POR SETH GALINSKY
NUEVA YORK—“Ha llegado la hora del deber”, concluyó el ex presidente cubano Fidel Castro en una columna publicada el 10 de octubre en los periódicos por toda la isla. Castro hizo un llamado a los gobiernos por todo el mundo a incrementar la ayuda para combatir el ébola en África Occidental. Cuba ya tiene 165 médicos y enfermeros en Sierra Leona, 53 en Liberia y 38 en Guinea-Conakri para atender a los infectados e instruir a otros sobre como prevenir la transmisión de la mortal enfermedad.
Por otro lado, el paciente de ébola Thomas Eric Duncan, quien falleció de la enfermedad el 8 de octubre en Texas, nunca tuvo la menor posibilidad de sobrevivirla, y dos enfermeras fueron infectadas a causa del inadecuado tratamiento médico que reciben los trabajadores en Estados Unidos, donde la “industria” de los servicios de salud está organizada para producir ganancias. La respuesta burocrática del gobierno estadounidense ha fomentado la histeria y la discriminación contra los africanos, y ha resaltado la incapacidad de cualquier país capitalista de organizar una respuesta social eficaz a una epidemia, ya sea en África o dentro de sus propias fronteras.
El personal médico voluntario cubano es “el mayor ejemplo de solidaridad que puede ofrecer el ser humano, sobre todo cuando no está movido por interés material alguno”, escribió Castro. “Gustosamente cooperaremos con el personal norteamericano en esa tarea, y no en búsqueda de la paz entre los dos estados que han sido adversarios durante tantos años, sino en cualquier caso, por la paz para el mundo, un objetivo que puede y debe intentarse”.
David Nabarro, coordinador de la ONU para la lucha contra el ébola, dijo en la cumbre sobre el ébola auspiciada por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América celebrada en La Habana el 20 de octubre, que Cuba ha enviado “más que todo lo enviado por otros países juntos, es un aporte extraordinario”. La cumbre reunió a nueve jefes de estado y a funcionarios de la salud pública de los países miembros de la alianza.
Ese mismo día el New York Times publicó un editorial titulado “La impresionante contribución de Cuba en la lucha contra el ébola”.
“Cuba podría terminar jugando el papel más destacado entre la naciones que están trabajando para refrenar la propagación del virus”, dijo el Times. “Debe ser aplaudida e imitada”.
“Aunque Estados Unidos y otros países han ofrecido su disposición a contribuir dinero, únicamente Cuba y unas pocas organizaciones no-gubernamentales están proporcionando lo que se necesita con mayor urgencia: profesionales médicos dispuestos a atender pacientes”, dijo el Times. “Fidel Castro argumenta que Estados Unidos y Cuba deben poner a un lado sus diferencias, así sea temporalmente, para combatir una amenaza global. Tiene toda la razón”.
Para el 13 de octubre había más de 9 200 casos de ébola, principalmente en Guinea, Liberia y Sierra Leona, según la Organización Mundial de la Salud. Más de 4 500 personas han muerto de la enfermedad.
Rechazan pacientes sin seguro
Thomas Eric Duncan, un liberiano que llegó a Estados Unidos el 19 de septiembre para visitar a su familia en Dallas, Texas, murió el 8 de octubre. A Duncan lo enviaron a su casa después que fue a la sala de emergencias del Hospital Texas Health Presbyterian el 25 de septiembre con fiebre alta, y a pesar de haberle dicho al personal que acababa de llegar de Liberia. Dos días más tarde regresó al hospital en una ambulancia.
Su sobrino, Josephus Weeks, dijo a la prensa que muchos piensan que Duncan no fue atendido inicialmente porque “los antibióticos y el Tylenol son el protocolo normal para un paciente sin seguro médico”.
Dos enfermeras que atendieron a Duncan también contrajeron la enfermedad, pero sobrevivieron.
El sindicato de enfermeras National Nurses United publicó una declaración el 15 de octubre después que enfermeras las contactaron por la “falta de entrenamiento y preparación” para los trabajadores de la salud en el hospital Texas Health Presbyterian.
“Nadie sabía cuáles eran los protocolos, ni pudieron verificar que equipo de protección personal debían usar”, dijo el sindicato.
Una residente de Staten Island, Oretha Bestman-Yates, fue suspendida de su trabajo en un hospital local después de regresar de su país natal, Liberia, el 23 de julio. Sus supervisores le dijeron que tenía que ponerse en cuarentena durante 21 días antes de regresar al trabajo, lo cual ella hizo.
“Luego les di la declaración del médico que me daba de alta, y la nota del procedimiento”, explicó al Militante el 19 de octubre, pero aun así no le han permitido regresar a trabajar.
Una residente de Nueva York, Chaba Doye, oriunda de Sierra Leona, quien trabaja como niñera, fue a una clínica recientemente porque tenía la influenza. “Cuando la enfermera supo que soy de África, ella se hizo para atrás, aunque le dije que no había ido allá desde hace 10 años”, dijo Doye el 21 de oc-tubre. “En la farmacia reaccionaron de la misma manera. Es como si no quisieran tocar mi dinero. Decidí tratarme a mi misma hasta que disminuya la crisis”.
Rechazar a un paciente que necesita tratamiento es inconcebible en Cuba, donde la atención médica dejó de ser una mercancía como resultado de la revolución que en 1959 derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista, la cual estaba respaldada por Washington.
Jacob Perasso contribuyó con este artículo.