Este mes se cumple el 77 aniversario desde que miles de supervivientes del Holocausto abordaron un barco en Francia, pronto rebautizado como el Exodus 1947, en un intento de reconstruir sus vidas en Palestina. Desde el principio, el barco fue seguido y luego brutalmente atacado por fuerzas navales británicas y capturado en aguas internacionales antes de llegar a su destino.
Parte de la historia se popularizó en la película “Éxodo” de 1960, basada en una novela de León Uris. Pero ni la película ni el libro relatan la verdadera historia de lo que sucedió.
Londres buscó detener la inmigración judía a Palestina, parte de su imperio colonial que esperaba conservar. Al igual que sus aliados imperialistas en Estados Unidos y Canadá, los gobernantes británicos impidieron que los judíos que huían de la persecución nazi antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial ingresaran a su país. Los sobrevivientes del Holocausto fueron alojados en miserables campos de desplazados, algunos ubicados en antiguos campos de concentración nazis.
El barco, un viejo barco de vapor destartalado, fue diseñado para acomodar a 400 pasajeros. Fue comprado por judíos en Estados Unidos y remodelado para alojar a miles de personas.
Unos 4,554 hombres, mujeres y niños —muchos de ellos viajando con documentos falsos en más de 170 camiones desde los campos de Alemania y Polonia— subieron al abarrotado barco en Sete, Francia, el 11 de julio para comenzar el viaje.
Treinta y cinco de los 39 miembros de la tripulación del barco eran voluntarios estadounidenses, la mayoría de ellos judíos.
Navegando de noche con la esperanza de no ser vistos, el barco despegó sin luces encendidas y sin la ayuda de un práctico o remolcador. Se quedó atascado en el lodo, pero logró liberarse y salir al Mediterráneo.
Pero había sido detectado por un avión espía británico y seguido por una flota armada británica que llegó a alcanzar hasta 12 barcos, incluidos tres destructores y un crucero, cuando el Exodus se acercaba a la costa de Haifa en Palestina.
“Al parecer, los británicos no se molestaron en esperar a que cruzáramos el límite de las aguas territoriales, sino que nos atacaron en alta mar”, escribió Dov Freiberg, un pasajero del Exodus. “No íbamos a ganar la batalla, pero ni por un momento nos pasó por la cabeza la idea de rendirnos”.
Atacados, encarcelados por ingleses
Las fuerzas británicas lanzaron gases lacrimógenos y ametrallaron el barco. Dos destructores embistieron el frágil barco desde lados opuestos, chocando contra sus cubiertas superiores y amenazando con hundirlo. Marineros británicos armados abordaron violentamente.
“Estábamos luchando contra ellos con palos y puños. Se libraban combates cara a cara y cuerpo a cuerpo a lo largo de toda la cubierta”, dijo Freiberg.
Los británicos mataron a garrotazos al primer oficial, William Bernstein, de 24 años, un judío de Estados Unidos. Mataron a dos pasajeros: Mordechai Bunstein, de 23 años, sobreviviente de un campo de concentración, y Hirsh Yacubovitch, de 15 años, que sobrevivió a los nazis en Polonia. Decenas resultaron heridas.
Después de tres horas de lucha la marina británica remolcó al Exodus hasta el puerto de Haifa. Fue recibido por varios miles de judíos que demostraban su solidaridad con los pasajeros asediados. Las autoridades británicas obligaron a los pasajeros a desembarcar, los sometieron a un despiojamiento y los cargaron en tres transportadores de la marina (Runnymede Park, Ocean Vigour y Empire Valour) que habían sido convertidos en barcos prisión. Entre los que estaban allí para hablar con los refugiados judíos, buscando exponer las horrendas condiciones que enfrentaban, estaba Ruth Gruber. Ella fue uno de los tres periodistas a los que les permitieron subir a los barcos prisión y la única que traía una cámara.
“Nadie podía destruirlos”, dijo al New York Times en una entrevista en 2011. “Sobrevivieron a los campos de exterminio, los campos de desplazados, el destartalado barco y ahora este barco”.
Cuando se bajó del barco el cónsul general británico le exigió que le entregara el rollo de la cámara. Gruber se negó. Las autoridades británicas entonces le dijeron, como le dijeron a los veteranos del Exodus, que iban a desembarcar en el campo de desplazados en Chipre. Gruber voló allá para encontrarse con ellos, pero los británicos habían mentido.
Los tres barcos prisión regresaron a Francia. Las condiciones a bordo eran horrendas, con los refugiados hacinados. A su llegada a Toulon, los pasajeros se negaron a desembarcar durante tres semanas y muchos de ellos llevaron a cabo una huelga de hambre de 24 días. Las autoridades francesas rechazaron las demandas británicas de sacarlos a la fuerza.
Obligados a regresar a Alemania
Luego, las autoridades británicas llevaron los barcos a Hamburgo, en la zona ocupada por los británicos en Alemania. Allí, el 8 de septiembre, frente a la prensa internacional, la mayoría de los refugiados judíos fueron sacados a la fuerza de los barcos por 2,500 marines británicos. “Nos atacaron y comenzaron a golpearnos con garrotes y porras en la cabeza y los brazos”, escribió Freiberg.
Fueron llevados a campos de desplazados en Poppendorf y Am Stau. “Desde el exterior, nuestro campo parecía un campo de concentración alemán”, dijo Frieberg, describiendo su encarcelamiento en Poppendorf. “Soldados armados nos vigilaban día y noche”.
El 29 de noviembre de 1947 cuando estaba por expirar el Mandato de Gran Bretaña sobre Palestina la ONU votó a favor de dividir el territorio en dos nuevos estados, uno con mayoría judía y el otro con mayoría árabe. Los gobernantes norteamericanos, que buscaban remplazar a Gran Bretaña como potencia imperialista dominante en el Medio Oriente, respaldaron la creación del estado de Israel. Al expirar el Mandato Israel declaró su condición de estado el 14 de mayo de 1948.
Los asediados refugiados del Exodus, que no tenían otra opción, emprendieron su camino hacia una nueva vida en Israel.
“4,500 judíos reciben otra lección de ‘democracia’”, se tituló un artículo del Militante del 4 de agosto de 1947 sobre el Exodus. “Los bandidos imperialistas británicos no están solos en su responsabilidad por este monstruoso episodio, que es solo uno de los espantosos crímenes contra un pueblo que ha sufrido durante mucho tiempo”, afirmó. Esto “no puede encubrir el crimen del gobierno de Wall Street al cerrar las puertas de este país a estas personas desplazadas”.