Desde el 20 de octubre, Cuba ha sido azotada por dos huracanes y dos terremotos, cuyas consecuencias han sido empeoradas por la incesante guerra económica de Washington contra el pueblo cubano por más de 60 años.
El huracán Rafael tocó tierra el 6 de noviembre, unas dos semanas después del huracán Oscar. Artemisa, en la parte occidental de la isla, fue la más afectada, con ráfagas de viento de hasta 125 millas por hora.
Casi no queda ni un “parque, ni centro cultural, ni barrio, o institución estatal, vivienda de familiar, vecino o amigo, tampoco un árbol”, informó el semanario El Artemiseño, “que no tenga la huella de las rachas de viento”. El hospital principal, el estadio deportivo y el teatro sufrieron graves daños. Unas 37 mil hectáreas de campos de cultivo quedaron arrasadas.
Los dos terremotos, el más fuerte de magnitud de 6.8, castigaron la costa oriental el 10 de noviembre. Dañó 2 mil viviendas y dejó a siete personas lesionadas.
Pero a diferencia de Estados Unidos, donde el gobierno capitalista abandona a los trabajadores a su suerte, en Cuba el gobierno dirige a los comités de defensa civil, las organizaciones de masas y el ejército para tratar de asegurar que nadie quede abandonado a su suerte cuando ocurren desastres naturales. Eso es una conquista de la revolución socialista cubana.
A medida que Rafael se acercaba, miembros del Comité de Defensa Civil local fueron de puerta en puerta para asegurarse de que los residentes estaban preparados.
El gobierno envió autobuses para evacuar a la población de las zonas más expuestas. Unas 99 mil personas fueron evacuadas en La Habana a casas de familiares y amigos y también a 147 refugios provisionales en escuelas y otros edificios públicos.
Debido a las sanciones impuestas por Washington que impiden que Cuba compre petróleo y piezas de repuesto y otras necesidades, es aún más difícil prepararse para una tormenta, sobrevivirla y reconstruir después.
Sin embargo, a pesar de la escasez, el gobierno y las organizaciones de masas trabajan para garantizar que quienes se encuentran en los refugios tengan alimentos, atención médica y personal que organice actividades para los niños.
A veces, se enfrentan a retos frustrantes. En un refugio en Alquízar, los evacuados se quejaron de la calidad de la comida, informó El Artemiseño. “Sabemos lo que le cuesta al país esta atención”, dijo Mabel García. “Con más razón, es una lástima que se gasten recursos para al final no cumplir con el objetivo, que es alimentarnos”.
Estos “son tiempos complejos”, respondió Larexey Batista, primer secretario del Partido Comunista allí, pidiendo paciencia. Señaló que “Hoy la comida llegó en tiempo y mejor elaborada”.
Rafael arrasó apenas dos semanas después de un apagón de tres días en toda la isla causado por demoras en los envíos de combustible, en gran parte debido a las sanciones norteamericanas. Rafael volvió a interrumpir la electricidad.
Tan pronto como terminó la tormenta, linieros de toda la isla, “movidos por la solidaridad que corre por sus venas”, en palabras del semanario Ahora, se dirigieron a Artemisa y Mayabeque para reparar las líneas eléctricas caídas. Voluntarios organizados por los sindicatos trabajaron codo a codo con los soldados para despejar las carreteras.
Aunque se ha restablecido el suministro eléctrico en la mayor parte del país, en Artemisa está tardando más. Para el 11 de noviembre, solo el 2% de la provincia tenía electricidad.
Desde todo el país, los cubanos están enviando donaciones de alimentos y ropa a las zonas más afectadas. También ha llegado ayuda de México, Colombia, Bolivia, Venezuela, Rusia, China y de grupos solidarios de Estados Unidos para ayudar en la reconstrucción, incluyendo miles de estufas, colchones y láminas de zinc para techos.
La mayor victoria, afirmó el presidente cubano Miguel Díaz-Canel tras el paso de Rafael, fue que ni una sola persona perdió la vida a causa de la tormenta.