El envío de agentes federales a Portland, Oregón, para hacer frente a las protestas contra la brutalidad policial que han sido marcadas por la violencia de antifa y grupos similares, ha provocado un intenso debate. Muchos trabajadores están indignados al ver a agentes federales con equipo antidisturbios desplegados en las calles disparando gases lacrimógenos, balas de goma y bolas de pimienta.
La administración de Donald Trump está aprovechando los violentos ataques de antifa y otros radicales de clase media para justificar el despliegue de fuerzas como necesario para restaurar la “ley y el orden” y proteger los edificios federales. Al frente de los policías federales están la Unidad Táctica de la Patrulla Fronteriza —que es un equipo SWAT del Departamento de Seguridad Nacional cuyo entrenamiento y uniforme se asemejan a los de las fuerzas especiales— y agentes de Inmigración y Aduanas y del Servicio de Protección Federal.
Los trabajadores rechazan la destrucción de los edificios gubernamentales, el saqueo y otros actos violentos, ya sea si son justificados como protestas políticas o sean actos de pandilleros. Estos no son manifestaciones de la frustración, sino actos conscientes de destrucción, que proveen al gobierno con pretextos para desatar aún más brutalidad policial.
A los trabajadores tampoco les gusta el desplazamiento de policías federales, especialmente los entrenados para el combate militar, que aprovechan la violencia para socavar el derecho a protestar. La ira por el uso de la policía federal hizo crecer las manifestaciones en Portland, Seattle y otros lugares.
Portland: viejo centro de antifa
En muchas ciudades, los manifestantes que estaban exigiendo cargos contra los policías que mataron a George Floyd en Minneapolis se organizaron para detener rápidamente el saqueo y el vandalismo. Los manifestantes formaron filas para proteger tiendas de los pandilleros o de elementos de antifa que buscaban provocar violencia y caos. Pero en Portland y en Seattle, especialmente, que por muchos años ha sido base de grupos alineados con antifa, las protestas siguen siendo ensombrecidas por los incendios, el rompimiento de ventanas de edificios públicos y otros actos de violencia. Entre los negocios incendiados se encuentran algunos cuyos dueños son negros.
Si uno ve fotos de las protestas de Portland, es fácil distinguir a estas fuerzas, blandiendo escudos, palos, cócteles molotov y otras armas, a menudo vestidos de negro.
Las fuerzas de antifa y de anarco-radicales se oponen a un curso obrero para ampliar el movimiento, que podría atraer a millones de personas a la acción política independiente contra la violencia policial.
Políticos liberales y “expertos” de los medios de comunicación se han esmerado para justificar la violencia de antifa y el saqueo pandillero. “Destruir propiedad, la cual puede ser remplazada, no es violencia”, dijo Nikole Hannah-Jones, redactora del New York Times en CBS News en junio, restando importancia a las vidas de los pequeños propietarios y trabajadores a quienes les destruyen su sustento. El Times y otros medios liberales insisten en amalgamar a todos los que están protestando en las calles de Portland, calificándolos simplemente de “manifestantes”.
El alcalde de Portland, Ted Wheeler, se unió a una protesta el 23 de julio para tratar de enfocar la atención al despliegue de agentes federales por parte de Trump como el principal problema. Cuando se quejó de haber sido rociado con gases lacrimógenos, fue abucheado por los manifestantes, quienes señalaron que él había enviado a policías locales a lanzar gases lacrimógenos contra los manifestantes mucho antes de que aparecieran los federales.
En muchas ciudades como Portland, las protestas no tienen un enfoque centralizador concreto, como las demandas para que se presenten cargos contra los policías que mataron a Breonna Taylor en Louisville, Kentucky, o a Elijah McClain en Aurora, Colorado. Antifa y los liberales se aprovechan de este vacío para decir que el despliegue de tropas federales demuestra que vivimos bajo el fascismo o en un estado policial. Pero esto es palpablemente falso. Si esto fuera cierto, no estaría leyendo este periódico, ni mucho menos podría asistir a las protestas.
Un informe anónimo publicado en el sitio web “It’s Going Down” glorifica las batallas con la policía. El sitio dice que es “un centro comunitario digital para movimientos anarquistas, antifascistas, autónomos anticapitalistas y anticoloniales en la llamada Norteamérica”. Dicen que son anarquistas “sin lealtad a la política de representación”.
Glorificación de la violencia
“Todos hemos estado furiosos durante semanas”, dice un post anónimo de Portland. “Insomne y atónitos. Adictos al gas lacrimógeno. No se puede dormir a menos que nuestra piel esté ardiendo”.
El escritor describe arrancar tablas de madera de las ventanas “para encender un fuego masivo sin respuesta policial”. Resumiendo la conducta de los grupos de antifa, el escritor agrega, “Se acerca la violencia: divirtámonos mientras esperamos”.
Esto no tiene nada que ver con combatir el racismo, poner fin a la brutalidad policial u organizar al pueblo trabajador para luchar hombro a hombro contra los intentos de la clase capitalista de hacernos pagar por la crisis de su sistema. De hecho, esta glorificación de la violencia por el bien de la violencia entre quienes afirman ser parte de la “izquierda” es un peligro mortal para la clase trabajadora.
Afortunadamente, los trabajadores no tienen que elegir entre la administración Trump y su despliegue de fuerzas federales o las bandas de antifa y sus apologistas liberales.
El Partido Socialista de los Trabajadores hace campaña para que el pueblo trabajador forme su propio partido, un partido obrero que pueda ayudar a movilizar a millones para llevar al poder un gobierno de trabajadores y agricultores. Esto abriría el camino para remplazar el despiadado sistema capitalista, sus policías y su sistema criminal de “justicia” de una vez por todas.