El 7 de septiembre el presidente Joseph Biden extendió por un año más la ley que sostiene el embargo de Washington contra Cuba bajo la Ley de Comercio con el Enemigo. Esto no sorprende, ya que todos los presidentes de Estados Unidos, demócratas y republicanos por igual, han hecho lo mismo desde 1962. Biden, como sus predecesores, ve a la revolución socialista de Cuba como el mayor desafío al imperialismo norteamericano en el mundo.
Los que se oponen hoy a las agresiones de Washington contra Cuba pueden sacar lecciones valiosas del trabajo de los capítulos del Comité pro Trato Justo a Cuba organizados por todo el país durante los primeros años de la revolución.
Poco después de que el pueblo trabajador de Cuba, bajo el liderazgo de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio, derrocara en 1959 a la dictadura de Fulgencio Batista, la cual contaba con el respaldo de Washington, el gobierno estadounidense puso a la revolución en la mira.
Washington organizó a contrarrevolucionarios para sabotear la industria y asesinar a los brigadistas voluntarios de la campaña de alfabetización, difundir mentiras sobre la revolución y preparar una invasión. Lo que más temían los gobernantes capitalistas estadounidenses era que el pueblo trabajador en América Latina y en otros lugares emularan a la Revolución Cubana.
Pero trabajadores, participantes en la creciente lucha contra la segregación racial de Jim Crow, jóvenes, periodistas y otros fueron a Cuba para ver a la revolución por sí mismos. Inspirados por lo que los trabajadores y agricultores de Cuba estaban haciendo y como se estaban transformando a si mismos, muchos regresaron a Estados Unidos con la determinación de dar a conocer esa historia.
El 6 de abril de 1960 el New York Times publicó un anuncio de una plana, iniciado por el periodista Robert Taber, quien visitó Cuba después del derrocamiento de Batista, haciendo un llamado a la creación de comités para promover una audiencia justa para la Revolución Cubana. El anuncio estaba firmado por destacados artistas y escritores, incluidos Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Norman Mailer, Truman Capote y James Baldwin, así como luchadores por los derechos de los negros como Robert F. Williams.
En poco tiempo se estaban organizando capítulos en todo el país, que reunían a personas con diversos puntos de vista políticos, pero estaban unidos en su oposición a los ataques de Washington. Entre ellos estaban miembros del Partido Socialista de los Trabajadores y del Partido Comunista. En seis meses el Comité pro Trato Justo a Cuba tenía 7 mil miembros en 27 capítulos y consejos estudiantiles en 40 universidades.
Los comités organizaron líneas de piquetes, mítines, debates y foros para difundir la verdad sobre la revolución en Cuba y protestar contra la agresión de Washington. Una manifestación en la ciudad de Nueva York el 20 de octubre de 1960 atrajo a 1,500 personas para exigir “Manos de Washington fuera de Cuba”.
El mes siguiente 400 personas asistieron a un evento auspiciado por el Comité pro Trato Justo a Cuba en Harlem donde escucharon a dos personas que recién habían visitado Cuba: William Worthy, un periodista afroamericano del New York Post, y Robert F. Williams, conocido por liderar una lucha para liberar a dos jóvenes negros, de 7 y 9 años de edad, que habían sido encarcelados por besar a una niña blanca en Carolina del Norte. Subsecuentemente los dirigentes principales del NAACP destituyeron a Williams como presidente de su capítulo del NAACP en Monroe, Carolina del Norte, por organizar a otros veteranos negros en la autodefensa armada de su comunidad contra los matones racistas.
“La misma gente que son nuestros opresores en el Sur”, dijo Williams, “son los primeros en decir ‘derrocar a Castro’. Intentan hacernos creer que cuando Castro toma control de las grandes corporaciones nos ha quitado algo a nosotros. ¿Se pueden imaginar a una mujer negra que trabaja en una cocina por 10 dólares a la semana preocupándose de que Castro nos esté ‘robando propiedad a nosotros?’”, preguntó Williams.
En 1961, Williams, quien había trabajado en fábricas automotrices de Detroit, y Ed Shaw, organizador en el Medio Oeste del Comité pro Trato Justo a Cuba, y dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores y sindicalista tipográfico, realizaron una gira de conferencias a nivel nacional para hablar sobre la Revolución Cubana y la lucha por los derechos de los negros.
El comité publicó decenas de folletos baratos, con relatos de testigos presenciales del desarrollo de la revolución socialista y discursos de sus dirigentes centrales.
Entre los folletos se encuentran títulos como Reforma Agraria en Cuba: Discurso del Dr. Fidel Castro; Contra la burocracia y el sectarismo, por Castro; La revolución debe ser una escuela de pensamiento irrestricto, por Castro; La Segunda Declaración de La Habana; y El socialismo y el hombre, por Che Guevara. Los miembros del comité vendieron miles de ejemplares de los folletos.
El Comité pro Trato Justo a Cuba estaba abierto a cualquiera que se opusiera a la agresión de Washington contra Cuba. Sus miembros estaban convencidos de que la mejor manera de contrarrestar los ataques de los gobernantes en Washington era decir la verdad sobre la revolución.
Solidaridad con revolución socialista
Cuando los trabajadores y jóvenes en Estados Unidos se enteraron que en Cuba se había prohibido la discriminación racista, que se confiscaron las grandes propiedades de los terratenientes capitalistas y se garantizaba el acceso a la tierra a los campesinos sin tierra, del control obrero de las refinerías de petróleo, las fábricas y las plantaciones azucareras que estaban siendo nacionalizadas, la participación de la mujer en todos los aspectos de la sociedad, y otros actos de la revolución, se solidificó su apoyo a la revolución.
Jack Barnes, actualmente el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, era entonces un estudiante en la universidad Carleton College en Minnesota y ayudó a establecer un capítulo del Comité Pro Trato Justo a Cuba allí después de visitar la isla. En Cuba y la revolución norteamericana que viene él describe el impacto que tuvo el comité en los estudiantes, trabajadores e instructores en la víspera de la invasión mercenaria de Cuba en Playa Girón (Bahía de Cochinos) en abril de 1961, la cual Washington respaldó.
Cuando salió la noticia el 17 de abril sobre el inicio del ataque, los derechistas en la cafetería de la universidad comenzaron a gritar “¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!” Pero cuando los cubanos derrotaron a los invasores en menos de 72 horas, el ambiente cambió rápidamente.
“Los organizadores comprometidos del Comité Pro Trato Justo a Cuba en Carleton habían sido menos de media docena a principios de 1961. Pero ahora se cosechaban los frutos de las semanas de educar, hacer trabajo propagandístico, escribir, conversar, proponer y organizar debates políticos abiertos, y responder a los retos de cada opositor sobre cada tema”, escribió Barnes. “En momentos en que los trabajadores y campesinos de Cuba le asestaban una derrota aplastante al imperialismo estadounidense, el apoyo a las posiciones políticas que habíamos estado defendiendo creció de forma explosiva. Pero solo porque estábamos allí, éramos conocidos y estábamos preparados para responder”.
En una reunión en 1996 para celebrar la vida política de Shaw, Barnes explicó cómo el PST abordó su participación en el Comité pro Trato Justo a Cuba. Al igual que los revolucionarios con los que trabajaron en Cuba, los dirigentes del partido estaban comprometidos con la perspectiva de que la defensa de la Revolución Cubana debería organizarse sin prejuicios ni exclusión sectarias, dijo. “Ningún partido debería controlar este trabajo”.
“Seguramente una de las pruebas más importantes de cualquier organización política es la capacidad de sus miembros de participar en el trabajo de masas con otros”, dijo Barnes, “sin importar los diversos puntos de vista, para llevar a cabo tareas acordadas”.
El creciente impacto del Comité pro Trato Justo no pasó desapercibido para el gobierno estadounidense y sus agencias policiales. Los comités fueron acusados de estar “controlados” por el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido Comunista. Un subcomité del Comité Judicial del Senado, encabezado por el infame senador demócrata segregacionista James Eastland y el senador demócrata liberal Thomas Dodd, lanzó una campaña de cacería de brujas anticomunista contra el grupo, ataques que se expandieron ampliamente después del asesinato de John F. Kennedy.
Shaw fue uno de los citados a rendir testimonio, y, como muchos otros, se negó a testificar sobre las actividades del Comité pro Trato Justo a Cuba. A pesar de las horas de intimidación por parte de Dodd el 14 de junio de 1961, Shaw no cedió. Dodd, casi apopléjico, gritó: “Eres el peor testigo que he tenido en 30 años”.
El Comité pro Trato Justo a Cuba, el cual se disolvió a fines de 1963, dijo la verdad sobre la revolución socialista cubana y difundió ampliamente las palabras de sus dirigentes históricos, ganando el apoyo del pueblo trabajador y otros para poner fin a la guerra económica y política de Washington contra Cuba.