Miles de trabajadores y jóvenes han participado en protestas contra el derribamiento de un avión de pasajeros ucraniano el 8 de enero por la Guardia Revolucionaria iraní, que mató a los 176 pasajeros, y que el gobierno trató de encubrir y luego tuvo que confesar la verdad.
La profundidad de los sentimientos antigubernamentales ha obligado al reaccionario régimen clerical a refrenarse del tipo de represión brutal que usó para sofocar las protestas en noviembre pasado. Esas acciones también estaban dirigidas contra las intervenciones militares de los gobernantes capitalistas iraníes en el extranjero y el precio que los trabajadores han pagado por ellas. Hasta ahora la policía solo ha arrestado a unas 30 personas involucradas en estas manifestaciones.
Los gobernantes iraníes temen que la nueva ronda de protestas continúe y crezca. Manifestaciones similares están ocurriendo en Iraq y en Líbano, para exigir la caída de sus gobiernos y condenar la interferencia de Teherán. Estas acciones merecen el apoyo de los trabajadores por todo el mundo.
Las protestas contra el encubrimiento del derribamiento se extendieron a una decena de ciudades y pueblos durante cuatro días hasta el 14 de enero. Cuando la madre de uno de los muertos en el avión fue a recoger el cuerpo de su hijo, ella insistió en que la bandera nacional iraní fuera retirada del ataúd, indignada por las mentiras del gobierno.
Los manifestantes han participado deliberadamente sin cubrirse sus rostros, dispuestos a pronunciarse abiertamente. Destacados artistas, atletas y varios políticos de la oposición en el parlamento han condenado el engaño de los funcionarios, diciendo que le quitó al gobierno toda posición moral.
Los alumnos de la Universidad Amir Kabir en Teherán, donde empezaron las protestas, emitieron una declaración el 19 de enero condenando “el régimen gobernante” cuya “única respuesta a cada crisis es la represión”.
El líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, está tratando de apuntalar al régimen haciendo llamados a la “unidad nacional”, elogiando a la Guardia Revolucionaria y alegando que la Fuerza Quds, que encabeza las intervenciones militares iraníes en el extranjero, era simplemente “una organización humanitaria”.
Los gobernantes iraníes han reclutado y organizado milicias para combatir junto a la Fuerza Quds en Iraq, Siria, Líbano, Yemen y otros lugares. Estas unidades cambiaron el rumbo de la guerra civil de Siria a favor del régimen dictatorial de Bashar al-Assad; asestaron golpes a la lucha de los kurdos iraquíes por sus derechos nacionales; y ahora están desatando ataques asesinos contra las protestas antigubernamentales en el sur de Iraq donde predominan los chiítas.
Bajo la bandera de defender el Islam chiíta, las intervenciones militares iraníes tienen como fin expandir el dominio de Teherán y asestar golpes a las potencias capitalistas rivales en la región. Es una extensión en el extranjero de la contrarrevolución que llevaron a cabo en Irán en la década de 1980 con el objetivo de hacer retroceder los logros hechos por los trabajadores durante la revolución iraní de 1979. Pero los gobernantes iraníes nunca pudieron aplastar a la clase trabajadora.
Ese levantamiento popular no fue una yihad religiosa, como lo representan tanto los gobernantes norteamericanos como los gobernantes clericales de Irán, sino una lucha de millones de personas que lucharon tenazmente para derrocar al shah respaldado por Washington y establecieron consejos de trabajadores en las fábricas y en el campo mientras luchaban para hacer avanzar sus intereses políticos y sociales.
Teherán ha trabajado incesantemente para expandir su influencia sobre el gobierno en Iraq —el único país predominantemente árabe con una mayoría chiíta— organizando a decenas de miles en milicias lideradas por Irán en todo el país.
Desde octubre, cientos de miles de trabajadores han salido a las calles para exigir el fin de la intervención de Teherán, elecciones directas, empleos y medidas para poner fin a la escasez de agua y electricidad.
Las fuerzas de seguridad y miembros de la milicia mataron a cinco manifestantes en tres ciudades el 20 de enero, luego de que el parlamento rechazara la adopción de una nueva ley electoral.