Políticas ‘climáticas’ capitalistas son una amenaza para los trabajadores

Por Terry Evans
28 de febrero de 2022

La amplia convicción de que los gobiernos deben tomar medidas extraordinarias para reducir drásticamente el uso de hidrocarburos para evitar una “catástrofe climática” está agravando la actual crisis política que azota a los gobernantes capitalistas de Estados Unidos.

Esta histeria también existe entre los rivales imperialistas de Washington en Europa. Ninguna de estas potencias considera las necesidades de los millones de personas en todo el mundo que viven sin energía eléctrica, ni los efectos sobre el pueblo trabajador de la creciente crisis capitalista.

En muchos países imperialistas esta histeria es agudizada por los gobernantes capitalistas liberales que están convencidos de que la energía nuclear, aunque no produce emisiones de carbono, también debe ser eliminada.

Los gobiernos de países miembros de la Unión Europea se han comprometido a reducir las emisiones de carbono en un 55% de los niveles de 1990 en ocho años, pero ninguno tiene un plan serio de cómo cumplir ese objetivo y a la vez mantener en marcha la industria, o mantener la calefacción o la luz.

Después de que un tsunami azotara Japón en 2011, en el que murieron casi 20 mil personas y dañó la planta de energía nuclear de Fukushima generando un pánico mundial, el gobierno alemán decidió cerrar las plantas nucleares del país. Los últimos reactores alemanes se cerrarán este año. Como resultado, se han visto obligados a aumentar la producción de carbón para satisfacer las necesidades energéticas, aumentando la contaminación por carbono.

Este curso ha dejado a las familias gobernantes de Alemania totalmente dependientes del gas natural suministrado por el gobierno ruso para mantener su economía en marcha. Los efectos de esta dependencia son evidentes en la evaporación de su fingido apoyo a la soberanía ucraniana ante las amenazas de Moscú.

Vínculos de Berlín con Moscú

El acuerdo sobre los suministros de gas ha profundizado los vínculos entre los gobernantes alemanes y Moscú. El ex canciller alemán Gerhard Schroeder es actualmente presidente de Nord Stream 2, el gasoducto de propiedad rusa. Schroeder acusó al gobierno ucraniano de “blandir el sable” por solicitar armamentos. Moscú mira una oportunidad para impulsar sus intereses en toda Europa.

La histérica campaña contra la energía nuclear tras el colapso de Fukushima se basó en mentiras. Nadie murió a causa de la radiación nuclear en Fukushima, a pesar de la inexcusable negligencia de los dueños en las medidas de seguridad de la planta nuclear.

El tsunami mató a miles de personas porque muchos trabajadores, agricultores y pescadores se ven obligados a vivir en zonas costeras bajas y la negligencia del gobierno al no establecer un sistema de alerta temprana adecuado.

El año pasado, un informe de Naciones Unidas confirmó que los residentes de Fukushima no han confrontado un mayor riesgo de cáncer 10 años después del desastre. Lo que sucedió allí confirma el hecho de que no hay nada inherentemente peligroso en la energía nuclear. Los peligros que surgen son resultado de qué clase social controla su producción, ya que los patrones buscan maximizar sus ganancias a expensas de los trabajadores. Es por eso que el Partido Socialista de los Trabajadores explica que nuestros sindicatos deben luchar por el control obrero de la producción.

Si bien los gobernantes capitalistas de Alemania son el ejemplo más extremo, la mayoría de los gobiernos imperialistas están impulsando cada vez más las políticas de energía verde, incluso Washington.

El presidente Joseph Biden dice que la amenaza del cambio climático es “existencial” y que se necesitan medidas de emergencia. Una creciente mayoría del Partido Demócrata también se opone a la energía nuclear.

Biden dice que su administración detendrá todas las nuevas perforaciones por petróleo o gas en tierras públicas. Planea derrochar miles de millones de dólares en dádivas a los propietarios de empresas que fabrican vehículos eléctricos, los cuales la mayoría de los trabajadores no pueden comprar.

Muchos de los grandes capitalistas defienden la cruzada climática de los liberales. BlackRock, que cuenta con $10 billones en activos y es el segundo inversionista más grande del gigante petrolero ExxonMobil, presionó a los capitalistas petroleros para que desecharan sus planes para un aumento del 25% en la producción de petróleo y gas, a pesar de la escasez generalizada de combustible.

Alrededor de 759 millones de personas en todo el mundo no tenían acceso a la electricidad en 2019, principalmente en países semicoloniales.

Las plantas de energía nuclear en EE.UU. generan alrededor del 20% de la energía del país. Pero solo se ha aprobado la construcción de una en los últimos 26 años. Para noviembre de 2019, había 23 plantas nucleares cerradas en EE.UU. en varias etapas de desmantelamiento.

Esta marcha hacia el caos del “cambio climático” puede parecer una forma de suicidio para la sanguinaria clase gobernante imperialista norteamericana que ha sido dominante en todo el mundo durante décadas. El actual gobierno norteamericano no se parece en nada a la clase gobernante capitalista en expansión y segura de sí misma de hace 30 o 40 años. Los gobernantes de Moscú y Beijing se sienten alentados por la magnitud de esta debilidad.

El futuro depende de la clase obrera

Cada vez más, el futuro de la humanidad depende de que el pueblo trabajador tome el poder y establezca un gobierno de trabajadores y agricultores que defienda la naturaleza y la vida humana. Solo la clase trabajadora es capaz de aprovechar los avances científicos y desatar las capacidades del trabajo humano para el beneficio de todos. Los trabajadores debemos fortalecer nuestras luchas por empleos, mejores salarios y condiciones, por el control obrero de la producción y para salvaguardar los recursos naturales de la tierra del impacto del uso de hidrocarburos.

No hay forma de expandir la producción de energía y reducir el envenenamiento de la atmósfera por las emisiones de carbono sin aumentar el uso de la energía nuclear. En todo el mundo, 450 reactores nucleares generan el 10% del total de la electricidad que se consume hoy, una caída del 15% desde 2005. Beijing aspira a superar a Washington como el mayor productor de energía nuclear en cinco años.

La operación de reactores de manera que se eviten catástrofes nucleares, la construcción de recipientes de contención y la eliminación de desechos radiactivos se pueden y deben hacerse de manera segura, pero solo si los trabajadores y nuestros sindicatos luchan para tomar el control de la producción de manos de los patrones en el camino a la toma del poder político.