La intensificación de las rivalidades nacionales que se están propagando por todo el mundo eclipsó la conferencia COP29 sobre el clima de las Naciones Unidas celebrada en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 24 de noviembre. La cumbre anual, donde figuras reconocidas capitalistas pulen sus credenciales ecológicas, quedó marcada por la ausencia de los jefes de gobierno de Washington, Beijing y otros países.
La invasión de Ucrania por Moscú, la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, ha sacudido al continente y más allá. Los conflictos se están extendiendo en el Medio Oriente tras el pogromo de Hamás, respaldado por Teherán, contra los judíos en Israel el 7 de octubre de 2023. Washington y las potencias capitalistas rivales se están rearmando y reorganizando sus alianzas para defender sus intereses económicos y políticos en preparación para guerras futuras.
A la vez la intensificación de la competencia por mercados y recursos está desgarrando el orden mundial imperialista y desequilibrando los pactos e instituciones multilaterales.
El presidente Joseph Biden asistió a la cumbre en 2021 y 2022 y la vicepresidenta Kamala Harris lo hizo en 2023. Ninguno de los dos estuvo presente este año.
Los comentaristas de los medios liberales se quejaron de que la elección de Donald Trump arruinó las posibilidades que ofrecía la reunión. Trump ha prometido retirar a Washington del acuerdo climático de París, como lo hizo durante su primer mandato. La administración de Biden se reincorporó al pacto en 2021 después de asumir el cargo.
Las emisiones de dióxido de carbono y otros gases que atrapan el calor contribuyen al calentamiento gradual de la atmósfera de la Tierra junto con las variaciones naturales del clima.
En 2021 la conferencia estableció metas no vinculantes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para fines de la década. Pero las emisiones han seguido creciendo entre 1% y 2% por año. Esta “meta” siempre fue una fantasía.
Cada potencia capitalista antepone la protección de las ganancias de sus familias gobernantes capitalistas por encima de todas las otras consideraciones. A estas clases capitalistas no les preocupan las consecuencias sociales de su explotación rapaz de la tierra y el trabajo, ni el agotamiento de los recursos ni la contaminación mortal de la tierra, el mar y el aire. Esto se ve exacerbado por las guerras y los agudos conflictos comerciales actuales.
‘Una cumbre caótica y amarga’
La COP29 fue “una cumbre caótica y amarga”, se quejó el medio liberal CNN. “Muchos líderes de países ricos no atendieron, Argentina retiró a sus negociadores, y algunos grupos de países en desarrollo se frustraron tanto en las etapas finales de las conversaciones, que se retiraron”.
La extravagante reunión atrajo a miles de funcionarios de unos 200 países. Como en cumbres anteriores, estuvo acompañada de predicciones de una catástrofe inminente.
“El tiempo no está a nuestro favor”, advirtió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el 12 de noviembre, antes de quejarse de que 2024 había sido un “desastre climático”. La humanidad se enfrenta al “ecocidio” y al “colapso climático”, advirtió la “activista climática” Greta Thunberg.
La reunión adoptó la meta de recaudar 300 mil millones de dólares al año para 2035 de las potencias capitalistas más desarrolladas, supuestamente para ayudar a las naciones subdesarrolladas a adquirir fuentes de energía renovables. La cifra adoptada es solo una fracción de los 1.3 billones de dólares que exigían los representantes de los países subdesarrollados.
La reunión se celebró en Azerbaiyán, una ex república soviética a orillas del mar Caspio que depende del petróleo y el gas para el 90% de sus exportaciones. Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, dijo a los asistentes que el petróleo y el gas eran un “regalo de Dios” y que “no se debería culpar” a los países por tenerlos. Sus comentarios iban en contra de los objetivos declarados de los organizadores de la cumbre, que incluyen poner fin al uso de combustibles fósiles.
Moscú utilizó su “veto de Naciones Unidas para impedir que cualquier país de la Unión Europea fuera anfitrión” de la cumbre, informó CNN.
Rivalidad de Beijing y Washington
Beijing, un rival cada vez mayor de Washington, domina actualmente la fabricación y exportación mundial de paneles solares, turbinas eólicas, baterías y automóviles eléctricos. A la vez, los gobernantes chinos siguen generando más de la mitad de su propia energía con carbón. China es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo.
Muchos gobiernos capitalistas, incluida la administración de Biden, insisten en que cientos de millones de personas de países semicoloniales reduzcan el uso de combustibles fósiles sin ninguna alternativa realista para proveerles acceso a la electricidad, condenándolos a vivir en condiciones miserables.
Ninguna cumbre de figuras capitalistas puede ofrecer un camino para combatir la destrucción del medio ambiente por parte de los gobernantes capitalistas.
La lucha para salvaguardar los recursos de la Tierra es inseparable de las luchas sindicales para defender a los trabajadores de la aceleración y el desmantelamiento de la seguridad en el trabajo por parte de los patrones, y de la lucha para arrebatarles el control de la producción.
Eso requiere llevar al poder a la clase trabajadora y a sus aliados explotados, cuyo trabajo extrae de la naturaleza toda la riqueza.
Solo así se podrá poner fin al despojo del medio ambiente por parte del capitalismo, junto con su opresión y sus guerras, preservando el patrimonio de la Tierra para que lo utilicen las generaciones futuras.