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Vol. 71/No. 34      17 de septiembre de 2007

 
Tras la crisis de hipotecas de casas
(editorial)
 
La deflación de la burbuja inmobiliaria es producto de la crisis económica a largo plazo del capitalismo mundial. No es el resultado de una mala política de préstamos, sino más bien del funcionamiento normal del sistema capitalista.

Ante la falta de nuevos mercados para sus mercancías, los capitalistas estadounidenses y de otros países han enfrentado un apretón competitivo por más de tres décadas. Ya no pueden sacar las mismas tasas de ganancias de la explotación de la fuerza de trabajo en la producción de mercancías.

Para contrarrestar esta tendencia, los dueños del capital han optado por la especulación. El resultado ha sido una montaña creciente de deudas.

El alza en el ciclo comercial de 1991 a 2001 se caracterizó por esta especulación. Mientras los precios de los valores aumentaron al triple entre 1994 y 2000, el producto interno bruto apenas subió en un 25 por ciento.

Los préstamos de los grandes bancos a las corporaciones aumentaron a un paso frenético. Pero solo una pequeña parte de estos préstamos se destinaron a la expansión de la capacidad productiva. La gran mayoría se dedicó a inversiones especulativas en Wall Street.

Mientras se desinfló la burbuja tecnológica de los años 90, la burbuja de las viviendas continuaba inflándose.

Millones de personas, desde trabajadores a quienes antes se les había negado créditos, hasta los que buscaban “dinero fácil” comprando “casas de inversión”, quedaron atrapados en la trampa de la deuda. Algunos compraron casas nuevas, pero muchos más obtuvieron préstamos hipotecando sus residencias y sumiéndose en deudas.

Mientras los deudores continuaban pagando y los precios de las viviendas subían, los créditos circulaban libremente y la burbuja seguía creciendo. Ya para 2004, los precios de las viviendas habían subido en un 40 por ciento más rápidamente que la inflación en los últimos ocho años. Pero ahora muchos trabajadores están agobiados por deudas aplastantes.

Los capitalistas se jactan de que el “milagro” de Wall Street se debió parcialmente al aumento de la productividad gracias a las computadoras y la Internet. Pero no es cierto.

Los obreros de la carne que luchan para defender su sindicato en la Dakota Premium Foods en Minnesota y los mineros del carbón cuyas condiciones de trabajo ponen su vida en peligro cotidianamente, conocen la realidad de este “milagro de productividad”.

Los logros que han obtenido los patrones en la productividad son el resultado de la extracción de más ganancias de la clase obreras. Han rebajado los salarios y recortado los beneficios. Han intensificado la producción a costa de la vida y salud de los trabajadores. Para lograr sus objetivos los patrones han librado una ofensiva contra los sindicatos

Los trabajadores no podemos lograr protecciones o garantías individuales del sistema capitalista. La clave para defendernos de los desastrosos efectos de la crisis capitalista es una lucha colectiva: organizar sindicatos y usar la fuerza sindical, principal herramienta defensiva de la clase trabajadora.
 
 
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