Revolución socialista eliminó discriminación contra chinos

Nueva edición de ‘Nuestra historia aún se está escribiendo’ destaca historia de transformación revolucionaria en Cuba

1 de enero de 2018

A continuación presentamos el prefacio de Mary-Alice Waters a la nueva edición de Nuestra historia aún se está escribiendoWaters es la editora del libro, presidenta de la editorial Pathfinder y miembro del comité nacional del Partido Socialista de los Trabajadores.
Copyright © 2017 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización. 

POR MARY-ALICE WATERS

Esta nueva edición de Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana se publica 12 años después de que se presentó la original en la Feria Internacional del Libro de La Habana en febrero de 2006. La demanda de una segunda edición es muestra del interés perdurable generado por la rica historia de luchas —y victorias— revolucionarias que toma vida con las palabras de Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sío Wong.

En los años transcurridos desde que la editorial Pathfinder publicó sus relatos en español y en una traducción al inglés, este libro ha sido el tema de más de 100 presentaciones y paneles de discusión en países, ciudades y universidades por todo el mundo: desde Santiago de Cuba hasta Beijing y Guangzhou; desde Kuala Lumpur hasta Caracas; desde Vancouver, Toronto y Montreal hasta San Francisco, Nueva York, Miami, Londres, Edimburgo, Auckland y Sydney, para nombrar solo algunos lugares.

Se publicó una traducción al chino de la Casa Editorial de Propiedad Intelectual en 2008; una edición cubana de la Editora Política en 2010; y una en persa de la editorial iraní Talaye Porsoo en 2014. Una traducción al francés de esta nueva edición está prevista para 2018.

Tres hechos ante todo, inesperados para la mayoría de los lectores, han suscitado este amplio interés.

Primero, muchos se enteran con sorpresa que Cuba fue uno de los principales destinos de la emigración china en gran escala en el siglo XIX, conocida históricamente como la “trata de culíes”. Los lectores se asombran al descubrir que más de 140 mil trabajadores en servidumbre fueron enviados hacia Cuba desde puertos del sur de China entre 1847 y 1874. Estos trabajadores fueron importados a exigencia de los ricos hacendados para reemplazar la menguante mano de obra esclava africana en los cañaverales de lo que entonces era el mayor país productor de azúcar en el mundo.

Como porcentaje de la población, esta inmigración china fue más grande que en cualquier otro país de América. Durante esos mismos años, fue proporcionalmente mayor que la afluencia a Estados Unidos de los trabajadores chinos que llegaron a California, primero en busca de oro y después para construir el tramo más formidable del histórico ferrocarril transcontinental.

Con pocas excepciones, los trabajadores de servidumbre que sobrevivieron la travesía marítima a Cuba, y después ocho años de trabajo bajo contrato en condiciones similares a la esclavitud, nunca regresaron a China. En Cuba formaron matrimonios mixtos y fueron trabajadores, agricultores y pequeños comerciantes. Vivieron como otros trabajadores cubanos. Hoy día en las calles de La Habana y otras ciudades de la isla no es infrecuente oír decir que la nación cubana nació de la mezcla de tres vertientes: una española, una africana y una china.

Segundo, los lectores se sorprenden por la masiva participación y la contribución ejemplar de los trabajadores chinos en las guerras cubanas de independencia contra España entre 1868 y 1898, guerras que se entrelazaron indisolublemente con la lucha para abolir la esclavitud y el trabajo en servidumbre en todas sus formas. Como subraya el relato de Sío Wong, no ocurrió nada parecido en ninguna otra parte del mundo donde se asentaron grandes números de trabajadores chinos. Tercero, y lo más importante, muchos lectores quedan asombrados al saber que hoy día en Cuba, a diferencia de cualquier otro país del mundo, la discriminación e incluso los prejuicios contra los cubanos de ascendencia china han dejado prácticamente de existir. No hay un “techo de cristal”; no existe un sector de la sociedad ni un nivel de responsabilidad donde haya cubano-chinos solamente en posiciones simbólicas. No hay empleos que sean típicamente “trabajos chinos”. Wang Lusha aborda este tema con elocuencia en el prólogo de esta nueva edición.

¿Cómo es posible? ¿Por qué en Cuba es distinta la comunidad china de la de Perú, Brasil, Argentina o Norteamérica? pregunta Sío Wong. “La diferencia”, contesta, “está en el triunfo de una revolución socialista”. Aquí “pusimos fin a las relaciones de propiedad que crean la desigualdad no solo económica sino social entre el rico y el pobre. Es lo que hizo posible que el hijo de un chino pudiera ser representante del gobierno, que pudiera ser cualquier cosa”.

Nuestra historia aún se está escribiendo es efectivamente una introducción a esa revolución socialista.

Cómo y por qué tantos jóvenes cubanos, igual que los tres autores, se sumaron a la lucha revolucionaria para derrocar lo que los trabajadores en ese país simplemente llamaban la “tiranía” en los años 50: la dictadura militar de Fulgencio Batista, respaldada por Washington.

Cómo y por qué el triunfo de esa inmensa lucha popular —que costó 20 mil vidas— abrió paso a la primera revolución socialista en América.

Cómo, al hacer esa revolución, millones de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, se transformaron mientras luchaban para sentar las bases de un nuevo orden económico y social. Por qué la Revolución Cubana sigue siendo hoy día el único ejemplo vivo de lo que es una revolución socialista y de lo que pueden lograr los trabajadores comunes y corrientes, como aquellos que la hicieron y la siguen defendiendo.

La adición más importante a la segunda edición de Nuestra historia aún se está escribiendo es el prólogo del traductor chino Wang Lusha, que apareció originalmente como epílogo a la edición china de 2008. Él explica cómo se enteró por primera vez de los tres generales cubanos chinos y cómo sus historias lo impactaron. Wang da voz a la sorpresa y al sentido de orgullo de muchos chinos en todo el mundo, especialmente los jóvenes, que gracias a este libro han aprendido más sobre su propia historia de resistencia, combate y triunfo revolucionario. Agradecemos a Linette Chua en Manila por traducir el prólogo al inglés, y a José Ignacio Fernández Armas y Kagita Chen Xiulian en La Habana por traducirlo al español.

En esta nueva edición del libro se mejoraron las traducciones. Se agregaron notas al pie para aclarar ciertas referencias que, con el transcurso de más de una década, se habían hecho menos comprensibles. Y se actualizaron detalles biográficos en los datos sobre los autores y el glosario. Además se agregaron nuevas fotos e ilustraciones.

Ante todo, y lo más importante, el potente mensaje revolucionario de Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sío Wong, en sus propias palabras, no ha cambiado.

Diciembre de 2017