Vol. 81/No. 16 24 de abril de 2017
El presidente norteamericano Donald Trump alega que el ataque de Washington con 59 misiles cruise se llevó a cabo como represalia por una bomba química lanzada dos días antes por el régimen de Assad contra civiles en el pueblo de Khan Sheikhoun, en la provincia de Idlib, el cual se encuentra bajo control de la oposición.
Las fuerzas de la oposición habían obligado a retroceder al régimen de Assad hasta que Moscú trasladó un escuadrón de bombarderos a Siria en septiembre de 2015 y se unió a la guerra civil. Fueron respaldados por tropas de Irán, Hezbollah y otras milicias lideradas por Teherán. Desde entonces, el régimen de Assad y sus aliados han combinado bombardeos asesinos con asedios para matar de hambre a la población y dar golpes a las áreas controladas por la oposición.
Después ofrecen lo que cínicamente llaman acuerdos de “reconciliación” y cuando los combatientes acuerdan entregar su territorio, les permiten ir a la provincia de Idlib.
Informes de primera mano, evidencia de cráteres de bombas en el pueblo y los resultados de autopsias de las víctimas, sugieren el uso de un agente neurológico prohibido como el sarín en Khan Sheikhoun y que el régimen de Assad es responsable.
Justificando el ataque en nombre de la “seguridad nacional”, Trump, quien la semana anterior había indicado que su administración podría vivir con el gobierno de Assad, culpó a la represión del régimen contra las fuerzas de la oposición por la creación de una crisis de refugiados que está desestabilizando la región.
Décadas de aparentemente interminables intervenciones militares de Washington en la región —Iraq tres veces, Afganistán, Siria, Libia, Somalia, Yemen y otros— son la verdadera fuente de la desestabilización. Y son también la raíz de la propagación inicial del Estado Islámico, que llenó el vacío causado por la incapacidad del imperialismo estadounidense de poner fin a estas guerras y la incapacidad de los trabajadores de construir un liderazgo revolucionario capaz de tomar el poder.
El ataque con misiles de Washington es un “golpe significativo” a las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, dijo Dmitri Peskov, portavoz del presidente ruso Vladimir Putin. Moscú alegó que los aviones de Assad habían bombardeado un almacén de armamentos químicos controlado por la oposición, pero hasta ahora nadie ha presentado evidencia alguna de que tal almacén haya existido.
El día posterior al ataque, un buque de guerra ruso armado con misiles cruise fue enviado a la zona del Mediterráneo en la que los dos buques de guerra de la marina de Washington lanzaron los misiles hacia Siria.
Moscú también suspendió un acuerdo con Washington para coordinar las operaciones aéreas sobre Siria, iniciado para evitar enfrentamientos accidentales, y dijo que fortalecería los sistemas de defensa aérea de Assad.
Las “botas en el suelo” de Washington continúan aumentando tanto en el norte de Sira como en Iraq donde la intervención militar de Estados Unidos se lleva a cabo bajo la cobertura de la lucha para destruir al reaccionario Estado Islámico.
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