Los gobernantes capitalistas de la República Islámica de Irán están divididos sobre cómo enfrentar los continuos desafíos a su régimen.
Ni sus calumnias de los manifestantes antigubernamentales como engañados por el imperialismo estadounidense o el gobierno “sionista” israelí ni sus brutales ataques a las protestas diarias, ni los intentos de apaciguarlos han logrado hacer retroceder el movimiento provocado por la muerte de Mahsa Amini —Gina Amini en kurdo— el 16 de septiembre. Amini, una joven kurda, murió tres días después de ser detenida por la odiada policía “de la moralidad” por presuntamente violar el código de vestimenta.
El líder supremo Ali Khamenei y el presidente Ebrahim Raisi afirman que su República Islámica representa la continuidad antiimperialista de la revolución de 1979 que derrocó a la dictadura de Shah Mohammed Reza Pahlavi, que Washington respaldaba.
Las afirmaciones de cualquier sector de la jerarquía burguesa-clerical de que representa la revolución de 1979 son una mentira. Esta fue una revolución popular profunda, moderna, no una yihad religiosa. Millones de personas salieron a las calles a pesar de la feroz represión del sha. Los trabajadores petroleros en huelga jugaron un papel decisivo en las batallas finales que derribaron esa dictadura.
Después de expulsar al sha, los trabajadores tomaron la iniciativa de establecer shoras (consejos) en fábricas y vecindarios para luchar por el control obrero de la producción y las condiciones laborales. Los agricultores lucharon por la tierra. Las nacionalidades oprimidas, incluidos los kurdos, árabes, baluchis y otros, lucharon por el derecho a hablar su propio idioma y contra la discriminación en el empleo, educación y vivienda.
Cuando el ayatolá Ruhollah Jomeini, popular por su anterior oposición al sha, intentó hacer que el hiyab fuera obligatorio para las empleadas públicas en 1979, decenas de miles de personas salieron a la calle, enfrentándose a los matones del nuevo régimen y obligando al gobierno a retroceder.
En 1980, el dictador iraquí Saddam Hussein invadió Irán con el apoyo de Washington con la esperanza de derrocar la revolución. Miles de trabajadores y agricultores iraníes se ofrecieron como voluntarios para el ejército para derrotar la invasión.
Jomeini y sus partidarios en la clase capitalista aprovecharon la guerra para utilizar el recién formado Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica y su fuerza paramilitar Basij como arietes contra los trabajadores y su vanguardia, apuntando contra los logros alcanzados en la revolución. Para 1983 se había consolidado una contrarrevolución que incluyó la imposición del hiyab. Lograron hacer retroceder a los trabajadores y agricultores, pero no quedaron aplastados.
Profunda crisis capitalista
Las protestas actuales también se apoyan en las acciones masivas contra el gobierno que estallaron en 2018 y 2019. Se están desarrollando en medio de una profunda crisis económica capitalista, agravada por las sanciones contra Irán respaldadas por Washington.
Farheektegan, un diario conservador, informó recientemente que “el número de matrimonios y nacimientos ha disminuido” y han aumentado los “abortos ilegales”, ya que los jóvenes tienen mayores dificultades para formar y mantener una familia.
El Sindicato de Camioneros y Conductores publicó videos de colas de vehículos en las gasolineras el 27 de diciembre debido a la escasez de combustible. “¿Es este el derecho del pueblo de Irán? Esperar en estas largas colas por los recursos naturales de su país”, escribió el sindicato. “¿Pudieron ustedes controlar esto ejecutando a los manifestantes?” dijeron, en referencia a las dos personas ahorcadas por el régimen a principios del mes pasado.
Un ejemplo de las divisiones provocadas por las protestas que ya llevan más de tres meses han sido las declaraciones del destacado clérigo sunita Maulana Abdul-Hamid, el imán del viernes en Zahedan, capital de la provincia de Sistán-Baluchistán. Esta es una de las regiones más subdesarrolladas y hogar de la nacionalidad mayoritariamente suní, los baluch. Baluchistán ha sido un semillero de oposición al régimen.
“El pueblo iraní no quiere nada más que justicia y libertad. En 1979, el pueblo de Irán hizo una revolución por estas cosas”, dijo Abdul-Hamid a decenas de miles de personas en un servicio de oración el 30 de diciembre. “No debería haber diferencia de derechos entre hombres y mujeres”.
Si bien Abdul-Hamid ha criticado algunas de las acciones del régimen, fue un partidario clave de la victoria de Raisi en las elecciones presidenciales de junio de 2021.
Un nuevo bloque de opositores de la República Islámica residentes fuera de Irán emitió una declaración conjunta de Año Nuevo por “libertad y justicia”. Este incluye al hijo del sha, Reza Pahlavi; la periodista Masih Alinejad, conocida opositora a la imposición del hiyab; y Hamed Esmaelilion, dirigente de las familias de las víctimas del derribamiento del vuelo ucraniano 752 que ha encabezado protestas por todo el mundo.
Esta coalición, que trata de embellecer el sangriento reinado del sha vinculándolo a las protestas de hoy, está buscando el reconocimiento de Washington y de otras potencias imperialistas como una alternativa “democrática” al actual régimen. Pero esto es lo contrario de lo que se necesita para avanzar en la lucha de los trabajadores y agricultores de Irán para defender sus propios intereses.
Crecen fisuras en clase capitalista
Otro ejemplo de las divisiones en la clase capitalista fueron los comentarios hechos por el general de brigada Hamid Abazari en un acto en Mazandaran en honor de los matones del Basij y otros agentes de la Guardia que han muerto en enfrentamientos con los manifestantes en los últimos meses. El veterano líder de la Guardia denunció a los “altos” oficiales del cuerpo y a los clérigos chiítas, sin identificarlos, que según él no apoyaban la represión del gobierno.
Luego, el Cuerpo de Guardias emitió un comunicado diciendo que esos comentarios “fueron su opinión personal, y que no corresponden con los hechos”.
Pueblo paga por intervenciones
Como en las protestas de 2018 y 2019, el impacto del uso del pueblo trabajador como carne de cañón por el régimen en sus intervenciones militares en el extranjero no está lejos de la superficie.
“Nuestros dólares están en Líbano, nuestra juventud está en prisión”, corearon los manifestantes en una protesta el 31 de diciembre en Najafabad, un centro agrícola de mayoría persa en la provincia de Isfahan. Esto refleja la creciente oposición al respaldo del régimen de Hezbolá en Líbano, que controla gran parte del país, y a las intervenciones militares contrarrevolucionarias del régimen iraní en la región. La colaboración de Teherán con el grupo reaccionario ha convertido a Líbano en una base para fabricar y lanzar misiles contra Israel.