Los trabajadores y nuestros sindicatos debemos luchar para que se reduzca la semana laboral a 30 horas sin ningún recorte del salario neto. Esto puede evitar despidos y mantener a millones de trabajadores en sus empleos.
Una semana laboral de 30 horas de trabajo por 40 horas de pago en las minas, acerías, fábricas, almacenes y tiendas minoristas reduciría drásticamente la competencia por empleos. Evitaría que los patrones usen la amenaza de despidos o recortes de horas para bajar los salarios. Más importante aún, aseguraría que más trabajadores regresen al único lugar donde podemos unirnos y actuar como clase para luchar contra los esfuerzos de los patrones de obligarnos a pagar por la crisis de su sistema capitalista.
Las luchas que libramos en el trabajo por horas, salarios, condiciones laborales y nuestra salud es la única vía para avanzar. Las enfermeras del hospital Montefiore en New Rochelle, Nueva York, organizaron una huelga de dos días para exigir que se contrate más personal para poder proveer de manera segura la atención médica que tanto necesitan los trabajadores, y para aliviar las insoportables cargas de trabajo que están enfrentando. Decenas de miles de agricultores en la India, y trabajadores en Kurdistán se están movilizando para defender su sustento. Estas luchas suceden en medio de un desempleo masivo y cierres gubernamentales.
Luchas más amplias de los trabajadores por mejores salarios y condiciones laborales más seguras, y por la atención médica como un derecho, crecerán más rápido cuando aumente la contratación y los trabajadores sientan que hay más espacio para luchar.
A través de estas batallas, los trabajadores aprendemos nuestro valor y nuestras capacidades para la acción disciplinada y para ganar solidaridad. En la acción ganamos conciencia de clase y vemos más claramente que no existe un interés común entre trabajadores y patrones.
Hoy el gobierno muestra su desprecio por la vida y la integridad física de los trabajadores al negarse a utilizar los recursos del país para producir, distribuir y dar la vacuna contra COVID a todos. En cambio, todo esto está organizado de manera que aumente las ganancias de los patrones. Lo dejan en las manos de los dueños de FedEx y UPS, Walgreens y CVS y de los hospitales con fines de lucro que insisten en mantener el menor número posible de personal.
En sus manos la vacuna o cualquier atención médica siempre será una mercancía que se compra y se vende. Actúan para evitar que los competidores la adquieran, asegurando que millones en otros países y en todo el mundo semicolonial se queden sin inmunización durante meses, si no años.
Sus acciones reflejan los valores de una clase cuya moralidad es definida por las ganancias. Sus partidos Demócrata y Republicano, sus policías, tribunales, cárceles y la pena de muerte tienen el fin de defender este sistema despiadado.
Los trabajadores debemos construir nuestro propio partido político, un partido obrero basado en los sindicatos que defienda a todos los oprimidos y explotados. Con un partido obrero podemos trazar un rumbo para arrebatar el poder político de manos de los patrones y banqueros y reemplazar su sistema en bancarrota con un gobierno de trabajadores y agricultores.
La revolución que hicieron los trabajadores en Cuba en 1959 muestra que cuando los trabajadores y los agricultores toman el poder político y el control sobre la tierra, las fábricas y los bancos, controlan su propio futuro. Es un ejemplo poderoso para los trabajadores de todo el mundo.
Aprender sobre cómo los trabajadores y agricultores cubanos hicieron su revolución, uniéndose a las actividades para celebrar su 62 aniversario el 1 de enero y organizando actos públicos para defender la Revolución Cubana contra el brutal embargo de Washington puede ayudar a señalar el camino a seguir.