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Vol. 77/No. 21      3 de juno de 2013

 
Conocer a René González
‘cambió mi vida’
Roddy Rodríguez relata su amistad en cárcel de EUA
con 1 de los ‘Cinco’ revolucionarios cubanos
(especial)

René González, uno de los cinco revolucionarios cubanos arrestados en 1998 por el gobierno norteamericano bajo cargos amañados, regresó a Cuba a principios de mayo tras cumplir 14 años y medio bajo la custodia del sistema norteamericano de “justicia”. Esta victoria ha dado un impulso poderoso a la lucha por la libertad de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, los cuatro que siguen presos (ver recuadro en esta página).

Rodolfo “Roddy” Rodríguez estuvo recluido junto a René González en el Instituto Correccional Federal en Marianna, Florida. En la siguiente entrevista Rodríguez describe la amistad que compartieron, y nos da así una idea del respeto y el apoyo que González —y sus cuatro compañeros de armas— se han ganado entre otros presos, y hasta entre algunos de los guardias, por su inquebrantable dignidad e integridad.

Rodríguez ofreció la entrevista a Edmundo García en el popular programa radial La tarde se mueve, transmitido el 13 de junio de 2012 por Radio Progreso, una estación basada en Miami.

Como señala a continuación, Rodríguez fue uno de los 128 mil cubanos que llegaron a Estados Unidos en abril de 1980, por lo que popularmente se conoció como el puente marítimo de Mariel. En esos momentos, el gobierno norteamericano estaba incrementando sus acciones agresivas por todo el Caribe y Centroamérica en respuesta a las victorias revolucionarias en Nicaragua y Granada en 1979, así como las intensificadas batallas de clases en El Salvador, Guatemala y otros países de la región. Un aspecto de la propaganda política de la administración del presidente estadounidense James Carter era su argumento de que La Habana impedía que los cubanos salieran de la isla. El gobierno revolucionario expuso la hipocresía de Washington al abrir el puerto de Mariel a embarcaciones privadas para que recogieran a todo el que quisiera emigrar. Así lo hicieron más de 100 mil cubanos, hasta que el gobierno estadounidense exigió que La Habana cesara esta operación.

En celebración de la libertad de René González, y en homenaje a cada uno de los Cinco, publicamos a continuación extractos de esta entrevista, que duró una hora.
 

*****

EDMUNDO GARCÍA: El programa de hoy es un programa esperado desde comienzos de la semana. La persona que me acompaña hoy se llama Rodolfo Rodríguez. Tiene 55 años y todo el mundo lo conoce como Roddy.

Roddy, tú llegas a Estados Unidos por el Mariel.

RODOLFO RODRÍGUEZ: Así mismo es. Ahí comenzó mi odisea por Estados Unidos.

GARCÍA: Roddy estuvo junto al luchador antiterrorista cubano y Héroe de la República de Cuba, René González. Por varios años, desde 2004 hasta que ponen en libertad a René en 2011, Roddy lo conoció y eso marcó su vida.

¿Cómo conoces tú a René?

RODRÍGUEZ: Yo llegué a la prisión de Marianna en el año 2002. En el 2004 hubo un huracán que destruyó la prisión y nos sacaron con la Guardia Nacional. Dos meses después yo viro para atrás con el primer contingente que regresó a la prisión. Al día siguiente llega un contingente de otra prisión donde viene René González.

Me lo presentó otro cubano de esta manera, “Oye paisano: aquí te presento al espía”. A todos ellos les decían los espías, normal, y ellos lo aceptan. Ellos no tienen causa de espionaje, aunque sí se las inculparon.

Ahí fue que empezó mi trato con René, y hasta el día de hoy te puedo decir que ha sido una de las amistades que más han contribuido a edificar mi vida.

Yo me crié en un hogar con mucho dolor en contra del gobierno de nuestro país. Hoy le doy gracias a Dios que pienso totalmente distinto.

Yo creo en Dios, y a mí me tenían por el que llevaba la iglesia en la prisión. Esto debo decirlo para que se comprenda lo que voy a decir a continuación.

Cuando conozco a René, rápido le digo que creo en Dios. Yo lo que esperaba es que él fuera a contrarrestar lo que yo le había dicho, a entrar en una contienda.

¿Qué pasó? Él me dijo, “Que bueno. Yo no. Pero yo creo que un cristiano verdadero va a querer el bien de la humanidad, y si mi amistad contigo va a contribuir a que tú seas un mejor cristiano, me siento satisfecho”. Eso me impactó tremendamente.

Ahí comenzó la amistad de nosotros. Vivíamos a dos celdas de diferencia. No compartíamos celda: los dos teníamos demasiados libros y otras cosas que no nos cabían en una celda. Desde que abrían la celda nos encontrábamos, excepto cuando René se iba a correr. No era fácil seguirlo, porque corría mucho.

La relación mía con René fue cambiando mi manera de pensar. Empecé a mirar las cosas, y llegó el momento en que me convencí.

En la prisión conocí a personas de muchas nacionalidades —por respeto, no quiero mencionarlas— y me di cuenta, con el dolor de mi alma, que algunos no podían ni leer ni escribir. Entonces pienso en el pueblo cubano —aún los que están aquí— y me digo: “¡Wow, no hay uno que no sepa escribir! Vengo de un país donde hemos sido bendecidos”.

Entonces he visto todo el lado positivo de Cuba que yo no veía antes. Y todo eso empecé a aprenderlo con René.

René es un hombre de principios. Había una frase suya: “Los principios no tienen precio, porque el que los tiene no los vende, y el que se vende no tiene principios”. Los Cinco son hombres de principios, y creo que eso ayuda mucho a que crezca su popularidad y que la gente los respete en las prisiones donde ellos han estado.

A mí no se me olvida nunca cuando él me trajo un libro de historias bíblicas de la biblioteca. Me pregunta: “¿Quieres que leamos juntos ese libro?” El libro estaba en inglés —yo puedo leer inglés, pero él lo lee muy bien— y empezó a traducirlo al español. Nos leímos el libro completo: la historia de Abraham, todo.

Esas acciones me hicieron notar que no había fanatismo, que había una certeza en sus principios. Hay una congruencia en lo que vive. Tú le puedes hablar de lo que crees y no vas a hacer que se sienta mal. Él te respeta las ideas. Yo siempre le oía decir, “Tú tienes el derecho de expresarte, de la misma forma que yo tengo el derecho a pensar como pienso”.

GARCÍA: ¿Y otros reclusos sentían también el mismo respeto por él?

RODRÍGUEZ: Creo que allí todo el mundo lo respetaba. No se me olvida un morenito que fue su compañero de cuarto. Era rapero, y escribió un rap con temas políticos sobre este país. Cantó la canción en la yarda donde se hacen eventos para ocasiones especiales como el 4 de julio y Nochebuena. No te puedo decir cuáles eran sus ideales políticos, pero quizás lo inspiró el haber tenido una relación con René, de comprender la causa de los Cinco. Mucha gente no comprendía qué pasaba con la causa de los Cinco, y cuando empezaban a averiguar se sorprendían. Incluso mandamos hacer un pulóver con el signo de los Cinco y la estrella cubana.

GARCÍA: ¿Qué hacían durante un día típico allí en esos años?

RODRÍGUEZ: René corría mucho, como decía antes. Y cuando no estaba corriendo estaba leyendo. La solidaridad de todo el mundo se podía ver a través del correo que recibía. Ese era un evento que todo el mundo esperaba: eran cartas y cartas, y todas para una sola dirección, la de René. Le llegaban de Australia, de Rusia, de China, de todos los lados. Algunos presos le decían, “Oye, guárdame las estampillas”. Yo mismo guardé muchas.

Le escribían de Cuba: personas de iglesias, inclusive personas que estaban presas en Cuba. En una prisión en la provincia de Granma, algunos presos hicieron un movimiento apoyando la causa de los Cinco. Incluso había dos oficiales de la prisión, una capitana y un teniente.

GARCÍA: ¿Hubo algún sector de los cubanos en Marianna que fue hostil con René?

RODRÍGUEZ: No hostil con René, sino hostil con ellos mismos, porque sacaban temas delante de él, sabiendo que podían golpear o chocar. Por ejemplo, hubo uno, no recuerdo quién, que un día dice, “Mi mamá fue a La Habana a operarse de cataratas y tuvo que llevar la toalla y la sábana”.

Bueno, yo siempre salía adelante, como Pedro en la Biblia, que sale con la espada en la mano. Le dije: “¿Verdad? ¿Y cuánto le cobraron por la operación?”

Él dijo, “No, bastaba que le hubieran cobrado, si tuvo que llevar su sábana”.

“Tiene toda la razón”, le dije. “A mi papá lo llevamos a operar de cataratas ahí en el Instituto Beraja de Miami, y no tuvo que llevar ni sábana ni toalla. Pero le cobraron 1 200 dólares por cada ojo. No sé cuántas cajas de sábanas tú comprarías con 2 400 dólares. ¿Qué te convendría mejor, llevar una sábana y una toalla o llevar 2 400 dólares?”

Ahí sí me dijeron horrores.

GARCÍA: Cuando se daban esas discusiones, ¿René qué hacía?

RODRÍGUEZ: Se reía. Pero después entraba con una frase que me gustaba mucho. Después yo la he usado mucho. Él me decía, “Mira, es que tú estás basando tus conversaciones en cosas que tú oyes, pero no en cosas que tú ves. Mira la realidad, mira todo el proceso y luego el final. Piensa una cosa: ¿Qué es Cuba comparada con otros países? Todo el mundo quiere comparar a Cuba mirando para el norte”.

Y es verdad, no se puede comparar a Cuba mirando para el norte. Yo estuve en una oficina de inmigración y vi canadienses, australianos, chinos: todo el mundo quería venir para Estados Unidos, porque aquí está todo el dinero que se llevan del mundo entero. Yo nunca he visto un balsero que se vaya para el sur, para Guatemala. Todos los balseros quieren venir para acá. El fin no es salir de Cuba, es entrar aquí.

GARCÍA: Háblanos de lo que tú y René hacían en las horas de ocio.

RODRÍGUEZ: No había ocio. A René le dolía cuando una persona decía, “Estoy matando el tiempo”. Él nunca estaba matando el tiempo. Él se sentaba en la silla, ponía los dos pies arriba de la cama —no entiendo cómo podía leer así— y devoraba los libros. Yo creía que yo era lector. Pero cuando veía la forma en que él leía… y libros que para otros se hacen pesados.

GARCÍA: ¿Llegaste a conocer a la familia de René?

RODRÍGUEZ: Sí, fue una bendición conocer a sus familiares. Conocí a Irma, la mamá de René. Los principios de esa mujer son increíbles. Infunde aliento a las personas que la conocen.

A todos los familiares pude conocer, menos a Olguita [esposa de René], aunque nos escribíamos mucho por e-mail cuando estaba preso. Ahora todavía tenemos cierta comunicación, aunque estoy controlado.

GARCÍA: Déjame explicarlo a nuestros oyentes: Roddy y René, por ser ex reclusos, no pueden comunicarse entre sí, por las condiciones que tiene la libertad supervisada para ambos.

Cuando visitaban, ¿veías el amor de la familia por René?

RODRÍGUEZ: Sí, era tremendo, verlo con sus hijas: con Irmita y con Ivette. Pero tocaste un tema que fue fundamental en lo que yo llamo mi metamorfosis mental. No fue solamente la familia. Fue ver cómo mi país entero apoyaba la causa de René, la causa de los Cinco. Eso me impactó profundamente.

GARCÍA: ¿Cómo era el trato de la guarnición con René?

RODRÍGUEZ: Yo creo que todo el mundo lo respetaba mucho. Con la excepción de un oficial “pesa’o”, como decimos nosotros, pero él era así con todo el mundo.

Te voy a hacer una anécdota. Te la puedo hacer porque ese individuo ya no está ahí. Había un teniente de la guarnición, un moreno, que en el comedor llegó a la mesa de nosotros. Delante de todo el mundo le dio la mano a René y le dijo, “Nosotros estamos apoyando tu causa”. Creo que en su vida privada era musulmán. Pero vestido de oficial, delante de todo el mundo, vino y le dio la mano a René.

GARCÍA: ¿Qué te decía René que quería hacer cuando regresara a Cuba?

RODRÍGUEZ: Chico, algo en que quedamos es que nosotros vamos a subir al Pico Turquino [el punto más alto de Cuba]. Junto con Olguita y Sandra, mi esposa. Sandra no conoce Cuba: ella salió con cinco años y no ha vuelto. Pero ya estamos en trámites y ella tiene su pasaporte cubano.

GARCÍA: Tú tampoco has vuelto a Cuba, Roddy.

RODRÍGUEZ: Desgraciadamente no. Pero eventualmente sí, y cuando llegue no me voy más, me quedo a vivir allá.

GARCÍA: ¿Viste a René en ocasiones triste o deprimido?

RODRÍGUEZ: No, para nada. Si acaso enojado, a veces, pero no es de enojarse mucho. Él decía que no le iba a dar el privilegio a esta gente de verlo destruido o ñoñiqueando.

Por sus cartas, me imagino que los Cinco tienen ese mismo principio. Hay una hermandad total entre ellos. Existe un dicho que “la mejor forma de decir es hacer”. Y los Cinco de verdad viven lo que predican.

GARCÍA: Los no cubanos en la prisión, ¿se interesaban en el tema de René?

RODRÍGUEZ: Ciertas personas. Había muchos que se sentaban con él y él les hablaba.

Mucha gente lo buscaba a René para que les ayudara. Él siempre estaba servicial para traducir un escrito al inglés, para llenar documentos legales, para ir a la biblioteca.

GARCÍA: Hay un momento, antes de que René salga a cumplir la libertad supervisada, en que a ti te trasladan hacia otra prisión.

RODRÍGUEZ: Correcto. Esa despedida fue una experiencia. Tengo una cantidad de hermanos en la iglesia —ahora yo soy maestro evangelista, y ya voy a sacar la ordenación de pastor— que los amo y los quiero mucho. Pero para mí una de las experiencias más grandes de mi vida fue haber conocido a René. Yo lo he comentado con mi familia, con mi esposa, con mis padres, que por cierto, ya no piensan como pensaban antes, porque se fueron dando cuenta de la realidad, porque la verdad es muy grande para ocultarla.

GARCÍA: René está escuchando este programa. ¿Algún mensaje tuyo que quisieras que él escuchase?

RODRÍGUEZ: Lo único que yo quisiera que él escuchase es que sigo siendo el mismo. Lo tengo bien presente en mis oraciones. Y le doy muchas gracias por haber sido mi amigo.
 
 
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