Erin Turner, en Iowa, comenzó a trabajar recientemente turnos de 12 horas para poder cubrir los 1,520 dólares que gasta al mes en el servicio de guardería para sus dos hijos, más del doble de su renta. “Ya estamos viviendo al límite de nuestras posibilidades. Ya no podemos cortar más”, dijo Turner al Wall Street Journal en un artículo el 17 de enero. Brittany Graham, otra trabajadora de Iowa, pasó más de cuatro meses buscando cuidado infantil para su hija de un año y medio. Con la esperanza de tener un segundo hijo, Graham está considerando sus opciones. Un centro le dijo que era la 120 en la lista de espera. “Para cuando me llamen, mi hijo ya no será una criatura”, dijo.
Lo que Turner y Graham describen son solo dos ejemplos de los desafíos que enfrentan millones de trabajadores jóvenes con la esperanza de formar una familia, una perspectiva que la crisis del capitalismo está haciendo cada vez más difícil.
Desde que comenzó la pandemia de COVID-19, más de 3 millones de mujeres en Estados Unidos han perdido su trabajo. Muchas tuvieron que elegir entre presentarse al trabajo o cuidar a sus hijos cuando cerraron las guarderías y las escuelas. Al mismo tiempo, el costo del cuidado infantil ha aumentado casi un 50% desde el comienzo de la pandemia. Las familias que dependen de dos ingresos quedan en un déficit.
Algunos trabajadores están luchando por una solución. Las peticiones de último minuto de los patrones a que trabajemos horas extras es una de las cuestiones que llevó a 175 miembros del Local 37 del sindicato de panaderías BCTGM, la mayoría mujeres, a realizar una huelga contra la panadería Jon Donaire en Santa Fe Springs, California. Los huelguistas dicen que los supervisores no les dicen sobre las horas extra hasta el final de su turno, lo que hace imposible organizar el cuidado de los niños.
Paro los patrones somos un par de manos que pueden usar para obtener ganancias. Si no les servimos, buscan a otros. Los niños y los ancianos no tienen ningún valor para ellos. Un reflejo de eso es el mísero salario medio de los trabajadores de cuidado infantil: 12 dólares por hora.
Los patrones se oponen intrínsecamente a la igualdad de trato y buscan cualquier oportunidad para revertir o atrasar la lucha por los derechos de la mujer. Les pagan menos a las mujeres para reducir el salario promedio de todos los trabajadores. Su esmero en mantener las divisiones entre hombres y mujeres es parte integral del dominio capitalista.
Bajo el capitalismo, la emancipación de las mujeres —el derecho de la mujer a participar plenamente en la sociedad, incluso cuando tenga hijos— es aún más difícil. Para abrir el camino a la batalla para acabar con la opresión de la mujer es necesario que la clase trabajadora tome el poder.
Después de la Revolución Rusa en 1917 liderada por los bolcheviques, se lograron avances que son un ejemplo para las mujeres y los trabajadores hoy. Se aprobaron rápidamente leyes que otorgaban a las mujeres el derecho al voto y al divorcio. Se organizaron guarderías para los niños de los trabajadores de las fábricas.
“No puede haber una revolución socialista”, dijo el líder bolchevique V.I. Lenin, “a menos que muchas trabajadoras participen de manera profunda”. Mediante la creación de “establecimientos públicos de suministro de comida, guarderías, escuelas para infantes”, dijo, tendremos los medios cotidianos “que realmente pueden emancipar a las mujeres”. Bajo el capitalismo, señaló, estos establecimientos son raros y funcionan como empresas de lucro.
La revolución socialista de Cuba ofrece otro ejemplo. Después de que los trabajadores y agricultores tomaron el poder, ellos derrocaron las relaciones de propiedad capitalistas. Liderados por su gobierno revolucionario, cambiaron sus condiciones, tomaron el control de las fábricas, los campos y los bancos.
La creación de guarderías infantiles fue una de las responsabilidades que asumió la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). A lo largo de 1960 y 1961, recaudó fondos para ellas.
“Le pedimos a la gente que pagara 3 centavos más por cada taza de café. El dinero extra era una donación para los círculos infantiles”, explicó Vilma Espín, líder de la revolución y presidenta de la FMC. Desde el principio, “teníamos un concepto claro de lo importante que era cuidar bien a los niños, cuidar su salud, su nutrición, evitar que se enfermaran y darles amor”. Se lograron avances significativos cuando el estado revolucionario tomó responsabilidad de las necesidades de los niños.
En 1986, animado por la participación de miles de internacionalistas cubanos en las luchas revolucionarias en Angola y en otros lugares, el gobierno cubano organizó a los trabajadores para tomar la iniciativa para enfrentar los desafíos para satisfacer las necesidades sociales básicas, como la vivienda, el cuidado infantil y las clínicas médicas. Se organizaron brigadas de construcción voluntarias, como parte de una batalla política más amplia librada por la dirección de la revolución para mejorar las condiciones y combatir los privilegios burocráticos y la corrupción.
Lo que llegó a conocerse en Cuba como el “proceso de rectificación” tomó el carácter de un creciente movimiento social. Uno de los resultados fue un aumento en la capacidad de los centros de cuidado infantil de 96 mil a 149 mil niños en solo seis años. Esta lucha fue parte de los esfuerzos para utilizar las capacidades de las mujeres para dirigir el avance de la revolución, incluido el acceso a la anticoncepción, la atención médica disponible y gratuita y la despenalización del aborto.
Este ejemplo señala el camino para que los trabajadores y agricultores en Estados Unidos y en todo el mundo puedan trazar un curso para tomar el poder político en nuestras propias manos.