El general Abdourahmane Tchiani derrocó al gobierno del presidente Mohamed Bazoum en Níger el 26 de julio, en medio del deterioro de las condiciones que enfrentan millones de trabajadores y agricultores, y los ataques de grupos terroristas islamistas.
La mayoría del pueblo trabajador de Níger son agricultores de subsistencia afectados por sequías, una profunda crisis económica y las amenazas de las fuerzas islamistas. Alrededor de 21 millones de una población de 25 millones no tienen acceso a la electricidad. Instalaciones sanitarias básicas están disponibles solo para el 13% de la población en las zonas rurales.
Los gobiernos de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, un bloque de 15 naciones, amenazaron con una intervención militar para revertir el golpe. La CEDEAO está presidida por los gobernantes de la vecina Nigeria, aliados de Washington.
La CEDEAO impuso sanciones que dificultan la vida del pueblo trabajador en Níger. El gobierno de Nigeria cortó su suministro eléctrico a Níger, fuente del 70% de la electricidad.
Los gobiernos militares en Malí y Burkina Faso condenaron las amenazas de invasión y se comprometieron a ayudar a los nuevos gobernantes de Níger.
El golpe de estado agudizó las tensiones entre el imperialismo francés —los ex gobernantes coloniales de Níger que se habían aliado con Bazoum— y Moscú, que ha venido aumentando su presencia militar en la región del Sahel.
París tiene 1,500 tropas en Níger, su contingente más grande de los 5,650 que tiene desplegados en África. Los yacimientos de uranio de Níger son de mucha importancia para las centrales nucleares francesas, que producen la mayor parte de la electricidad del país. París también exporta energía a Alemania, que cortó sus importaciones de gas de Rusia tras la invasión de Ucrania por Putin.
Washington tiene dos bases militares y 1,100 tropas en Níger. Habían estado entrenando a las fuerzas especiales de Bazoum. El Pentágono ha lanzado ataques con drones contra Libia desde Níger y realiza operaciones de vigilancia de la región desde ahí.
Tanto los gobernantes franceses como los norteamericanos justifican su presencia como intentos de detener a las fuerzas islamistas, que se han apoderado de vastas extensiones en Malí y otros lugares, obligando a millones a huir de sus hogares. Ninguno ha tenido mucho éxito.
Los líderes golpistas en Níger anunciaron el fin de los acuerdos militares con el gobierno francés y suspendieron los ejercicios militares conjuntos con Washington.
Miles de personas se manifestaron el 11 de agosto cerca de una base militar francesa en Niamey, la capital de Níger, coreando “¡Abajo Francia! ¡Abajo la CEDEAO!”.
Los nuevos gobernantes de Níger se presentan como luchadores antiimperialistas para conseguir apoyo.
Desde el golpe, París y Washington han suspendido la ayuda financiera a Níger, empeorando la situación para los trabajadores y agricultores. Casi la mitad del presupuesto del país procede de la ayuda exterior.
Los capitalistas chinos también están explotando el petróleo y el uranio de Níger, y Beijing está construyendo un oleoducto en el sureste.
El presidente ruso, Vladímir Putin, está tratando de incrementar la influencia, comercio y presencia militar de Moscú en la región. Las tensiones entre Washington y Moscú han aumentado desde la invasión de Ucrania por Putin y las severas sanciones impuestas por Washington y sus aliados contra Rusia. Las presiones hacia nuevas guerras están creciendo.
Putin ha desplegado mercenarios de Wagner por África desde 2017. Actualmente operan en Malí y Libia, que limitan con Níger, y en la República Centroafricana y Sudán.
El jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, elogió el golpe como una victoria en la batalla “del pueblo de Níger contra sus colonizadores”.