Las instituciones políticas, económicas y militares constituidas por Washington tras su victoria en la segunda guerra mundial imperialista —la OTAN, Naciones Unidas y otras— fueron utilizadas para imponer su dominio sobre el “nuevo orden mundial” capitalista. Hoy, estas instituciones se están deshaciendo. Y lo mismo está ocurriendo con las creadas en respuesta a estas por los aliados y rivales imperialistas de los gobernantes norteamericanos, como la Unión Europea.
Esta situación es producto de la creciente crisis económica, política y moral de los gobernantes capitalistas, la cual está agudizando la competencia entre Washington y sus rivales capitalistas en Europa y Rusia y con el creciente poder de Beijing. La posición de los gobernantes estadounidenses se empeoró cuando lanzaron guerras en Iraq, Afganistán y en otros países basándose en la ilusión de que habían ganado la Guerra Fría. Los conflictos entre los gobernantes capitalistas son sobre todo producto de su incapacidad de asestar derrotas duraderas a la clase trabajadora, que hoy está buscando formas de enfrentar los ataques de los gobernantes que tratan de imponer la carga de la crisis capitalista sobre las espaldas de los trabajadores y agricultores.
Los medios liberales en Estados Unidos, y algunos republicanos, insisten en decir que el problema es el presidente Donald Trump. Pero la causa de su crisis —y los mayores cambios en su “orden mundial” en 70 años— radica en su sistema capitalista.
Trump, al tratar de avanzar los intereses de los capitalistas norteamericanos, está ayudando a impulsar estos cambios y —sin proponérselo, sin dudas— lo está haciendo de una manera que abre un espacio político que es bueno para la clase trabajadora. Eso puede ser cierto en el Medio Oriente, Corea y en otros lugares.
“Yo creo que Trump podría ser una de esas figuras en la historia que aparece de vez en cuando para marcar el final de una era y obligarla a renunciar a sus viejas pretensiones”, dijo el ex secretario de estado Henry Kissinger al Financial Times el 16 de julio, el día después de la reunión de Trump y el presidente ruso Vladimir Putin en Helsinki.
El ‘orden mundial’ de Washington
La OTAN se formó en abril de 1949 para defender los intereses imperialistas norteamericanos y en contra de la expansión de las luchas revolucionarias, especialmente en Europa. Pero apenas unos meses después los capitalistas estadounidenses “perdieron” China, la cual esperaban que sería su recompensa por su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Un levantamiento de millones de personas puso fin a la tiranía de los terratenientes y caudillos respaldados por Washington, unificando a la nación y sentando las bases para expropiar a la clase capitalista en China.
Luego los gobernantes norteamericanos fueron derrotados en su esfuerzo para imponer su voluntad en la Guerra de Corea de 1950 a 1953, y las fuerzas imperialistas francesas fueron vencidas en Vietnam. Washington fundó la Organización del Tratado del Sudeste Asiático en 1954, un pacto militar que incluía a los gobiernos de Australia, Francia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas, Tailandia y el Reino Unido. Fue disuelta en 1977, dos años después de que el pueblo trabajador vietnamita expulsó a Washington, reunificó el país y abrió la puerta al derrocamiento del régimen capitalista en ese país.
La Organización del Tratado Central (CENTO) fue establecida en 1955 a instancias de Londres y Washington para reforzar los intereses imperialistas en el Medio Oriente. Estaba compuesta de los gobiernos de Turquía, Irán, Pakistán, el Reino Unido y desde 1959 Estados Unidos. Después de la revolución iraní de 1979 —que derrocó el dominio tiránico del sha respaldado por Washington, y abrió el espacio político para millones de trabajadores, mujeres y los oprimidos— la CENTO también fue disuelta por Washington.
Desde la implosión de la Unión Soviética en 1989, sucesivas administraciones estadounidenses han actuado bajo la ilusión de que ganaron la Guerra Fría. Esto ha incluido la incorporación de 12 países de Europa oriental y central en la OTAN. Luego, la organización, dirigida por Washington, violó provocativamente en 2016 un acuerdo de la OTAN de 1997 con Rusia, al estacionar 4 mil soldados en rotación permanente cerca de la frontera rusa, allanando el camino para nuevos conflictos con la ascendente clase capitalista rusa.
Washington ha librado una serie de guerras en el Medio Oriente y Afganistán que en vez de restaurar la estabilidad para los gobernantes capitalistas la ha socavado.
La actual Casa Blanca pretende aderezar al masivo poderío militar de Washington, pero en vez de utilizarlo para imponer su voluntad, trata de negociar soluciones en Corea y el Medio Oriente, y busca la ayuda de Moscú.
Los gobernantes de Alemania, Francia y el Reino Unido se niegan a pagar su cuota en la OTAN, basándose en la falsa creencia de que pueden seguir siendo actores capitalistas mundiales y a la vez depender del poder militar de Washington. Y Washington está cada vez más reacio a pagar por ellos. Para los capitalistas norteamericanos, la “alianza” militar está subordinada a sus relaciones directas con los gobernantes de cada nación.
Se astilla la Unión Europea
Cuando Trump describió correctamente a la UE como un “enemigo comercial”, el Financial Times y otros medios liberales y globalistas lo criticaron. Pero los competidores de Washington crearon la UE como un bloque proteccionista para competir con los capitalistas norteamericanos, incluyendo con el uso de aranceles contra ellos. Y los gobernantes alemanes usan su dominio del bloque para exprimir a los trabajadores en las naciones capitalistas más débiles del sur de Europa.
Los oponentes liberales del presidente Trump han utilizado estas disputas y conflictos con los “aliados” de la OTAN para pintarlo como un “traidor” y el destructor de un “orden internacional basado en reglas”. Steven Erlanger y Jane Perlez escriben en el New York Times que los “aliados tradicionales” de Washington están “reforzando un sistema global que el presidente Trump parece estar listo a derribar”.
Trump cree que las conversaciones directas entre los gobernantes norteamericanos y otras potencias, ya sea en las naciones capitalistas en declive en Europa o en otro lugar, son mucho más efectivas hoy en día que estar atrapados en bloques del pasado.
Como lo describe el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, Jack Barnes, en el artículo “Ha comenzado el invierno largo y caliente del capitalismo” en Nueva Internacional no. 6, aquellos que defienden las instituciones “transnacionales”, le atribuyen al orden mundial capitalista “poderes que no tiene: lo adornan con fetiches que lo hacen aparecer cada vez más invulnerable”.
“Toda tendencia hacia la supuesta disolución de las fronteras estatales de las grandes potencias imperialistas en nuestra época ha sido, y sigue siendo, una ilusión”, explica. “Cada éxito aparente en evitar una crisis, aplaza y aumenta la magnitud para la próxima ocasión, agudizando así las contradicciones”.
El “orden mundial” posterior a la Segunda Guerra Mundial se viene abajo. Los trabajadores de hoy están buscando formas de enfrentar los efectos de la crisis de los gobernantes capitalistas. A través de estas batallas encontrarán un camino para romper de una vez por todas ese “orden mundial” capitalista.