BAGDAD, Iraq — La mayor de las batallas que enfrenta la clase trabajadora en los años que vienen es “la batalla para deshacernos de la imagen propia que nos inculcan los gobernantes, y para reconocer que somos capaces de tomar el poder y organizar la sociedad”.
Esas son las palabras finales de Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos en ¿Son ricos porque son inteligentes? Clase, privilegio y aprendizaje en el capitalismo. Ese libro fue, con mucho, el más vendido en el stand de la editorial Pathfinder en la Feria Internacional del Libro de Bagdad celebrada del 7 al 18 de febrero. Los asistentes a la feria compraron unos 150 ejemplares del título, del total de 1 460 libros de Pathfinder vendidos.
Es la primera vez que Pathfinder participa en este evento cultural anual en Iraq. Los voluntarios del stand tuvieron la oportunidad de abordar temas de vital importancia para el pueblo trabajador en todo el mundo. Estas discusiones y debates políticos fueron aún más apremiantes en un país cuyo pueblo durante décadas, y en contra de su propia voluntad, ha estado en la primera fila del derrumbe del “orden mundial” capitalista.
Deshacerse de “la imagen propia que los gobernantes” imponen al pueblo trabajador y reconocer de lo que somos capaces, como los voluntarios del stand de Pathfinder explicaron una y otra vez a los participantes, son un subproducto, ante todo, de la participación en la actividad social y política de la clase obrera, no de libros e ideas. Pero a medida que los trabajadores comienzan a involucrarse en luchas, como expresa Barnes en ¿Son ricos porque son inteligentes?, también comenzamos a “educarnos colectivamente”.
Nos interesamos en cómo empezó el sistema capitalista de explotación, para comprender mejor cómo puede ser derrocado y remplazado por el pueblo trabajador. Queremos aprender sobre los avances que ha hecho la humanidad, desde los primeros seres humanos que surgieron del reino animal a través de la fabricación de herramientas y la caza; a las rebeliones de esclavos, siervos y trabajadores a lo largo de la historia; a las batallas revolucionarias más recientes de trabajadores y agricultores, incluyendo las victoriosas revoluciones socialistas, la Revolución Cubana y la Revolución Bolchevique del siglo pasado.
Aprendemos a ubicarnos en “la visión amplia de la historia”, tomando prestado el título de un folleto de George Novack, dirigente del PST de una generación anterior cuyos libros sobre marxismo e historia fueron populares en la feria.
Es por eso que los voluntarios de Pathfinder durante nuestra primera visita a Bagdad estábamos decididos a no regresar a casa sin visitar el Museo Nacional de Iraq. Porque no hay un lugar mejor para tener una idea de esa “visión amplia de la historia”.
Como el antiguo director del museo, Donny George Youkhanna, escribió en el American Journal of Archaeology en 2010, el museo contiene “la evidencia material para el desarrollo de la sociedad humana civilizada desde el comienzo de su historia. Esta colección completamente documentada de hallazgos de la cuna de la civilización resume los pilares más esenciales de nuestra vida moderna, incluyendo la agricultura, la escritura, las leyes, las matemáticas, la astronomía, las artes y la guerra”.
Los obstáculos que superaron
Lo que se exhibe en el Museo Nacional de Iraq es único y extraordinario, sobre todo cuando se consideran los obstáculos que han superado los colaboradores del museo, incluidos los infames saqueos y robos que fueron fruto directo de la invasión de Iraq dirigida por Washington en marzo de 2003. Los primeros implementos de piedra rudimentarios en exhibición se remontan a 10 mil a 40 mil años antes de Cristo. A estos les siguen herramientas de piedra para arar, cosechar y triturar, así como cerámica, ya que los humanos comenzaron a cultivar la tierra y preservar los alimentos para tener una dieta más segura y abundante. Más adelante, se ven herramientas y estatuillas bellamente decoradas, las primeras muestras de arte.
En galerías que trazan el apogeo y la decadencia de las civilizaciones sumeria, acadia, asiria, babilónica y otras, se ve cómo se desarrolló la agricultura y la domesticación de animales, y a medida que incrementó la productividad del trabajo social fue posible obtener un excedente de alimentos más allá de lo necesario para la mera supervivencia. Sobre esa base, la propiedad privada remplazó a la vida comunitaria y llegó a dominar todas las relaciones sociales.
La parte más espectacular del museo es la sala asiria, que tiene enormes estatuas y paredes con relieves del palacio de Nimrud, diseñadas para inspirar asombro y temor al rey. En su cenit en el siglo VII antes de Cristo, el imperio asirio se extendía desde el Mediterráneo hasta las montañas del oeste de Irán, habiendo subyugado a los habitantes con sangrientas masacres y obligándolos a rendir homenaje, el fruto de su trabajo, al rey.
Aquí vemos cómo “la cuna de la civilización” fue al mismo tiempo la cuna de la sociedad dividida en clases y la explotación del trabajo humano. Cómo surgió un pequeño número de hombres, por primera vez en la historia de la humanidad, como clase dominante, sometiendo a otros hombres y mujeres a lo largo de un conflicto sangriento.
También se vislumbra la lucha histórica cuando esta nueva clase gobernante degradó el lugar de las mujeres en la sociedad, transformándolas en propiedad y sentando las bases para la opresión de las mujeres por milenios. Las estatuas primitivas de diosas de la fertilidad dan paso a los reyes y sacerdotes. Entre las muchas impresionantes tallas y estatuas en la sala asiria, todas representando hombres, jefes y sirvientes, solo hay una estatua, crudamente tallada, de una mujer.
Los orígenes de la opresión de la mujer, y el curso necesario para su emancipación, como parte de las luchas más amplias de los trabajadores, se documentan en los libros de los dirigentes del PST Evelyn Reed, Mary-Alice Waters y Joseph Hansen, como Is Biology Woman’s Destiny? (¿Es la Biología el destino de la mujer?); Woman’s Evolution (La evolución de la mujer); Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer; y otros. Estos también están entre los más vendidos en el stand de Pathfinder durante la feria del libro de Bagdad (y en muchos otros eventos similares en todo el mundo).
Siglo de opresión y convulsión
El Museo de Iraq traza sus orígenes a la división del Medio Oriente entre el imperialismo británico y el francés después de su victoria en la Primera Guerra Mundial, la primera matanza imperialista mundial, contra el Imperio Otomano, situado en lo que hoy llamamos Turquía. Los gobernantes británicos crearon el moderno Iraq bajo el dominio de su títere, el rey Faisal Ibn Husayn.
El Museo de Iraq se fundó en 1923 cuando Gertrude Bell, quien al servicio del imperialismo británico había sido clave para imponer eldominio del rey Faisal sobre el pueblo iraquí, previno el saqueo por el arqueólogo Leonard Woolley de artefactos encontrados en la antigua ciudad sumeria de Ur de 5 mil años de antaño.
El plan de los saqueadores coloniales había sido dividir el botín entre el Museo Británico de Londres y el Museo de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia. Con los objetos históricos que había podido preservar en Iraq, Bell fundó un museo en el centro de Bagdad, utilizando como galerías dos habitaciones en un cuartel del Imperio Otomano.
La actuación de Bell fue en claro contraste con la práctica colonial de saquear tesoros arqueológicos del Medio Oriente y de otros lugares para llenar los grandes museos nacionales de toda Europa. Esto coincidió con la decisión de los gobernantes británicos, frente a las crecientes aspiraciones nacionales de los árabes, kurdos y otros pueblos de la región, de gobernar Iraq no como una colonia directa, sino como un “protectorado”. Londres ejerció este “mandato” iraquí bajo la llamada Liga de las Naciones
(precursora de la Organización de Naciones Unidas antes de la Segunda Guerra Mundial), la que el dirigente bolchevique ruso V.I. Lenin acertadamente denominó “cueva de ladrones”.
En julio de 1958, un golpe de estado liderado por el general Abdul Karim Qasim, respaldado por una rebelión popular, sacó del poder a la monarquía instalada por los británicos. Fue durante este período de cambio y luego de contrarrevolución que el mu
seo se trasladó a su actual ubicación construida para ese propósito, abriendo sus puertas en 1964. Qasim había sido derrocado el año anterior en un golpe sangriento que allanó el camino para la dictadura del partido Baaz a finales de la década.
Ni Qasim ni los siguientes regímenes nacionalistas burgueses actuaron a favor de los intereses de los trabajadores y agricultores de Iraq, aunque se presentaban como defensores “antiimperialistas” de la soberanía iraquí. El tiránico régimen de Saddam Hussein,especialmente, se presentó como la encarnación moderna de “la cuna de la civilización” para justificar la opresión y explotación de los trabajadores iraquíes, la supresión brutal del pueblo kurdo y sus invasiones de Irán y Kuwait.
Como lo explica John Robertson en Iraq: A history, “El sitio de Babilonia ha sido completamente destrozado: primero por Saddam Hussein, quien construyó su propio palacio y realizó restauraciones para asociar su dictadura con la antigua era de grandeza real [los trabajadores con conciencia política agregarían, “grandeza” acompañada por las inimaginables atrocidades de las primeras formas de dominio de clase: ÖJ]; luego, después de 2003, por las fuerzas norteamericanas, que establecieron una base directamente encima de las antiguas ruinas, sus Humvees y tanques aplastando las antigüedades babilónicas que aún yacen bajo tierra”.
Muchos objetos importantes que forman parte del patrimonio nacional de Iraq permanecen en museos europeos y norteamericanos. En el museo de Bagdad, un cartel junto a una pequeña sección sobre la Puerta Ishtar de Babilonia dice “vale la pena mencionar” que la mayor parte de esta magnífica entrada a la ciudad fue llevada a Alemania a principios del siglo XX y es una de las piezas centrales de Museo Pérgamo de Berlín. El Museo Británico, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y otras pretenciosas y escurridizas operaciones aún tienen muchos artefactos asirios y de otros, entre ellos enormes esculturas de toros alados.
Durante las últimas cuatro décadas, el patrimonio del Museo Nacional de Iraq ha sido asediado por conflictos violentos. Durante la guerra de 1980-88 contra el vecino Irán, las galerías públicas fueron desmanteladas y muchas piezas fueron almacenadas. El régimen de Saddam Hussein lanzó esa guerra, en la que murieron cientos de miles de personas de ambos lados, con el objetivo de aplastar la revolución de 1979 de los trabajadores, agricultores y jóvenes iraníes, y de ocupar y anexar ricos yacimientos petrolíferos, estratégicas vías fluviales e instalaciones portuarias.
En la década posterior al asalto militar de 1990-91 contra Iraq por una coalición liderada por Washington, el pueblo iraquí enfrentó inmensas privaciones bajo las sanciones económicas impuestas por Naciones Unidas y los bombardeos continuos de Washington. Cientos de miles de personas perdieron su vida debido a la desnutrición y la falta de medicamentos. Durante estos años, el museo permaneció casi cerrado, solo reabriendo completamente en 2000.
En marzo de 2003, Washington, Londres y otros regímenes imperialistas, “la coalición de los dispuestos”, invadieron de nuevo a Iraq, esta vez derrocando a la dictadura de Saddam Hussein e imponiendo una ocupación dirigida por Washington. Justo después del arribo de las primeras tropas estadounidenses a Bagdad, el museo sufrió 36 horas de saqueo indiscriminado del 10 al 12 de abril, con alrededor de 15 mil artículos robados. Este es ampliamente considerado como uno de los peores casos de vandalismo cultural en los tiempos modernos.
En su artículo de 2010, Youkhanna describe en términos muy contenidos cómo los funcionarios de la Junta Estatal de Antigüedades y Patrimonio rechazaron una propuesta arrogante del “experto en el Medio Oriente” estadounidense William R. Polk, de que se enviaran los tesoros al extranjero antes de la invasión, la cual el mundo entero sabía que venía. En cambio, estos trabajadores culturales iraquíes trataron de proteger lo más posible el patrimonio arqueológico de Iraq. Objetos de museos locales fueron enviados a Bagdad. Cinco empleados movieron todos los objetos portátiles a un lugar secreto que solo ellos conocían. Los registros del museo y 40 mil manuscritos históricos fueron colocados en un refugio antiaéreo. Los estantes móviles fueron cerrados y soldados. Los artículos más grandes fueron protegidos con bolsas de arena, y las puertas y ventanas fueron bloqueadas con concreto. Estas acciones salvaron la mayor parte de la colección.
Esfuerzos para recuperar las piezas robadas comenzaron una semana después del saqueo. Se recuperaron muchas piezas invaluables en los primeros meses, incluido el “Jarrón Warka” y la “Dama de Warka”, una representación increíblemente realista en tamaño real de la cabeza de una mujer sumeria, ambas de alrededor del año 3 000 antes de Cristo. Eventualmente, se recuperaron unas 7 mil piezas.
Destrucción, restauración
Iraq ha continuado sufriendo la devastación de su patrimonio cultural. La destrucción más extrema a manos del Estado Islámico cuando el grupo terrorista controló gran parte de Iraq de 2014 a 2017. En Mosul, el sitio de la antigua ciudad de Nínive, el grupo destruyó sitios arqueológicos, el museo de Mosul y las dos bibliotecas principales.
Hay un flujo diario de visitantes a los museos, algunos del extranjero, pero en su mayoría iraquíes de todas edades que se nutren de la riqueza de conocimiento y disfrutan de su patrimonio nacional. Muchos reconocen que también es patrimonio de la humanidad.