“Si voy a dedicarle una hora en la mañana a mi glamour… es porque me da la gana. … ¡Mi cuerpo, mi decisión!” dice la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, al describir su régimen de belleza diario en un video en YouTube de la revista Vogue. Unos 2 millones de personas lo han visto.
“Existe una idea realmente equivocada que si te preocupas por el maquillaje o si tus intereses son la belleza y la moda, eso es algo frívolo”, dijo. “Pero en realidad creo que estas son algunas de las decisiones más importantes que tomamos, y las tomamos todas las mañanas”.
Ocasio-Cortez es miembro del partido Socialistas Democráticos de América y es una figura política del Partido Demócrata que fue electa en gran parte por profesionales de clase media en Nueva York en 2018. Ella promueve reformas “socialistas” antiobreras y a favor de un gran gobierno que permita mantener el sistema capitalista. En este caso está promocionando la lucrativa industria de la “belleza”: empresas de cosméticos, revistas como Vogue y otras operaciones que generan miles de millones de dólares de ganancias. Al igual que Ocasio-Cortez, presentan sus productos como la respuesta a las inseguridades de las mujeres.
La congresista ha estado promocionando su “encantadora” rutina de cosméticos en su tutorial paso a paso “Secretos de belleza,” en el que aplica capas de maquillaje mientras habla de su política reformista. Ocasio-Cortez termina la sesión diciendo: “¡Aprovechemos el día y luchemos contra el poder!”
Unas 6.9 millones de mujeres han perdido sus trabajos desde febrero, a medida que los trabajadores cargan con la peor parte de los confinamientos y los cierres de la producción y el comercio impuestos tras el brote de coronavirus. Las mujeres constituyen una gran mayoría de los trabajadores en el cuidado de niños, tiendas de ropa, hoteles y restaurantes que han sido cerrados.
Los dueños de la industria de los cosméticos están buscando formas de restablecer las ventas que se redujeron durante la crisis. Estée Lauder informó que las ventas cayeron un 32 por ciento de abril a junio y dijo que eliminarán entre 1 500 y 2 mil puestos de trabajo.
Cosméticos y explotación de la mujer
El fetichismo de los cosméticos bajo el capitalismo no es nada nuevo. En la década de 1950, un debate sobre la cuestión del uso de cosméticos y su conexión con las relaciones de clase, la opresión de la mujer y las luchas del pueblo trabajador tuvo lugar en las páginas del Militante. En 1954, el director del periódico Joe Hansen escribió un artículo que expuso cómo la industria de los cosméticos se beneficia socavando el autoestima de las mujeres. Un lector escribió quejándose de que el artículo era una afrenta al derecho de las mujeres de clase trabajadora a buscar “un poco de encanto y belleza en su vida”.
Esta discusión es igualmente relevante, y fascinante, hoy. La discusión fue publicada en Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer por Hansen, Evelyn Reed y Mary-Alice Waters, dirigentes pasados y presentes del Partido Socialista de los Trabajadores. “Tras este debate”, explicó Reed en el libro, está “una cuestión de lucha de clases e ideología de clase”.
“Los cosméticos son un fetiche, un fetiche específico en el fetichismo general del mundo de las mercancías”, escribió Hansen. “El poder especial de los cosméticos proviene del hecho de que no solo se le adjuntan las relaciones económicas, sino también relaciones sexuales. Esa es la verdadera fuente de la ‘belleza’ que hombres y mujeres ven en los cosméticos”.
El pueblo trabajador se ve inundado por la publicidad constante que los presiona para que compren estas y otras mercancías. “Nuestra tarea, por lo tanto, consiste en exponer el sistema capitalista como causa de estos males, así como su masivo aparato propagandístico, que le dice a las mujeres que el camino que lleva al éxito en su vida y su amor pasa por la compra de objetos”, dice Reed. “Aprobar o aceptar las normas capitalistas en cualquier esfera —desde la política hasta los cosméticos— significa apuntalar y perpetuar este sistema despiadado de ganancias y su opresión continua de la mujer”.
Cuando defendemos el derecho de las mujeres a usar cosméticos “sin distinguir claramente entre ese derecho y la compulsión social capitalista” de usarlos, dice Reed, caemos en la trampa de la propaganda de la clase dominante.
En el prefacio de la edición en español del libro publicada en 2010, Waters escribe que Reed “explicó cómo y por qué las normas siempre cambiantes de la ‘belleza’ y la ‘moda’ que se imponen a la mujer —y al hombre— forman parte integral de la perpetuación de la opresión de la mujer. Explicó cómo, hace milenios, cuando surgieron la propiedad privada y la sociedad de clases mediante luchas sangrientas, la mujer se vio reducida a una forma de propiedad. Se convirtió en el ‘segundo sexo’”.
Waters dice que desde el debate de 1954, “La presión para ‘estar de moda’ —o sea, de ser ‘contratable’, y resultarle atractiva a un posible esposo— ha calado aún más hondo en la clase trabajadora”. Pero, como señala Reed, eso “no significa que debamos aceptar esas compulsiones y esos edictos arbitrarios y costosos de manera complacida o sin protestar”.
Reed dice que la lucha por la emancipación de la mujer es crítica, explicando: “La lucha de clases es un movimiento de oposición, no de adaptación, y no solo en el caso de los trabajadores en las fábricas, sino de las mujeres, tanto trabajadoras como las amas de casa”.
Esto es exactamente lo contrario de lo que Ocasio-Cortez con su “glamour” está haciendo hoy.