “un revolucionario en el verdadero sentido de la palabra”. Cuando hablaron sobre el nacionalismo negro, dijo Malcolm, el revolucionario argelino respondió, “¿Pues, eso dónde lo situaba a él? Porque él era blanco. … Me demostró que yo estaba alienando a personas que eran verdaderos revolucionarios dedicados a derrocar, por cualquier modo necesario, el sistema de explotación”. Así es que Malcolm le dijo a Barnes, “Eso me dio mucho que pensar y reevaluar sobre mi definición del nacionalismo negro”.
La revolución argelina y otras experiencias similares llevaron a Malcolm a ampliar y profundizar su visión revolucionaria internacionalista. Lo llevaron a una mayor colaboración política y convergencia con el Partido Socialista de los Trabajadores, explicó Koppel.
En Malcolm X, Barnes explica en ese libro, podemos ver el hecho de que “en la época imperialista, el liderazgo revolucionario de la más alta capacidad política, valentía e integridad converge con el comunismo, no solo se encamina hacia el movimiento comunista.
“Esa verdad tiene un peso aún mayor en la actualidad, en tanto la violenta expansión del capitalismo mundial arroja a miles de millones por el mundo, en las ciudades y el campo, desde China hasta Nigeria y Brasil, a la lucha de clases moderna”.