El 3 de agosto el presidente norteamericano George Bush hizo un llamado a la formación de un gobierno de transición en Cuba comprometido con la democracia. Funcionarios de la Casa Blanca han proclamado un plan de 80 millones de dólares ofreciendo ayuda humanitaria a los cubanos en aras de una transición del socialismo al capitalismo: a condición de que el gobierno revolucionario sea derrocado por fuerzas que los gobernantes norteamericanos consideren democráticas. Estos planes proyectan apropiarse de las tierras, las viviendas y las industrias básicas del pueblo trabajador cubano y devolverlas a los ex propietarios capitalistas.
Pero si los gobernantes norteamericanos multimillonarios se creen que la mayoría del pueblo cubano está esperando la oportunidad para regresar a los días de antes de 1959, están soñando. Si a Washington alguna vez se le ocurre intervenir en Cuba, se topará con millones de cubanos, movilizados y armados, que defenderán sus conquistas como lo han hecho durante 47 años, venciendo a 10 administraciones norteamericanas.
Como dijo Fidel Castro en una concentración el 26 de julio, Cuba no necesita de ningún plan de transición yanqui para alfabetizar, vacunar y atender la salud de nuestra población. La propia revolución fue la transición por la que los cubanos lucharon y murieron, subrayó.
Una transición en el liderazgo revolucionario de Cuba ha estado en marcha por unos cuantos años. Esta integra a varias generaciones de cuadros que ha ido trabajando conjuntamente para impulsar las campañas de la revolución. En el centro de este proceso se encuentra la Batalla de Ideas, una amplia ofensiva política para ampliar el acceso popular a la cultura, involucrar a los jóvenes y trabajadores en la resolución de problemas sociales y movilizar a decenas de miles de voluntarios en misiones de solidaridad a nivel mundial.
Estas iniciativas políticas han ayudado a hacer frente a las presiones del capitalismo mundial que pesan sobre Cuba. Están ayudando a ganar a nuevas generaciones a la revolución socialista. Han reforzado la convicción de millones de cubanos de que el socialismo, basado en la solidaridad y cooperación obrera, es una alternativa superior al capitalismo y a sus valores de sálvese quien pueda.
¿Por qué los gobernantes norteamericanos están tan empecinados en aplastar la Revolución Cubana? No es por que los exiliados empresarios cubano-americanos dicten la política externa de Washington. Están implicados los intereses de fuerzas mucho más grandes: los de la burguesía norteamericana en su conjunto.
La revolución socialista cubana representa una amenaza política a las familias gobernantes multimillonarias de Estados Unidos, quienes con razón temen el hecho que Cuba es un ejemplo para los oprimidos y explotados del mundo.
En 1959 los trabajadores y campesinos cubanos hicieron una revolución dirigida por el Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio, encabezados por Fidel Castro, Raúl Castro y otros. Establecieron un gobierno de trabajadores y campesinos y derrocaron el dominio capitalista. Este gobierno movilizó a millones para eliminar el analfabetismo, efectuar una reforma agraria y reorganizar la economía de acuerdo a las necesidades sociales, no las ganancias de unos pocos. Cuba ha avanzado mucho más que cualquier otro país en desarraigar la discriminación racial y promover la posición de la mujer.
Los cubanos han brindado su solidaridad por todo el mundo. Decenas de miles de médicos, maestros y técnicos voluntarios prestan servicio desde Venezuela y Bolivia hasta Guinea Ecuatorial.
El pueblo cubano ha derrotado repetidos intentos de Washington de destruir su revolución, desde la invasión mercenaria de 1961 en Playa Girón hasta la crisis de los misiles de octubre de 1962 y las décadas de guerra económica contra la isla.
¿Por qué todos los gobernantes imperialistas odian a Fidel Castro y Raúl Castro?
Unos años atrás, el entonces secretario de estado norteamericano Colin Powell lo expresó así. En China, Rusia y Vietnam uno puede ver que hay dirigentes a quienes el mundo está cambiando, dijo Powell. Pero Fidel Castro no ha cambiado de ninguna manera sus perspectivas, dijo. En otras palabras, los dirigentes centrales de Cuba no pueden ser ni intimidados ni comprados. Han mantenido una trayectoria consecuente de defender los intereses de la mayoría.
Por eso Washington ha buscado en vano divisiones en la dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Partido Comunista de Cuba.
Fidel y Raúl Castro siguen formando parte de esta dirección por una simple razón: han estado al centro de cada iniciativa importante que ha beneficiado al pueblo trabajador. Raúl Castro, por ejemplo, ha dirigido las Fuerzas Armadas Revolucionarias para defender a Cuba de ataques imperialistas, promover la solidaridad internacionalista y movilizar a los trabajadores y campesinos a combatir la burocracia y corrupción.
Por eso la ley Helms-Burton de 1996, que reforzó el embargo norteamericano contra Cuba, estipuló que Washington solo reconocerá a un nuevo gobierno que no incluya a Fidel Castro y Raúl Castro.
En un previo arranque de triunfalismo iluso, los voceros capitalistas pronosticaron el fin de la Revolución Cubana cuando se desmoronaran los regímenes estalinistas en la Unión Soviética y Europa oriental a fines de los años 90. Cuba ha resistido y sobrevivido, y seguirá así hasta después de Fidel Castro, gracias a la revolución socialista y su dirección.
No es en Cuba donde hace falta una transición. Es el pueblo trabajador en Estados Unidos y otros países capitalistas quienes necesitamos una transición: como la que hizo el pueblo cubano. El problema que enfrentamos es el capitalismo, un sistema de explotación que engendra más condiciones cada vez intolerables para miles de millones de personas.
El capitalismo nos ofrece un mundo donde 2 mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad, un mundo de guerras imperialistas como las ocupaciones dirigidas por Washington en Iraq y Afganistán. Dentro de Estados Unidos, los gobernantes capitalistas nos ofrecen una ofensiva cada vez más brutal contra el nivel de vida y los derechos de los trabajadores y agricultores.
Para los trabajadores y los jóvenes, como los millones que se movilizaron en las calles de Estados Unidos para exigir la legalización de los inmigrantes indocumentados, la Revolución Cubana ofrece un ejemplo vivo. Demuestra que los trabajadores y agricultores podemos organizarnos para constituir una fuerza poderosa, derrotar a los gobernantes ricos y tomar el destino en nuestras propias manos. Por eso Cuba es un ejemplo tan peligroso.
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