La oposición proimperialista en Venezuela, encabezada por Juan Guaidó, que busca derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, perdió el control de la legislatura en las elecciones del 6 de diciembre. Guaidó, con el respaldo del imperialismo norteamericano, se autoproclamó presidente en enero de 2019.
En una de las afluencias electorales más bajas en los 22 años desde que Hugo Chávez fuera electo presidente, la lista de candidatos del Partido Socialista Unificado de Venezuela, el partido que Chávez formó, ganó 189 de los 277 curules en la asamblea —el 68 por ciento de los votos. Participaron menos de un tercio de los votantes elegibles. La oposición se fragmentó y la facción liderada por Guaidó boicoteó las elecciones. Otros partidos de la oposición burguesa participaron con sus propios candidatos, al igual que algunos partidos de “izquierda” que anteriormente habían apoyado a Maduro. Juntos obtuvieron el 28 por ciento de los votos.
La Asamblea Nacional saliente, elegida en 2015, estaba bajo el control de la oposición.
Tratando de quitarle importancia al golpe sufrido por la campaña para derrocar a Maduro, el secretario de estado Mike Pompeo acusó al gobierno de haber manipulado las elecciones. Los gobiernos imperialistas británicos y de otros países europeos se unieron a Washington para negarse a reconocer el sufragio. Guaidó anunció que pretende continuar sus “funciones” presidenciales después del 5 de enero, cuando finaliza el mandato de la actual Asamblea Nacional.
Tanto la administración de Barack Obama como la de Donald Trump impusieron severas sanciones económicas y comerciales contra Venezuela y respaldaron los intentos de provocar un golpe de estado contra Maduro. El fracaso de estos esfuerzos ha dividido a la oposición.
Algunas facciones de la oposición ahora promueven una solución política negociada y rechazan los llamados de Guaidó por más sanciones. El dos veces candidato presidencial de la oposición Henrique Capriles pidió poner fin al “gobierno interino” de Guaidó. La próxima administración estadounidense debe “entender que este plan se agotó”.
Guaidó se autoproclamó presidente cuando dirigía la Asamblea Nacional, alegando que la reelección de Maduro en 2018 fue un fraude. Washington, y gobiernos de países en Europa y América Latina se apresuraron a reconocer a Guaidó. Utilizaron esto como cobertura para atacar aún más la soberanía de Venezuela. Incautaron fondos venezolanos depositados en bancos extranjeros y los de Citgo, una subsidiaria de la compañía petrolera estatal venezolana con sede en Estados Unidos, y tomaron medidas para bloquear el comercio internacional de Venezuela.
El apoyo de la oposición liderada por Guaidó a las sanciones económicas imperialistas, incluso durante la pandemia de la COVID-19, no es popular entre el pueblo trabajador de Venezuela.
“¿Qué gano con que Guaidó ande viajando por el mundo predicando? Guaidó puede tener buenas relaciones con Estados Unidos, pero ¿cómo beneficia eso a Venezuela?”, dijo al Militante por teléfono el 12 de diciembre Ajeieh Emghaoech, residente del barrio Los Picapiedras en Baruta. Ella explicó que no votó en las elecciones porque “nada va a cambiar”.
Después de la votación del 6 de diciembre, las debilitadas fuerzas de la oposición agrupadas en torno a Guaidó organizaron una “consulta popular” de seis días por internet y en persona. Afirman que 6.5 millones de votantes respondieron a su encuesta en la que preguntaban si querían un cambio de gobierno y si rechazan los resultados de las elecciones. La votación online estuvo abierta a los más de 4 millones de venezolanos que han emigrado del país en los últimos años. Sin embargo, no hay forma de verificar los supuestos resultados.
“Nadie puede pensar que una consulta en la Internet tenga valor legal”, dijo Maduro el 10 de diciembre.
Las sanciones de Washington han profundizado la crisis económica y social que enfrenta el pueblo trabajador. La escasez de medicinas, alimentos y otras necesidades básicas —a precios que los trabajadores puedan pagar— es generalizada.
Las sanciones estadounidenses que bloquean las exportaciones e importaciones de petróleo de Venezuela y el colapso de la producción en las refinerías locales, la principal industria del país, han creado una escasez generalizada de combustible que afecta al transporte público, la producción y el transporte de cultivos. El gobierno ha limitado la distribución de gasolina a precios subvencionados, alrededor de 10 centavos el galón. Colas de kilómetros en las estaciones de servicio de Caracas, e incluso más largas fuera de la ciudad, son algo común.
“Por fortuna mi día cae en sábado”, dijo al Militante Jeison Balderramo, un soldador. “Puedo hacer cola el viernes por la noche y estar allí al amanecer antes de que abran. De lo contrario, tendría que faltar al trabajo”. Como alternativa, si puedes pagarlo, dijo Jeison, puedes utilizar la “vía confiable”, que consiste en pagar un soborno de 10 dólares al policía que monitorea la línea para que puedas adelantarte.
También se puede comprar gasolina a precio no subsidiado mucho más alto en dólares en estaciones designadas.
El presidente electo Joe Biden ha dicho que seguirá respaldando a Guaidó y manteniendo las sanciones contra Venezuela y Cuba. Elliot Abrams, el representante especial de la administración Trump en Venezuela, dice que hay un fuerte consenso bipartidista en Washington sobre la necesidad de mantener la presión sobre el gobierno de Maduro.
Cuba revolucionaria mantiene su oposición a la injerencia de Washington en Venezuela y su apoyo a la soberanía del pueblo venezolano.