La movilización más grande de tropas rusas está actualmente desplegada en todo el alrededor de Ucrania, desde la propia Rusia, la ocupada Crimea, Bielorrusia y Transnistia, controlada por Moscú. Este desplazamiento tiene como objetivo poner fin a la independencia y soberanía de Ucrania e imponer los dictamines de Moscú. Amenaza con desatar una guerra sangrienta y brutal contra los pueblos de Ucrania y la región, que sería la primera en Europa en décadas.
Los gobernantes acaudalados en Rusia pretenden expandir su influencia económica y política sobre lo que ellos llaman su “extranjero cercano”, naciones que recuperaron su independencia después del colapso de los regímenes estalinistas en la Unión Soviética en 1991.
Independientemente de lo que digan los gobernantes capitalistas de Rusia y sus enemigos de la OTAN, los errores de cálculo y las consecuencias no deseadas de sus movimientos podrían precipitar un enfrentamiento sangriento. Los trabajadores en Estados Unidos y en todo el mundo deben ofrecer solidaridad a sus hermanos de clase en Ucrania y exigir “¡Manos rusas fuera!” Washington, que ha expandido sus propias fuerzas de la OTAN por toda Europa, no es ningún amigo del pueblo ucraniano. Interviene en nombre de los intereses depredadores de los gobernantes capitalistas estadounidenses.
Las fuerzas armadas rusas “antes destartaladas” ahora son “modernas y letales”, señaló el New York Times el 27 de enero. El despliegue de más de 130 mil soldados rusos en las fronteras con Ucrania incluye hospitales de campaña y suministros de sangre.
En respuesta al levantamiento popular masivo del Maidan en 2014 que derrocó al régimen pro Moscú en Ucrania, los gobernantes capitalistas de Rusia armaron y participaron junto a separatistas pro Moscú que ocupan parte del este de Ucrania, e invadieron y ocuparon Crimea.
En 2020, Putin dio el respaldo del gobierno ruso al asediado régimen del presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, mientras aplastaba un levantamiento masivo por derechos políticos en ese país. Lukashenko está respaldando hoy a Moscú en sus amenazas contra Ucrania. En enero, las tropas rusas ayudaron a reprimir las protestas antigubernamentales en Kazajistán. Y el régimen de Putin ha intensificado los ataques a los derechos políticos y las luchas obreras en la propia Rusia.
Moscú exige garantías de Washington de que Ucrania y Georgia nunca serán admitidas en la alianza de la OTAN liderada por Washington. Exige que no haya más fuerzas de la OTAN en Europa del Este. Los gobernantes estadounidenses han acercado cada vez más a las tropas de la OTAN a la frontera con Rusia, ampliando el número de miembros de la alianza. El Kremlin amenaza con “represalias” si no se cumple su demanda de detener la expansión de la OTAN.
Washington perdió la Guerra Fría
Con el resquebrajamiento de la Unión Soviética en 1991, los gobernantes estadounidenses actuaron bajo la ilusión de que habían ganado la Guerra Fría y que podían intervenir donde quisieran sin consecuencias. De 1994 a 1999, los bombardeos mortales de Washington en los Balcanes aceleraron la desintegración del estado obrero yugoslavo y reforzaron la posición de Washington como la potencia política y militar dominante en Europa.
Luego, los gobernantes estadounidenses invadieron Iraq y Afganistán, donde se quedaron estancados. La realidad de lo que podían y no podían lograr comenzó a aclararse. Su intervención en Siria y el conflicto tanto con Moscú como con Beijing han hecho evidente la total falsedad del juicio de los gobernantes estadounidenses en 1991.
Actualmente, el presidente Joseph Biden ha preparado el despliegue de 8,500 soldados, buques de guerra y aviones adicionales en Europa del Este, pero ha descartado categóricamente el envío de fuerzas estadounidenses a Ucrania.
A pesar de la creciente crisis política que sacude a los gobernantes estadounidenses y los agudos conflictos entre los dos principales partidos políticos, ningún ala de la política burguesa aboga por ir a la guerra para defender a Ucrania. En su lugar, amenazan con imponer severas sanciones económicas, con la esperanza de que eso pueda evitar un conflicto.
En Europa, los rivales del imperialismo norteamericano buscan formas de impulsar sus propios intereses. El presidente francés, Emmanuel Macron, está promoviendo los intereses de los capitalistas franceses abriendo un diálogo con Putin, independientemente de Washington, su aliado en la OTAN. Dice que quiere un nuevo “orden de estabilidad” en Europa que incluya a Rusia.
Al final de la Guerra Fría, Alemania Oriental y Occidental fueron reunificadas. Las fuerzas militares de ambos países se fusionaron y el nuevo gobierno alemán las redujo en un 75 por ciento. Los gobernantes alemanes han subyugado a las naciones capitalistas más débiles del sur de Europa a través de su dominio de la Unión Europea. Con solo una fuerza militar simbólica propia, no han buscado protección militar ni de Washington ni de Moscú.
El estancamiento económico, el creciente control de los suministros de gas de Alemania por Moscú y la amenaza de una guerra en Ucrania han sumido a Berlín en una crisis política. La industria alemana obtiene el 55 por ciento de su gas importado y una cuarta parte de su petróleo de Rusia. Berlín es muy vulnerable en la crisis actual, tanto más mientras avanza hacia la eliminación gradual de sus plantas de energía nuclear y de carbón.
“La amenaza de guerra es un grave peligro para los trabajadores de Ucrania, de toda Europa, Rusia y Estados Unidos”, dijo el 2 de febrero Joanne Kuniansky, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para el congreso en Nueva Jersey. “El PST exige ¡Moscú, manos fuera de Ucrania; Defender la soberanía de Ucrania! Y exigimos que Washington retire sus tropas de Europa del Este. Están allí únicamente para promover los intereses de los gobernantes capitalistas de Estados Unidos y son una amenaza para la paz y la clase trabajadora en todas partes”.