Cientos de millones de trabajadores están siendo despedidos y ahora enfrentan las graves consecuencias de los cierres económicos ordenados por el gobierno: crecientes condiciones de depresión que no se han visto durante casi un siglo. Estas no son el efecto de una enfermedad, sino de la crisis cada vez más profunda del dominio capitalista, cuyas prioridades son las ganancias para un puñado de familias propietarias a expensas de los trabajadores y agricultores.
En las últimas seis semanas, más de 30 millones de trabajadores en Estados Unidos han perdido sus empleos, y eso es según las cifras “oficiales” del gobierno. De hecho, el número es mucho mayor si se agregan los trabajadores temporales, los de “por cuenta propia”, los trabajadores indocumentados y todos los que trabajan fuera de la nómina.
Bajo las diversas órdenes de cierres impuestas por los gobiernos a todos los niveles, estos trabajadores —y millones más que los gobernantes capitalistas no consideran “esenciales”— están condenados a agazaparse en sus hogares, aislados, viendo sus cuentas bancarias desaparecer. Están sujetos a la incesante campaña de los medios capitalistas que los aterroriza con el coronavirus.
Los trabajadores necesitan tener un empleo, estar en el trabajo, activos en la clase trabajadora, buscando cómo organizarse y luchar para defender nuestro derecho al trabajo, nuestros salarios y condiciones laborales contra los esfuerzos de los patrones para hacernos pagar por su crisis.
Los patrones están tratando de echar andar de nuevo la producción, a medida que se desploman sus ganancias y ven amenazada su competitividad en el comercio mundial. Los pedidos de bienes duraderos cayeron un 14.7 por ciento solo en marzo, el segundo mayor colapso jamás registrado.
La clase patronal espera aumentar su explotación de la clase trabajadora, para superar a sus rivales sobre nuestras espaldas.
Muchos patrones están combinando sus planes para reabrir sus fábricas con recortes de empleos para maximizar las ganancias. Los patrones de la GE anunciaron el 4 de mayo que eliminarán 13 mil puestos en su división de aviación y darán cesantía a miles más. Las tres grandes compañías automotrices, General Motors, Ford y Fiat Chrysler, dicen que reiniciarán la producción el 18 de mayo.
El poder de los trabajadores proviene del hecho de que nuestra fuerza de trabajo es lo que produce toda la riqueza, incluida la mayor parte que los patrones expropian. Es a partir de las luchas en el trabajo que aprendemos a unirnos y desarrollar nuestra confianza y conciencia de clase.
Hay un número creciente de protestas de trabajadores que buscan rechazar los ataques de los patrones, sus partidos políticos, los demócratas y republicanos, y su gobierno. Cientos de camioneros independientes atrapados entre la presión de los agentes para reducir los salarios y un gobierno que los está regulando a muerte, organizaron protestas de “rodamiento lento” en Los Angeles, Washington y Chicago el 1 de mayo. Trabajadores inmigrantes en California y en otros lugares también marcharon el 1 de mayo para exigir amnistía para poder trabajar sin temor a ser deportados.
Ataques a derechos políticos
El gobierno municipal de Nueva York está atentando contra los derechos políticos de los trabajadores para hacer más difícil que nos organicemos y luchemos. “No estamos haciendo manifestaciones en este momento”, dijo el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, en una conferencia de prensa el 1 de mayo. Ha desatado a miles de sus policías para hacer cumplir esta orden y otros ataques contra los intentos de los trabajadores a unirse.
Han habido manifestaciones contra las restricciones y acoso del gobierno en las capitales estatales de Estados Unidos y desde Beirut hasta Hong Kong.
Los patrones están esmerados en reabrir sus fábricas, minas, tiendas y transporte, pero enfrentan la realidad de que el desplome en la producción y el comercio mundial significará una crisis capitalista prolongada, sin ninguna forma de regresar a la “normalidad”.
Los bancos centrales han inundado las arcas de las grandes empresas y los bancos imperialistas con estímulos, aumentando su deuda cada vez más en un esfuerzo para sacar a los patrones de la depresión deflacionaria. Estas montañas de deuda pública no se han visto desde la segunda guerra mundial imperialista y amenazan con futuras crisis financieras y monetarias.
El pueblo trabajador en Estados Unidos y en todo el mundo, cargado con deudas por sus automóviles o préstamos estudiantiles, viviendas, granjas o pequeñas empresas, están siendo duramente afectados. Peor aún, ellos, como los países subdesarrollados, serán los más afectados a medida que estallen las presiones inflacionarias y suban las tasas de interés.
Estas condiciones también generarán más luchas que conducen a la solidaridad entre los trabajadores, ya sean esclavos asalariados o esclavos de la deuda, contra el mismo enemigo de clase, los explotadores multimillonarios.