“Ángeles a caballo: Parteras en las montañas”, un documental de la red de televisión educativa de Kentucky (KET), miembro de la cadena PBS, da vida a la iniciativa pionera para brindar atención médica en las zonas rurales de los Apalaches. Iniciado en 1925, el Servicio de Enfermería Fronterizo redujo la mortalidad infantil y materna en el este de Kentucky hasta alcanzar una de las tasas más bajas de la nación. Continuó brindando atención médica tanto a hombres como a mujeres y niños, a toda la familia, mejorando las condiciones para el pueblo trabajador en toda el área.
Mary Breckinridge, nacida en una familia adinerada con raíces en Kentucky, inició el esfuerzo. Esperaban que se casara, preferiblemente con alguien rico, y se dedicara a ser ama de casa.
En cambio, después de la muerte de su primer marido, fue a la escuela de enfermería. Después de la muerte de sus dos hijos, Breckinridge estaba decidida a encontrar una mejor manera de brindar atención médica a las madres y los niños pequeños.
Después de servir como conductora de ambulancias en Francia durante la Primera Guerra Mundial, donde se entrenó con enfermeras parteras, se fue a Kentucky en 1925 y se puso a trabajar.
Usando su propia herencia, compró una pequeña casa en Hyden y con fondos que recaudó lanzó el Comité de Kentucky para Madres y Bebés. Trajo enfermeras parteras entrenadas en Gran Bretaña.
Viajaban a caballo por la remota región montañosa para brindar atención médica. Breckinridge les dijo que su primer objetivo era ganarse la confianza de la comunidad, preguntarles qué necesitaban. La colaboración era la piedra angular de la organización. Pronto fueron recibidas con gusto.
“Nuestras enfermeras hacen visitas domiciliares con cualquier hombre, en cualquier lugar, a cualquier hora de cualquier noche, si él viene a buscarlas”, escribió Breckinridge en Wide Neighborhoods: A Story of the Frontier Nursing Service (Vecindarios Amplios: Una historia del Servicio de Enfermería Fronterizo). “Nuestros jóvenes mensajeros pueden viajar solos por los senderos más remotos… no tienen miedo de que los molesten”.
“¿De qué sirve cuidar a un niño en sus primeros años… si dejas morir a su padre”, dice Breckinridge en el documental. Las familias sufrían consecuencias devastadoras si mataban o mutilaban al padre, el principal sostén de la familia. Al darse cuenta de que para ser realmente eficaces, era necesario atender a toda la familia, se cambió el nombre del servicio para reflejar esto. Se convirtió en el Servicio de Enfermería Fronterizo (FNS).
Las enfermeras se esforzaron para superar los prejuicios de los médicos, quienes pensaban que las enfermeras parteras no podían brindar atención médica adecuada. Utilizando un boletín preparado por los médicos, se enseñaron a tratar mordeduras de serpientes, fracturas de piernas, heridas de bala, fiebre tifoidea, difteria y otras aflicciones.
Las familias pagaban un dólar al año por el servicio, a menudo intercambiando productos por servicios. Casi todos eran pequeños agricultores. El único dinero en efectivo que tenían provenía de trabajos a tiempo parcial en los ferrocarriles o en la tala de madera que eran infrecuentes. Para un embarazo, había una tarifa adicional de 5 dólares. Las enfermeras parteras brindaban atención prenatal, asistían durante el parto y visitaban a la madre y al bebé durante los siguientes 10 días.
Breckinridge recaudó fondos a nivel nacional que le permitieron al FNS comprar materiales para construir —con la mano de obra proporcionada por la comunidad— seis clínicas rurales entre 1925 y 1931. En 1928 construyeron el primer hospital del área.
En 1928 se organizó un Servicio de Mensajería, con voluntarios que ayudaban a llevar correo, medicinas y otros artículos esenciales. Para 1937 las enfermeras parteras habían dado a luz a 3 mil bebés y solo habían perdido a dos madres, muy por debajo del promedio de muertes maternas en esos días.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Breckinridge abrió la Escuela Graduada de Parteras de la Frontera. Aún sigue en servicio en Versailles, Kentucky. El Servicio de Enfermería Fronterizo ha seguido evolucionando. Las clínicas de distrito todavía funcionan.
El documental ofrece un vistazo de lo que es posible cuando la atención médica se organiza para brindar la atención que el pueblo trabajador necesita, en lugar de ser un negocio lucrativo para los dueños de hospitales, las compañías farmacéuticas y las empresas de seguros. Pero eso requiere un profundo cambio en las relaciones sociales que son posible cuando los trabajadores derrocan el dominio capitalista y realizan una revolución socialista, como lo hicieron en Cuba.
Vale la pena ver “Ángeles a caballo”.