El Militante (logo)  

Vol. 74/No. 14      12 de abril de 2010

 
‘Cuba y la revolución
norteamericana que viene’
 
El fragmento que sigue es del capítulo titulado “Robert F. Williams, la Revolución Cubana y la autodefensa contra la violencia racista”, en el libro Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero.

POR JACK BARNES  
Uno de los primeros actos de la Revolución Cubana a principios de 1959 fue prohibir la discriminación racial en el empleo y en las instalaciones públicas, poniendo fin a las practices tipo Jim Crow que se habían impuesto en Cuba con la ocupación norteamericana de la isla en 1898. Otras de las medidas que marcaron la trayectoria proletaria de la revolución fueron una reforma agraria radical que acabó con el sistema de enormes latifundios y que entregó títulos de propiedad a más de 100 mil campesinos sin tierra, así como una campaña de alfabetización que enseñó a leer y escribir a casi un millón de personas, eliminando el analfabetismo en un solo año. En la segunda mitad de 1960, las principales empresas capitalistas de propiedad imperialista y nacional fueron expropiadas mediante movilizaciones masivas del pueblo trabajador por toda la isla, con lo cual se señaló el fin de la dictadura del capital y el establecimiento de la dictadura del proletariado en Cuba, el comienzo de la revolución socialista en América.

Jack Barnes estuvo en Cuba durante esos días de estremecimiento revolucionario. Estaba ahí con una beca universitaria para estudiar la reforma agraria en curso. Al hacer eso participó en otras actividades más, incluido el Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, que se celebró en La Habana en julio de 1960. Al igual que miles de jóvenes en el mundo, en los meses precedentes él se había visto atraído a la trayectoria revolucionaria del nuevo gobierno cubano. Y durante los meses de verano en Cuba, resolvió regresar con un conocimiento de primera mano acerca de la Revolución Cubana para compartirlo con otras personas en Estados Unidos.

Cuando Barnes regresó a la universidad en Minnesota en el otoño, ayudó a formar un capítulo universitario del Comité pro Trato Justo a Cuba, que entre otras actividades organizó el evento para Robert F. Williams al que se refiere el tributo arriba. Barnes se afilió a la Alianza de la Juventud Socialista y al Partido Socialista de los Trabajadores y simultáneamente comenzó a trabajar para captar a otros a la perspectiva de emular el ejemplo de Cuba y hacer una revolución socialista en Estados Unidos.

El fragmento que sigue, que describe ese período, es de Cuba y la revolución norteamericana que viene por Jack Barnes, publicado en 2001.
 

*****

A medida que los trabajadores y agricultores cubanos impulsaban su revolución socialista y que aumentaba la agresión estadounidense en reacción a sus logros, las lecciones transformaban también la forma en que veíamos las batallas por los derechos de los negros en Estados Unidos. La lucha proletaria de masas para derrocar el sistema Jim Crow de segregación racial establecida por ley en todo el Sur, con historial de vanguardia de trabajadores negros sus diversas formas de discriminación que se extendían por todo el país, marchaba hacia sangrientas victorias a la vez que avanzaba la Revolución Cubana. Podíamos constatar en la práctica que dentro de Estados Unidos existían fuerzas sociales poderosas capaces de llevar a cabo una transformación social revolucionaria como la que el pueblo trabajador de Cuba estaba haciendo realidad.

El núcleo de los activistas que defendían la Revolución Cubana eran jóvenes que habían adquirido experiencia política participando en las batallas por los derechos civiles, apoyando las sentadas en los comedores de Woolworth’s 15 y apoyando o sumándose a marchas y otras protestas en Alabama, Georgia, Mississippi y otras partes del Sur.

Los numerosos rostros de la reacción —con capuchas del Ku Klux Klan algunos, protegidos tras uniformes de sheriff y chaquetas del FBI otros—; los linchamientos y los asesinatos en carreteras rurales aisladas; los perros y los cañones de agua con que atacaban a los manifestantes: todo esto se quedó grabado en nuestra conciencia, como parte de las lecciones que estábamos aprendiendo sobre la violencia y la brutalidad de la clase dominante estadounidense y hasta qué extremos llegará a fin de defender su propiedad y sus privilegios.

Y también estábamos aprendiendo lecciones de la autodefensa armada organizada por veteranos negros en Monroe, Carolina del Norte, y en otras partes del Sur. Inmediatamente después de la derrota de Washington en Bahía de Cochinos, durante un debate en uno de los seis comités de la Asamblea General de Naciones Unidas, el ministro del exterior cubano Raúl Roa leyó un mensaje que el antiguo presidente de la NAACP en Monroe, Robert F. Williams, le había pedido que transmitiera al gobierno de Estados Unidos.

“Ahora que Estados Unidos ha proclamado su apoyo militar a pueblos dispuestos a rebelarse contra la opresión”, escribió Williams, “los negros oprimidos en el Sur pedimos urgentemente tanques, artillería, bombas, dinero, el uso de pistas aéreas estadounidenses y mercenarios blancos para aplastar a tiranos racistas que han traicionado la Revolución Norteamericana y la Guerra Civil”.

Pronto llegamos a comprender que la violencia legal y extralegal dirigida contra los que luchaban por sus derechos y dignidad como seres humanos aquí en Estados Unidos eran lo mismo que la creciente agresión abierta y encubierta desatada contra el pueblo de Cuba. Participamos en la lucha por los derechos de los negros como parte de la lucha de clases mundial. Para nosotros llegó a estar completamente entrelazada con lo que estaba en juego en la defensa de la Revolución Cubana.

Esto se manifestó sobre todo en la convergencia de la Revolución Cubana y Malcolm X, cuya voz de lucha revolucionaria intransigente —por los medios que fuesen necesarios— se hacía escuchar más y más en ese entonces. Malcolm dio la bienvenida a Fidel Castro al Hotel Theresa en Harlem cuando la delegación cubana viajó a Naciones Unidas en 1960. Malcolm invitó a Che Guevara a hablar ante una reunión de la Organización de la Unidad Afro-Americana cuando Che hizo su viaje a Nueva York en 1964.

Para nosotros, estas y otras expresiones del creciente respeto y solidaridad mutuos que caracterizaron las relaciones entre Malcolm X y la dirección cubana confirmaron aún más la visión mundial que nos íbamos formando.
 
 
Artículos relacionados:
Amplio intercambio sobre Cuba en Montreal
Dos estudiantes cubanos hablan a 350 en Georgia
Revolución Cubana asestó golpe al racismo  
 
 
Portada (este número) | Página inicial | Página inicial en versión de texto