La cuestión de cómo lograr protecciones contra los desastrosos efectos de la profunda crisis social del capitalismo es algo que enfrentan hoy los trabajadores y sus familias. Se está volviendo cada vez más difícil formar una familia o mantenerla unida.
Los aumentos de precios de alimentos, alquiler, electricidad, combustible y otros artículos de primera necesidad se aceleraron a partir de 2021. El desempleo a largo plazo sigue más alto de los niveles previos a la pandemia y la carga de deuda del hogar agobia a los trabajadores y agricultores.
La incertidumbre sobre el futuro, el creciente costo del cuidado infantil y el alquiler y la caída de los salarios reales llevan a más hombres y mujeres jóvenes a posponer la formación de una familia. Estos obstáculos disminuyen las opciones de una mujer sobre si va a tener hijos y cuándo e imponen restricciones a la decisión sobre cuántos hijos tener. Alrededor del 63% de los padres que trabajan a tiempo completo dicen que el costo promedio de los servicios de cuidado de niños, 9,600 dólares al año, está fuera de su alcance.
La tasa de natalidad de Estados Unidos se desplomó un 4% entre 2019 y 2020, la caída más rápida en un solo año en casi 50 años. En Japón, el cociente entre la tasa de mortalidad y la de nacimientos está disminuyendo rápidamente: la población está disminuyendo en 1,500 personas cada día. Muchos políticos capitalistas ven esto como algo positivo y que evita que los niños no nacidos tengan una vida de carencias. Y muchos liberales argumentan que las tasas de natalidad deben disminuir para proteger el medio ambiente.
El deterioro del nivel de vida de la clase trabajadora estadounidense se intensificó con alzas de precios en un año que alcanzaron el 7.5% en enero, el más alto en 40 años. La deuda familiar creció en un billón de dólares el año pasado, el mayor aumento anual desde 2007, justo antes de la crisis financiera de 2008.
Para mantener sus ganancias muchos capitalistas tratan de disfrazar el aumento de precios, que debilita las ventas. Reducen el tamaño de los productos, agregan gastos de “procesamiento” y otras tarifas, o exigen que los clientes paguen por costos extras, como faldones en los automóviles, y cobran precios exorbitantes por ellos. La directora financiera de Disney, Christine McCarthy, dijo que reducir las porciones en los restaurantes de sus parques es “bueno para ayudar a que algunas personas adelgacen su cintura”.
El precio promedio de los alquileres aumentó un 14% y hasta un 40% en algunas ciudades.
Sin ningún aviso previo Con Edison, la empresa que monopoliza el servicio de electricidad en la ciudad de Nueva York, aumentó el precio un 28.2% el mes pasado. La compañía ha solicitado la aprobación de un aumento adicional del 11.2%. El día que expiró el moratorio al corte de servicios públicos que había impuesto el gobierno estatal, el 21 de diciembre, ConEd envió 128,299 avisos de terminación.
La carne ha subido un 12.2 por ciento durante el último año. Estos aumentos de precios no van a parar a los bolsillos de los pequeños agricultores, quienes son exprimidos por ambos lados: por el aumento del precio de las semillas y los fertilizantes y la reducción de los precios que reciben de los monopolios de alimentos. Las ganancias la reciben los dueños de los gigantes minoristas y fabricantes de alimentos. El precio de los fertilizantes ha subido hasta un 200% en el último año. Los pequeños agricultores explotados ahora tienen que decidir si usar una capa más fina de fertilizante, con el riesgo de que el rendimiento de la cosecha sea menor, reducir la siembra o endeudarse más profundamente.
“Estás alimentando a Estados Unidos y te vas a la quiebra al hacerlo”, dijo el ranchero de Missouri Coy Young al New York Times.
Subida de precios es global
Los trabajadores en Estados Unidos no están solos al enfrentar las ruinosas consecuencias del aumento de los precios. En la provincia kurda de Agri, Turquía, el 4 de febrero los residentes protestaron para exigir que la compañía petrolera estatal revierta su aumento del 25% en el precio del gas el mes pasado.
Cientos de camioneros obstruyeron una carretera en Bangkok, Tailandia, el 8 de febrero para presionar al gobierno para que reduzca el precio del diesel. Protestas similares han tenido lugar en Bangladesh e Indonesia.
El precio del diésel en Estados Unidos aumentó un 34% en el último año alcanzando el nivel más alto desde 2014, lo que se sumó a los costos que enfrentan los propietarios-operadores independientes. A esto hay que agregarle las largas horas de trabajo, las paradas de descanso inadecuadas y la reducción de los pagos que reciben de los agentes transportistas.
“Mi partido insta a los trabajadores a unirse a las líneas de piquetes y protestas sindicales para luchar por mejores salarios y condiciones”, dijo al Militante Joanne Kuniansky, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores al Congreso en Nueva Jersey, el 16 de febrero.
Kuniansky señaló la lucha sindical para defender los ajustes automáticos por costo de vida (COLA) durante las huelgas del año pasado de los trabajadores de John Deere y Kellogg. “Los sindicatos deben extender la lucha por COLA en todos los contratos, pensiones, beneficios y programas gubernamentales como el Seguro Social. Cada vez que los precios suban, nuestros salarios deberían subir para igualarlos.
“Para proteger a los agricultores de la ruina, el gobierno debe garantizar sus costos de producción. Una alianza entre los agricultores y el movimiento sindical puede ayudar a ganar estas demandas. Necesitamos romper con los partidos capitalistas, el Demócrata, el Republicano u otros y formar nuestro propio partido, un partido obrero, que luche para reemplazar al gobierno capitalista con un gobierno de trabajadores y agricultores.
“Esta es la única vía hacia la solidaridad humana, para lograr la emancipación de la mujer y poner fin a la opresión de los negros”, dijo. “Por ahora, nuestros sindicatos y nuestras familias son clave para defendernos en la batalla contra la explotación y la opresión capitalista”.