El gobierno francés está desplegando tropas terrestres en Burkina Faso. Este es el primer gran envío de tropas imperialistas a ese país de África Occidental, con el fin de apuntalar un gobierno capitalista en crisis en una región asolada por la inestabilidad. El despliegue se anunció el 4 de noviembre.
Dos días después, hombres armados masacraron a por lo menos 38 mineros del oro e hirieron a 60 más cuando atacaron un convoy de cinco autobuses que los transportaba a una mina en el este de Burkina Faso. Los mineros denunciaron a la prensa que Semafo, los dueños canadienses de la mina, ignoraron su solicitud por mayor protección hecha cinco meses atrás.
Burkina Faso se encuentra en medio de una fiebre del oro impulsada por intereses imperialistas, que ha convertido al país en el cuarto productor de oro más grande de África. Hace solo una década, la principal exportación de Burkina Faso era el algodón. Pero el descubrimiento de oro ha hecho poco para mejorar la vida de la gran mayoría del pueblo trabajador en uno de los países más pobres del mundo, con una población de 20 millones de personas.
Desde 2015 han habido más de 1 100 muertes en Burkina Faso a raíz de unos 620 ataques de grupos criminales y de terroristas yihadistas afiliados a Al Qaeda y el Estado Islámico.
Muchos más han sido asesinados por las fuerzas gubernamentales y las milicias locales en operaciones de “contraterrorismo”. El ejército de Burkina Faso está implicado en docenas de muertes de ciudadanos inocentes, informó Human Rights Watch. Esto incluye la redada en una aldea donde según las tropas sacaron a 115 hombres y niños de sus hogares y los ejecutaron sumariamente.
Desde finales de 2018 el gobierno de Burkina Faso ha declarado estados de emergencia en varias provincias del norte, donde efectivamente ha perdido el control. Desde julio, más de 267 mil personas han huido de estas áreas en busca de refugio. En total, medio millón de personas han huido. Los campesinos han tenido que abandonar las granjas y la agricultura ha colapsado. Más de 2 mil escuelas han sido cerradas, afectando a unos 330 mil estudiantes.
Intervención imperialista en Malí
En la vecina Malí, al norte, Francia ha desplegado 4 500 soldados desde 2013. Estos efectivos, junto con 15 mil fuerzas “de paz” de Naciones Unidas, asestaron golpes a los grupos terroristas yihadistas y a las fuerzas tuareg opuestas al gobierno de Malí. Los tuareg son una población étnica oprimida principalmente nómada que viven en África del Norte.
Los logros militares de las tropas francesas y de la ONU han sido de corta duración. El Estado Islámico se atribuyó la responsabilidad de matar a unas 53 tropas malienses el 1 de noviembre. A fines de noviembre, las fuerzas francesas sufrieron 13 bajas en un choque de dos helicópteros, el mayor número de bajas en una sola acción desde 1986.
Aclamados inicialmente en 2013 como liberadores que restablecerían la seguridad, las tropas francesas ahora son cada vez más vilipendiadas por los malienses, que han comenzado a organizar protestas masivas para exigir su retiro. Muchos malienses culpan a las fuerzas francesas de las atrocidades y de confrontar a los grupos étnicos y tribus entre sí.
Respondiendo a esta presión, Ibrahim Boubacar Keita, el presidente de Malí, el 30 de noviembre pidió a la población que apoyara la continua intervención francesa. “Necesitamos su ayuda”, dijo, y deberíamos ser “humildes y agradecidos”.
“Este sentimiento contra la presencia militar francesa no es solo notable en Malí, sino también en Níger y Burkina Faso”, dijo a Bloomberg News Christian Bouquet, un académico francés.
El regreso a Francia de las bolsas con cadáveres y la creciente oposición en Malí han llevado al presidente francés Emmanuel Macron a presionar a otras potencias imperialistas en Europa para que contribuyan con tropas terrestres. Pero hasta ahora solo ha recibido asistencia financiera y logística, no tropas.
En febrero, el Comando África de Estados Unidos realizó Operación Flintlock en Burkina Faso para entrenar a fuerzas de operaciones especiales africanas en tácticas de contrainsurgencia y recolección de inteligencia. Unos 7 200 militares estadounidenses están estacionados en África. Unos 1 300 comandos de fuerzas especiales operan en cerca de una decena de países del continente. Washington también ha enviado unos 100 millones de dólares en ayuda militar a Burkina Faso en los últimos dos años.
Florence Parly, ministra de las fuerzas armadas francesas, advirtió que si no se resuelve la crisis en el Sahel llegará a las puertas de Europa. Europa “tendrá dos espadas de Damocles sobre su cabeza”, dijo, “terrorismo y secuestros, pero también inmigrantes ilegales”.
Liderazgo de Thomas Sankara
La escalada de violencia en Burkina Faso se remonta al gobierno de Blaise Compaoré, quien tomó el poder en un golpe de estado contra el gobierno revolucionario de Thomas Sankara en 1987, en el que Sankara fue asesinado.
A través de la revolución de 1983 dirigida por Sankara, millones de trabajadores libraron campañas de reforma agraria, para eliminar el analfabetismo y las enfermedades curables. Se organizaron para proteger el medio ambiente plantando millones de árboles y construyeron un ferrocarril para conectar a la nación. La revolución promovió la autosuficiencia alimentaria y en ropa para la población e integró a las mujeres en la actividad económica, social y política.
Sankara habló en interés de los trabajadores y campesinos internacionalmente, y resistió la presión imperialista y el sabotaje de París y Washington. Colaboró con Cuba revolucionaria y otros que luchan contra la opresión. Sus discursos, publicados por la editorial Pathfinder, siguen siendo populares hoy no solo entre los africanos sino también alrededor del mundo.
Compaoré revirtió los logros de la revolución, gobernando con puño de hierro. Su régimen renovó los lazos con los gobernantes capitalistas en Francia y Estados Unidos y colaboró con grupos terroristas en el país y la región con el objetivo de defenderse de los desafíos a su gobierno.