Cuba y Florida sufrieron graves daños por el huracán Ian. En Pinar del Río, la provincia cubana más afectada, unas 53 mil viviendas fueron dañadas, más de 5 mil destruidas y la industria de procesamiento de tabaco —una mayor fuente de divisas— fue destrozada casi en su totalidad. La red eléctrica fue arrasada y quedó fuera de servicio por completo durante la mayor parte del día, la primera vez que esto ha sucedido.
En Florida, miles de casas y acres de vegetales y otros cultivos fueron destruidos cuando la tormenta azotó el 28 de septiembre. Las áreas más afectadas aún no tenían electricidad ni agua potable cinco días después.
Ahí es donde terminan las similitudes.
En Cuba fallecieron tres personas, mientras que, en Florida, seis días después de que la tormenta tocara tierra cerca de Fort Meyers, se habían confirmado más de 90 muertos. Con cientos de casas arrastradas al mar, parques de casas móviles completamente destrozados, y trabajadores agrícolas atrapados en granjas inundadas, el número real de muertes nunca se sabrá.
Este no se debe a una gran disparidad en la capacidad destructiva de la tormenta. Sino porque en Estados Unidos, el pueblo trabajador en gran medida queda abandonado a su propia suerte antes, durante y después de una tormenta. En Cuba, el gobierno moviliza y prepara al pueblo trabajador de antemano, para asegurarse de que nadie sea dejado por su cuenta, a pesar de las dificultades y escaseces causadas por la brutal guerra económica de Washington contra el pueblo cubano y su revolución mantenida ya por 60 años.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, emitió una orden de evacuación “obligatoria”, pero no ofreció ninguna ayuda para que los trabajadores evacuaran. Ante la inacción del gobierno, los trabajadores tomaron la iniciativa para salvar a otros durante la tormenta.
Rafael Baca, que vive en Palmetto Beach, Tampa, fue uno de los que se quedaron. “No tenemos el dinero para eso ahora, para simplemente irnos”, dijo al Washington Post. Baca tuvo suerte. Tampa escapó lo peor de la tormenta, que golpeó más al sur, incluido el condado de Lee.
Muchos de los que intentaron evacuar quedaron atrapados en carreteras con el tráfico paralizado. Para los trabajadores sin automóvil, DeSantis anunció que las personas podrían obtener un cupón de descuento de 30 dólares si llamaban a Uber para que los llevara a un refugio.
A medida que se acercaba la tormenta, el gobernador cambió de curso. Le dijo a la gente que ya no era seguro evacuar y que debían “resguardarse” donde estén.
Tampoco recibieron mucha ayuda después de la tormenta. “Nuestros autos están arruinados. No hemos recibido agua ni comida en esta área”, dijo Craig Ruke en Fort Meyers Beach al Miami Herald el 2 de octubre. “Todos en esta isla estamos aislados”.
“Hasta esta mañana, nadie ha traído suministros fuera de las personas que intentan llegar a la isla para ver cómo están sus seres queridos o si todavía tienen un hogar”, dijo Denise Martínez en Pine Island en Facebook. “Toda la gente en la isla necesita comida, agua, gas, propano, no tienen ni un rollo de papel higiénico”.
Miles ahora están sin hogar y debido al alto costo de los seguros de inundaciones menos del 20% de los hogares en las áreas más afectadas los tenían.
Cuba: Nadie se queda solo
A pesar de la guerra económica de Washington contra Cuba, el gobierno asegura de que nadie se quede solo. Eso se debe a que en 1959 los trabajadores, dirigidos por Fidel Castro, derrocaron a la dictadura de Batista respaldada por Washington, llevaron al poder a un gobierno de trabajadores y agricultores y abrieron el camino a una revolución socialista.
La Defensa Civil, organizada por el gobierno, trabaja con los Comités de Defensa de la Revolución de los barrios, la Federación de Mujeres Cubanas y otras organizaciones de masas, para realizar simulacros en toda la isla para que las personas sepan qué hacer y adónde ir cuando se avecina una tormenta.
Solo en Pinar del Río, cerca de 40 mil personas fueron evacuadas de sus hogares. Hubo evacuaciones similares de áreas de alto riesgo por todo el país.
Hasta el último minuto antes de la tormenta, los trabajadores y voluntarios limpiaron zanjas y rejillas de drenaje, removieron las bombas de gasolina de las estaciones de servicio e hicieron todo lo posible para proteger la infraestructura crítica.
Se envió personal médico con alimentos y suministros médicos a las áreas más aisladas con anticipación para que tuvieran los recursos necesarios.
Aun así, dadas las limitaciones de recursos y el embargo de Washington, la tormenta colapsó todo el sistema eléctrico de la isla. Sin electricidad, los alimentos se echaron a perder en un país que ya enfrenta escaseces.
Durante las últimas dos décadas, el gobierno revolucionario y los trabajadores eléctricos han trabajado para construir protecciones para la red eléctrica, la cual fue diseñada en la década de 1960 con tecnología anticuada de la Unión Soviética. Ese sistema de plantas termoeléctricas enlazadas es muy vulnerable si se cae una unidad.
Hoy existen unos 20 subsistemas eléctricos interconectados —más del doble de lo que existía en 2005— que permitió restaurar paso a paso la energía en las regiones oriental, central y occidental, y luego reconectar la mayor parte del sistema. En Pinar del Río, donde los daños fueron más severos, tardará más.
Después de varios días de cortes de energía, algunas personas en La Habana y otras partes del país participaron en protestas para exigir un restablecimiento más rápido del suministro eléctrico.
“Protestar es un derecho”, dijo Luis Antonio Torres Iríbar, presidente del Consejo de Defensa Provincial en La Habana y secretario del Partido Comunista allí, en la televisión el 30 de septiembre. Señaló que dirigentes cubanos fueron a las protestas para hablar con la gente y explicar lo que se estaba haciendo.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, estuvo presente en las provincias más afectadas poco después de que terminó la tormenta. “Esto lo tenemos que resolver nosotros mismos, con nuestro propio esfuerzo, con nuestro propio talento”, dijo en un comunicado del 2 de octubre desde Pinar del Río. Miembros de la Federación de Mujeres Cubanas están yendo de puerta en puerta para organizar a todos en el esfuerzo.
Un artículo del 1 de octubre en el diario Granma señaló que reparar el daño de Ian es un desafío. Se suma a un incendio que tuvo lugar el 5 de agosto que destruyó la mitad de los tanques de almacenamiento de petróleo en la instalación de distribución más grande de Cuba en Matanzas.
El artículo informó que los trabajadores están tomando iniciativa, incluidos “los que han puesto su casa como punto de carga de teléfonos móviles, los que dan de su agua almacenada a los vecinos, la que cocinan para la familia de su cuadra que no tiene gas, los que luego de protestar ponen hombro con hombro junto al presidente de un Consejo de Defensa Municipal para vaciar la calle de árboles y escombros”.
“Cuando a algunos les parece que no hay salida”, editorializó el periódico el 1 de octubre, “Cuba la encuentra siempre en el trabajo unido, en la solidaridad y en la participación de su propio pueblo”.
A diferencia de Florida, donde la mayor parte de la “ayuda” del gobierno se canalizará a través de contratistas capitalistas que se enriquecerán, en Cuba las brigadas de trabajadores y jóvenes voluntarios ya se están uniendo para limpiar, replantar cultivos y reconstruir viviendas.
Esa es la diferencia que hace una revolución.