NUEVA YORK—Políticos liberales y comentaristas en los medios de comunicación, desde los directores del New York Times hasta el ex magistrado de la Corte Suprema John Paul Stevens, están utilizando la masacre en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, y su presunta preocupación por los jóvenes de esa escuela, para atacar la Segunda Enmienda de la Constitución y los derechos de los trabajadores.
Cientos de miles de personas salieron a la calle de costa a costa el 24 de marzo en lo que llamaron La Marcha por Nuestras Vidas. Las marchas, las cuales contaron con la debida financiación, fueron promovidas por políticos del Partido Demócrata y celebridades liberales, con un volumen sin precedente de publicidad gratuita concedida por los dueños de los medios. Algunos ven este tema como algo que pueden utilizar para derrotar a los candidatos republicanos en las próximas elecciones y atacar así al presidente Donald Trump. Otros ven a la clase trabajadora como “deplorables” peligrosos que deben ser desarmados y frenados.
Los organizadores de la marcha exigían la prohibición de las armas semiautomáticas, aumentar la edad límite para comprar armas, verificaciones de antecedentes más estrictos para la compra de armas y otras regulaciones a la posesión de armas.
El ex magistrado Stevens dice que la Segunda Enmienda es una reliquia obsoleta que debe ser revocada. Esto, dice, “eliminaría la única norma legal que protege a los vendedores de armas de fuego en Estados Unidos”.
Algunas fuerzas derechistas respondieron a las protestas. Estos oponentes mortales de la clase obrera también anticipan un creciente combate de clase y quieren proteger sus armas.
El debate tiene lugar al momento en que trabajadores están participando en huelgas y protestas en Virginia del Oeste, Oklahoma, Arizona, Kentucky y otros lugares, atrayendo atención y solidaridad de trabajadores de todas partes, y empiezan a delinear el camino que debe seguir el movimiento obrero.
Menos derechos, más policías
En la víspera de la marcha, funcionarios del distrito escolar del condado de Broward en Florida, anunciaron que a partir de abril los estudiantes de Parkland solo podrán usar mochilas transparentes y deberán portar su tarjeta de identificación en todo momento. Además pretenden instalar detectores de metal, y a partir de ahora apostarán al menos un policía armado en cada escuela.
Al mismo tiempo que se están tomando medidas similares en todo el país, incluyendo aumentar el número de policías en las escuelas y en las calles, están exigiendo más restricciones al derecho a portar armas.
“Eso es una invasión de la privacidad”, dijo en la marcha el estudiante de secundaria de Nueva York Félix Rodríguez al Militante cuando escuchó sobre las mochilas transparentes.
Algunos participantes de la marcha portaban carteles que decían: “Que se revoque la Segunda Enmienda”. La enmienda dice: “No se debe infringir el derecho del pueblo a tener y portar armas”.
La enmienda fue promulgada como resultado de la presión popular ejercida durante la lucha por la Carta de Derechos: medidas para defender a los trabajadores y agricultores de la interferencia del recién creado gobierno en Estados Unidos. La Carta de Derechos provee protecciones contra ataques del gobierno a la libertad de expresión, el libre ejercicio de la religión, el derecho a protestar, contra los registros e incautaciones injustificadas, a no ser obligado a rendir testimonio contra uno mismo, por el derecho a un juicio expedito y no ser privado de la vida, la libertad y la propiedad sin un debido proceso legal.
No hay voz de la clase obrera
Ausente del debate sobre el “control de armas” en la política burguesa está el punto de vista de la clase trabajadora.
Con la excepción del Partido Socialista de los Trabajadores, prácticamente todas las organizaciones en Estados Unidos que se llaman socialistas —incluyendo el Partido Comunista, el Partido Mundo Obrero, la Organización Socialista Internacional, la Alternativa Socialista y otras— han cedido a la presión de un ala de la clase gobernante y han acogido las protestas.
Las masacres como la de Parkland, la violencia de las pandillas y el crimen no son algo nuevo. Son producto de los valores individualistas y la violencia del capitalismo, exacerbadas por su crisis actual y sus efectos sobre los trabajadores, desde la adicción a las drogas hasta el crimen. La cultura antiobrera del capitalismo de “solo pensar en uno mismo” y “al carajo con cualquiera que se ponga en tu camino” engendra violencia antisocial.
La amenaza más grande para los trabajadores es la violencia de los gobernantes capitalistas: las muertes y mutilaciones en el trabajo, las muertes prematuras por que nos niegan la atención médica, la brutalidad policial, las sangrientas guerras para defender sus intereses imperialistas en el exterior.
“El soborno y el crimen, las extorsiones y las estafas son productos sintomáticos de un sistema social enfermo y sus valores falsos”, escribió en 1951 James P. Cannon, uno de los fundadores del Partido Socialista de los Trabajadores y su primer secretario nacional. “Estos síntomas tenebrosos y malignos no se pueden eliminar, ni siquiera controlar de manera seria, hasta que se les ataque de raíz. Un partido que afirma esto… no está justificando el crimen ni a los delincuentes, ni evadiendo el problema; al contrario, está tratando el problema de manera realista y fundamental”.
A medida que se acelera la lucha de clases, los capitalistas intentarán atacar aún más nuestros derechos y al mismo tiempo asegurar que sus policías y sus matones derechistas estén armados hasta los dientes.
Podemos disminuir cualquier violencia antisocial solo de una manera: con la lucha de trabajadores en sus millones por mejores condiciones de trabajo, contra la brutalidad policial, por los derechos de la mujer y contra las guerras del imperialismo. Un efecto de que los jóvenes y otros tengan algo por que luchar, y vean la solidaridad en acción, será la disminución del crimen y los actos de violencia insensatos.
Esto solo podrá hacerse permanente a través de una revolución social, en la que la clase trabajadora tome el poder político y económico de manos de la clase capitalista de una vez por todas, transformándonos en el proceso y uniéndonos a la lucha mundial por el socialismo.