Apenas siete semanas después de que el enorme buque portacontenedores Dali se estrellara contra el puente Francis Scott Key en Baltimore, una barcaza petrolera se estrelló contra el ruinoso puente de Pelican Island en Galveston, Texas. Unos 2 mil galones de petróleo fueron derramados en la bahía y dañó aún más al puente.
“Es el peor accidente que he visto”, dijo al Galveston Daily News el vigilante del puente David Flores, quien trabajó para el distrito portuario y de navegación por 40 años.
En todo el país, la infraestructura se está desmoronando, amenazando la vida y la seguridad física de los trabajadores. Para los gobernantes capitalistas, el solucionar estos problemas es una pérdida de ganancias. Cuando el puente Francis Scott Key se derrumbó, seis trabajadores murieron y el puerto de Baltimore fue cerrado, dejando sin trabajo a miles de estibadores y otros trabajadores.
Las autoridades de Galveston cerraron el tráfico en el tramo que conecta Galveston con la pequeña isla, que alberga un astillero, otras operaciones industriales y una extensión de la Universidad Texas A&M.
El accidente ocurrió después de que fuertes vientos empujaron hacia el puente la barcaza de 321 pies de largo, que se había separado del remolcador que la tiraba. Dos miembros de la tripulación salieron ilesos después de saltar o caer al canal del barco mientras caían los escombros del puente sobre la barcaza.
El puente, construido en 1960, había sido clasificado por funcionarios estatales como “al final de su vida estructural”. Trozos de los pilotes de soporte han desaparecido. Su estado empeoró cuando fue impactado por otra barcaza en julio pasado. Las autoridades habían estado considerando reconstruirlo.
El Departamento de Transporte de Texas informa que, de los 53,018 puentes en el estado, 1,025 son “estructuralmente deficientes” y 7,577 son “funcionalmente obsoletos”.
El New York Times informó el 15 de mayo que unos 300 puentes importantes de Estados Unidos tienen sistemas de protección que están “deteriorados, potencialmente obsoletos o inexistentes”. Las decisiones sobre qué hacer al respecto, afirmó, se basan en un “análisis de costo-beneficio”. Esa es una expresión evasiva para decir que, si es demasiado caro, dejémoslo así.
“Los accidentes entre puentes y barcos han ocurrido con cierta regularidad en las últimas décadas”, dijo el Times.
En la Bahía de Tampa, el carguero Summit Venture chocó con una columna de soporte del puente Sunshine Skyway en 1980, enviando a varios vehículos, incluido un autobús Greyhound, a la bahía, matando a 35 personas.
En Mobile, un remolcador que empujaba barcazas en medio de una densa niebla se estrelló contra un puente ferroviario en 1993. Un tren de Amtrak que se dirigía a Miami se descarriló en el puente, enviando varios vagones al agua, matando a 47 personas e hiriendo a 103.
En 2001, un remolcador que arrastraba cuatro barcazas chocó con el puente que conectaba South Padre Island con Port Isabel en Texas. Los conductores no pudieron ver los tramos faltantes y 10 autos se salieron del puente, matando a ocho e hiriendo a tres.
Un remolcador perdió el control en el Río Arkansas en 2002, lo que provocó que las barcazas se estrellaran contra un puente de la Interestatal 40 sobre el río en Webbers Falls, Oklahoma, cuyo tramo central colapsó. Coches y camiones cayeron al agua, matando a 14 personas.
Culpan a los trabajadores
En Baltimore, el Dali finalmente fue liberado de los escombros del puente el 20 de mayo y remolcado al muelle para reparaciones temporales. Para permitir esto, hubo que sacar de la cubierta del barco miles de toneladas de acero destrozado del puente Francis Scott Key. Esto incluyó una serie de explosiones “controladas” para separar los pedazos.
La edad del puente, la falta de protección de los pilares y su diseño “crítico para fracturas”, o sea, que una rotura en cualquier parte del puente podría derrumbar al agua una gran parte de toda la estructura, lo había convertido en un desastre a punto de ocurrir.
Pero la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte y del FBI más bien se han enfocado en culpar a los 21 miembros de la tripulación, quienes son de India y Sri Lanka, del desastre. No se les ha permitido abandonar el barco desde el accidente.
“La tripulación está aislada de sus familias, compañeros de trabajo y del resto del mundo”, dijo el reverendo Joshua Messick, director ejecutivo del Centro Internacional de Marineros de Baltimore.
Así es como funciona el capitalismo. Siempre se culpa a los trabajadores, no a los patrones motivados por sus ganancias, ni a su gobierno.