Miembros y partidarios del Partido Socialista de los Trabajadores se sumaron a las actividades, instando a trabajadores a que se unan a ellos para condenar juntos los ataques racistas y discutir sobre cómo promover esta lucha entre los trabajadores.
Una pequeña porción de los manifestantes en Berkeley, alrededor de 200 autoproclamados “antifas”, abreviación de antifascistas, malhechores vestidos de negro y con pañuelos en sus rostros se separaron de la multitud y atacaron a varias personas entre las tres decenas de partidarios del Presidente Trump y otros que se encontraban en el parque para debatir con los manifestantes.
Los centenares de policías movilizados por el “progresista” alcalde de Berkeley Jesse Arreguín, se retiraron y no hicieron nada para detener los ataques. Sólo intervinieron después que fueran golpeadas varias personas.
Es evidente que este era el plan del gobierno liberal en Berkeley desde el principio. “Tomamos una decisión estratégica de trasladar a los oficiales”, dijo la portavoz de la policía, Jennifer Coats.
Las manifestaciones en el área de San Francisco ocurrieron después de las movilizaciones contra el racismo en Charlottesville, Virginia, y una gran protesta de 40 mil personas en Boston el 19 de agosto para condenar el racismo.
Las protestas en San Francisco fueron convocadas en respuesta a dos mítines convocados para ese fin de semana. En San Francisco, un grupo conservador llamado Patriot’s Prayer (Oración del Patriota) organizado por Joey Gibson de Portland, Oregón, anunció que iban a celebrar una manifestación en Crissy Field Park.
En Berkeley, Amber Cummings, una persona transgénero partidaria del presidente Trump, convocó un mitin titulado “No al marxismo en América”, para protestar las acciones en contra de la libertad de expresión de las fuerzas de antifa. Ambos organizadores dijeron que no son racistas y rechazaron el apoyo de los neonazis u otros supremacistas blancos.
Los políticos liberales del Partido Demócrata en ambos lados de la Bahía y varios congresistas, incluyendo la líder de la minoría demócrata Nancy Pelosi y la senadora Diane Feinstein, montaron una campaña para exigir que fueran canceladas las acciones conservadoras. El diario San Francisco Chronicle y otros medios de comunicación en el Área de la Bahía se les unieron, realzando la amenaza de la violencia. Las autoridades de Berkeley le negaron a Cummings un permiso para su protesta.
Gibson y Cummings cancelaron sus eventos dadas las acusaciones de que iban a provocar violencia y las amenazas de antifa de que los atacarían físicamente. Posteriormente Gibson convocó una rueda de prensa en Álamo Square Park.
El sábado por la mañana Gibson canceló su rueda de prensa. A pesar de esto, 3 mil personas acudieron al parque. Pero durante la noche la policía los había cercado y un cordón de cientos de ellos estaba dentro de la cerca. Inicialmente, la policía impidió la entrada de muchos de los que querían protestar. A medida que creció la multitud reunida en varias intersecciones, los policías abrieron las calles y los manifestantes antirracistas se congregaron para escuchar a los oradores.
Muchos en las manifestaciones de ambos días portaban letreros hechos a mano rechazando el racismo, “el odio” y la supremacía blanca. Afectados por la extensa cobertura mediática de los racistas que se manifestaron en Charlottesville, algunos argumentaron que las amenazas fascistas están creciendo en Estados Unidos.
Cecele Carter, una profesora de historia de San José, tenía un letreo en el Centro Cívico de San Francisco con fotos de la Alemania nazi y de un mitin del Ku Klux Klan de hace varias décadas. “Les digo a mis estudiantes si no están interesados en la historia y en aprender de sus lecciones, están condenados a repetirla”, dijo al Militante.
Los malhechores de antifa no hicieron ningún esfuerzo en tratar de diferenciar entre los partidarios de Trump, los supuestos supremacistas blancos interesados en debatir sobre política, periodistas, o cualquier otra persona que ellos convirtieron en blanco de sus ataques, como sucedió con una persona que llevaba una camiseta con una imagen del filósofo griego Sócrates. Su meta era limitar y eclipsar la expresión contra el racismo que motivó a la mayoría de las personas a participar en las protestas del fin de semana. La mayoría de las personas con quien habló este reportero estaban en contra de los ataques de antifa, y muchos culparon a las amenazas y ataques físicos como la causa de que muchos se fueran del parque. “Son una distracción del mensaje de protestar contra el racismo”, dijo Bill Gregory, un veterano de protestas sociales residente en el área.
“Obviamente no soy del Ku Klux Klan”, dijo Jordan Davis, de 25 años, quien llevaba una pancarta a favor de Donald Trump en Berkeley, al San Francisco Chronicle. “Están tratando de mezclar a los partidarios de Trump con un grupo que es prácticamente inexistente”.
Dennis Richter, el organizador del Partido Socialista de los Trabajadores en Los Angeles, se unió a las acciones de ambos días. Él intervino en Berkeley con algunos otros manifestantes para detener un ataque de antifa contra un hombre no lejos de una mesa con literatura del PST.
“Dicen estar en contra del fascismo, pero estos ataques contra personas con las que uno discrepa son, de hecho, acciones típicas de fascistas. Estos métodos de prevenir la discusión civilizada son ajenos a la clase trabajadora”, dijo Richter. “Son un eco de los demócratas liberales y los medios de comunicación que culpan a los trabajadores por la elección de Donald Trump, diciendo que refleja un aumento del racismo entre los trabajadores caucásicos.
“Esto es falso”, dijo Richter. “Nuestro partido discute sobre política con los trabajadores en sus hogares por todo el país. Hay menos racismo ahora que en cualquier otro momento en la historia de Estados Unidos”.
Inmediatamente después de las protestas, el alcalde de Berkeley, Arreguín, instó a la Universidad de California en esa ciudad a que cancelara los planes de un grupo conservador para realizar una “Semana de Libre Expresión” para el próximo mes.
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