El presidente del gobierno regional kurdo Masoud Barzani hizo un llamado el 21 de octubre a que se realizaran protestas por todo el mundo para apoyar “la voz oprimida y el mensaje de paz de la región del Kurdistán”.
Se realizaron actos ese día frente al consulado de Estados Unidos en Erbil, la capital de la región kurda, y ha habido manifestaciones en Londres, Estocolmo, Canadá y Estados Unidos. “Instamos al pueblo trabajador de Estados Unidos y del resto del mundo a que inicien y se unan a protestas en defensa de la lucha del pueblo kurdo”, declaró a la prensa el 18 de octubre Osborne Hart, candidato para alcalde de Nueva York del Partido Socialista de los Trabajadores. El PST “exige que Bagdad se retire de toda la patria kurda”. En las pasadas 48 horas, Iraq ha continuado desplegando tanques y artillería, así como equipos norteamericanos, declaró el 23 de octubre el Consejo de Seguridad de la Región del Kurdistán.
Frente a los ataques, y la complicidad de Washington, el gobierno del Kurdistán ofreció concesiones el 24 de octubre en un intento de detener las maniobras. “Nos vemos obligados a actuar con responsabilidad para prevenir más violencia y confrontaciones entre las fuerzas iraquíes y los Peshmerga”, declaró el Gobierno de la Región del Kurdistán (GRK).
Propusieron “un alto el fuego inmediato y el fin a todas las operaciones militares en la región del Kurdistán”, la “paralización de los resultados del referéndum conducido en el Kurdistán iraquí” y comenzar un diálogo con el gobierno iraquí “basado en la constitución”.
Numerosos artículos en la prensa capitalista culpan a los kurdos por los ataques, alegando que el referéndum del 25 de septiembre y su abrumador resultado a favor de un Kurdistán independiente fue una provocación y un “mal cálculo” de Barzani.
Pero los gobiernos de la región —y Washington— se han opuesto siempre a la autodeterminación de los kurdos, con o sin referéndum. Unos 30 millones de kurdos se hayan distribuidos entre Irán, Iraq, Siria y Turquía; la nación más grande del mundo sin su propio estado.
Washington ha dependido de las fuerzas militares kurdas en la lucha contra el Estado Islámico tanto en Iraq como en Siria. Pero con la expulsión del Estado Islámico de Mosul, Iraq, en julio, y de Raqqa, Siria, en octubre, era solo cuestión de tiempo para que los gobiernos de Iraq, Turquía, Irán y Siria —con luz verde de Washington— atacaran a los kurdos.
Los logros más grandes, tanto en Siria como en Iraq, han sido para Teherán. El régimen iraní está buscando establecer un aliado en Bagdad, así como una ruta terrestre que conecte a sus fuerzas desde Irán, atravesando Iraq y Siria, con el Líbano para aumentar su influencia en la región.
Aunque a Washington le gustaría impedir los avances de Teherán, le teme más a las consecuencias de un Kurdistán independiente.
El ataque contra Kirkuk y otras poblaciones kurdas fue facilitado por las divisiones entre los partidos que conforman el GRK.
Los comandantes de la Peshmerga a cargo de la defensa de Kirkuk ordenaron el repliegue de sus combatientes sin combatir cuando se aproximaban las fuerzas dirigidas por Teherán y las tropas iraquíes.
Tuvieron lugar fuertes combates el 20 de octubre en Altun Kupri, la última población kurda entre Kirkuk y Erbil, la capital de la región kurda. Unidades del Servicio de Contra-Terrorismo, entrenadas por Washington, y la policía federal, se unieron al ataque.
El ministro kurdo de la Peshmerga dijo el 22 de octubre que grandes números se han ofrecido como voluntarios para unirse a los peshmerga.
Afghan News informó que fuerzas del gobierno y de la milicia respaldada por Teherán, se estaban desplazando para tomar el puesto fronterizo de Faysh Khabur, que conecta al KRG con Turquía. Este puesto está cerca del oleoducto que lleva petróleo desde Kurdistán a un puerto en Turquía.
“La nación kurda con la fuerza de los bravos, tarde o temprano alcanzará su derecho y objetivo sagrados”, dijo el presidente kurdo Barzani el 17 de octubre.
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