El deterioro de las condiciones —junto con el aumento de las tarifas— en uno de los sistemas de metro más grandes del mundo, ha alcanzado el nivel de crisis, debido a la indiferencia de los patrones y sus políticos para la vida cotidiana del pueblo trabajador.
“Este fue un descarrilamiento serio”, dijo Tony Utano, vicepresidente del Local 100 del sindicato de trabajadores del transporte TWU. “Nuestros miembros trabajaron lo más rápido y seguro posible para que el sistema volviera a la normalidad”.
El problema para el pueblo trabajador es que lo “normal” ahora ya son condiciones de crisis.
La Autoridad Metropolitana del Transporte (MTA), una agencia administrada por el estado que opera el sistema del metro y los autobuses de la ciudad, los ferrocarriles de Long Island y Metro-North y muchos de los puentes y túneles, transporta a una tercera parte de los usuarios del transporte público del país. El empeoramiento del servicio y los problemas de seguridad se ven acompañados de innumerables indignidades adicionales —falta de asientos en las plataformas, y de escaleras eléctricas en la mayoría de las estaciones, un calor opresivo y cambios inesperados en las rutas y horarios.
A la misma vez que los patrones de los sistemas de transporte tratan de mantener al día los vagones, los equipos de señales y las vías envejecidas, los políticos capitalistas en Washington, Albany y Nueva York están recortado fondos dedicados para esto.
El presupuesto de capital del sistema de transporte no se puede usar para el presupuesto de operaciones, que cubre los salarios, la atención médica y las pensiones de 67 mil trabajadores y, cada vez más, el pago de la deuda a los acaudalados titulares de bonos. Este esquema de contabilidad le permite a los patrones alegar que la deuda sólo se puede pagar recortando empleos y salarios y aumentando las tarifas.
El total de la deuda de los bonos de la MTA es ahora superior a la deuda de 30 países, una monstruosa cifra de 35.7 mil millones de dólares. Solo los pagos de intereses consumen el 16 por ciento del presupuesto operativo.
“Lo que se necesita de inmediato, son más recursos financieros para el mantenimiento regular y continuo para asegurar que el sistema pueda funcionar dadas las cifras récord de pasajeros hoy”, dijo el presidente del Local 100 John Samuelsen.
En 1990 el número de pasajeros era de 4 millones al día. Hoy es de 6 millones. Durante ese período, solo se añadieron 27 vagones subterráneos nuevos, mientras que la cantidad de vías se ha reducido en cinco millas. Hoy en día hay más de 70 mil retrasos por mes, en comparación a 28 mil en 2012.
El sistema de señales, en un sistema de 112 años de antigüedad, fue instalado en los años 30. Hace diez años verificaban las señales cada mes ahora lo hacen solo 4 veces al año.
Durante los últimos 25 años los políticos capitalistas han desviado miles de millones de dólares del mantenimiento del sistema a megaproyectos innecesarios. Una muy alabada extensión de la línea 7 de Times Square a sólo un puñado de cuadras al oeste costó 2 400 millones de dólares.
Funcionarios estatales y municipales se echan la culpa los unos a los otros, alegando que el otro debe pagar más. Dos días después del descarrilamiento del 27 de junio, el gobernador Andrew Cuomo, quien de manera no oficial está haciendo campaña para ser el candidato presidencial del Partido Demócrata en 2020, repentinamente declaró que el sistema del metro enfrenta un estado de emergencia. El alcalde de Nueva York Bill de Blasio de forma muy publicitada, viajó en el metro el 15 de junio, la primera vez en dos meses, y dijo que si Cuomo no puede reparar el problema, “prefiero que la ciudad de Nueva York administre el metro”.
Osborne Hart, candidato del Partido Socialista de los Trabajadores para alcalde de Nueva York, explica que un transporte público de bajo costo, seguro y eficiente es una necesidad. Hart dice que los trabajadores tienen que luchar por un programa masivo de obras públicas financiado por el gobierno a nivel nacional para expandir el transporte público, reconstruir la infraestructura envejecida como carreteras y puentes, y hacer que el metro de Nueva York y los de otras ciudades operen de manera segura y cómoda, un programa que pondría a millones de trabajadores desempleados a trabajar con salarios a escala sindical.
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