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Millones celebran caída de
gobierno islamista en Egipto
Trabajadores defienden espacio para luchar
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AP/Amr Nabil
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Protesta en plaza Tahrir, Cairo, julio 5, celebra caída del gobierno de la Hermandad Musulmana de Mohammed Morsi. Zinab al-Saghier, frente, perdió ojo en pelea con partidarios de Morsi.
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POR SETH GALINSKY
Millones de personas por todo Egipto están celebrando el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi y el gobierno de su partido, la Hermandad Musulmana, habiendo defendido exitosamente el espacio político que ganaron con el derrocamiento de la dictadura de Hosni Mubarak hace menos de dos años y medio.
En medio de protestas masivas, el alto mando militar destituyó a Morsi el 3 de julio, arrestándolo a él y a otros líderes de la Hermandad Musulmana. Los militares suspendieron la nueva constitución islamista que el gobierno de Morsi impuso a finales del año pasado y que se ha convertido en una fuente de conflicto tanto con los trabajadores como con las facciones rivales de la clase capitalista.
La Hermandad Musulmana, el partido capitalista más grande del país, organizó protestas grandes para defender el gobierno de Morsi. Hubo enfrentamientos entre los partidarios de Morsi y sus opositores por todo el país. Residentes del barrio Manial de El Cairo dijeron a Al Arabiya, un servicio árabe de noticias, que vieron a partidarios de la Hermandad armados con armas automáticas, machetes y palos.
Cuando helicópteros militares sobrevolaron la Plaza Tahrir el 30 de junio dejando caer banderas egipcias, los manifestantes los aclamaron, porque sabían que el ejército apoyaría las protestas contra los intentos de la Hermandad de ahogarlos en sangre. “No tenemos las armas que tiene la Hermandad”, dijo Karam Youssef, el dueño de una pequeña librería, al Militante por teléfono el 7 de julio. “No podíamos derrotarlos por nuestra cuenta. Hubiera sido un caos”.
Las protestas fueron impulsadas por el deterioro de la economía egipcia, los intentos del gobierno de reprimir las crecientes luchas obreras, la oposición a los intentos de la Hermandad Musulmana de imponer su visión sectaria del islam sunita en la vida política y social y la ira por los ataques violentos de matones de la Hermandad.
Los trabajadores han podido aprovechar el espacio político abierto por el derrocamiento de Mubarak. La lucha por el poder entre los gobernantes acaudalados —representados por el ejército por un lado y la Hermandad Musulmana por el otro— solo se hizo más aguda, mientras que las batallas obreras, discusiones políticas y esfuerzos de los trabajadores para organizarse crecieron. Las actividades de protesta, desde ocupaciones a huelgas y manifestaciones proliferaron de poco menos de 200 al mes durante el último año de Mubarak, a más de mil al mes más recientemente. Se desvanecieron las esperanzas de los gobernantes, incluso entre el alto mando militar, que un gobierno dirigido por la Hermandad tendría más éxito que el que tuvieron ellos en poner fin a estas luchas.
Por décadas Washington ha apoyado en Egipto a los militares y una sucesión de regímenes dictatoriales para fomentar la estabilidad capitalista en la región. Después de la caída de Mubarak, el gobierno de Obama continuó enviando alrededor de 1.3 mil millones de dólares al año en ayuda al ejército, mientras buscaba colaborar con Morsi y la Hermandad Musulmana.
Muchas personas en Egipto consideran al presidente Barack Obama como un partidario del régimen de la Hermandad, mientras que los partidarios de la Hermandad se sienten traicionados. La desconfianza o el odio hacia Washington solo han aumentado en ambos campos.
Según el New York Times, la Casa Blanca trató de negociar un acuerdo que permitiría a Morsi seguir siendo presidente incorporando dentro del gobierno a miembros de los partidos burgueses de oposición. Morsi se negó.
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