‘¿Un general cubano-chino? ¿Cómo es posible?’

1 de enero de 2018

A continuación presentamos el prólogo de Wang Lusha a la nueva edición de Nuestra historia aún se está escribiendoWang es el traductor de la edición china de este libro, publicada en Beijing en 2008. Trabaja en la industria china del cine y la televisión; fue guionista de una serie de televisión de 28 episodios sobre los chinos en Cuba. Vive en Huhehaote, Mongolia Interior, y en Beijing. Copyright © 2017 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización. 

POR WANG LUSHA

Para los chinos nacidos después de los años 70, Cuba es un país poco conocido. Sabemos poco sobre su ubicación geográfica, sus costumbres y tradiciones, su historia y cultura. Quizás la única impresión que tenemos de Cuba viene de esa imagen de Che Guevara en las camisetas tan de moda, portando su boina con estrella de cinco puntas. Entonces ¿qué significa Cuba para nosotros realmente?

De niño, yo a menudo escuchaba a mi padre hablar de cuando, en su plena juventud, había participado en manifestaciones contra los norteamericanos. En las calles coreaban consignas de “¡Cuba sí, yanquis no!” en apoyo a la Revolución Cubana y contra el bloqueo estadounidense. En aquella época la canción “Hermosa Habana” se hizo muy popular en China. Muchos jóvenes admiraban el carisma de dirigentes cubanos como Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. Cuba influyó en una generación de jóvenes chinos con su singular atractivo.

Sin embargo, con el paso del tiempo, las nuevas generaciones en China parecen haber olvidado este país lejano en el Caribe que tuvo un impacto tan grande en nuestro orgullo y espíritu nacional. Pero la historia de Cuba aún la están escribiendo los cubanos de generación en generación. Esta historia, desconocida por los jóvenes chinos, no ha sido olvidada por el resto del mundo. En todos los rincones del mundo, los que persiguen la libertad y la justicia mantienen la mirada puesta en esta tierra prometida. Una de estas personas es la periodista estadounidense Mary-Alice Waters, quien concibió este libro con una profunda pasión por Cuba. Por tanto, espero que mi traducción transmita ese sentimiento a todos los chinos que se interesen por Cuba y deseen conocer más sobre ella?

Aunque no he viajado por todas las tierras del mundo, ni puedo decir que posea mucha experiencia y conocimiento, yo viví cinco años en Holanda, en la región norte del globo, y en Nueva Zelanda, en el sur. Aquellos años me permitieron aprender un poco sobre la civilización occidental y adquirir una comprensión más profunda sobre la vida de los chinos de ultramar.

Hay dos cosas que se mantienen vivas en mi memoria. La primera es mi visita, estando en Nueva Zelanda, a una exposición cultural sobre la inmigración china, donde se exhibían muchas caricaturas peyorativas dibujadas por occidentales hace un siglo. En ellas la mayoría de los chinos eran representados con dientes de burro, trencita, pequeños bigotes, ojos rasgados y uñas largas. Las personas que veían estos dibujos fácilmente podrían pensar que los chinos eran villanos traicioneros. La mayoría de las caricaturas presentaba a los chinos como extranjeros que llegaban a Nueva Zelanda para abrir lavanderías o restaurantes o trabajar como culíes, haciendo que muchos ciudadanos neozelandeses perdieran sus empleos o sus negocios.

Hoy día, si bien ha mejorado bastante la posición social de los chinos en Occidente, aún existe el estereotipo de que los chinos solo son buenos para dos cosas: manejar un restaurante y hacer matemáticas. (La razón por la que los chinos son mejores que otros en matemáticas es que el gobierno chino, después del fin de la “Revolución Cultural”, dedicó mucha atención a la educación básica. A partir de la escuela primaria, no se les permite a los alumnos usar calculadoras: tienen que hacer los cálculos a mano).

La segunda cosa que recuerdo bien es la conversación que tuve, mientras estudiaba en Holanda, con un compañero africano proveniente de Camerún. Al saber que yo era de China, me dijo que en su país había muchos chinos, y comentó que seguramente yo sabía cocinar muy bien. Me extrañó y le pregunté por qué pensaba eso. Me respondió que todos los chinos en su país tienen restaurantes y por tanto creía que todos somos buenos cocineros. Por suerte no pensaba que lo único que sabemos hacer es cocinar. Parece que, desde los países más desarrollados como Estados Unidos hasta los menos desarrollados en África, piensan que todos los chinos se dedican a la profesión culinaria. Durante los pocos años que viví en el extranjero, yo también trabajé en restaurantes, igual que casi todos los compatriotas que he conocido en otros países (incluidos los que nacieron y crecieron en Holanda o Nueva Zelanda). Entonces, ¿acaso solo sabemos cocinar y nada más? No. Ahora también hay otra profesión que se considera que los chinos hacemos bien: programación de computadoras, porque requiere conocimientos matemáticos básicos.

En realidad, muchos chinos de ultramar son ricos, pero aún no han obtenido reconocimiento y aceptación social, y mucho menos por parte del gobierno del país donde viven. Por un tiempo yo me sentía triste por haber nacido chino. Quería haber tenido padre estadounidense, porque me aferraba a la idea de que los estadounidenses son respetados y solicitados en todo el mundo mientras que los chinos somos vistos como incompetentes e inferiores.

Pero un hombre cambió mi manera de pensar y me hizo reconsiderarlo todo. Ese hombre fue el general Moisés Sío Wong. El primer artículo que leí sobre él por Internet narraba que, siendo descendiente de chinos en Cuba, por su propio esfuerzo llegó a ser general, y hasta fue ayudante de Raúl Castro. Pensé que eso no podía ser cierto. ¡Un general cubano-chino! ¡Hmm! ¿Cómo es posible? Los chinos de ultramar solo sirven de cocineros: ¿cómo van a dejar la tabla de cortar y llegar a ser dirigentes? Durante un tiempo pensé así. Pero mi sentido latente de orgullo nacional me llevó a comenzar discretamente a buscar información sobre el general Sío Wong.

Afortunadamente, por casualidad encontré este libro, Nuestra historia aún se está escribiendo. A través de entrevistas con el General Sío Wong así como Armando Choy y Gustavo Chui, los otros dos generales cubano-chinos, el libro nos presenta la historia moderna de Cuba desde una perspectiva única.

Al leer las páginas de este libro, fui quedando más y más asombrado. Me enteré que además del general Sío Wong hay muchos otros chinos que hicieron notables aportes en Cuba. Desempeñaron un papel importante en los ámbitos no solo económicos sino políticos. Entre ellos estaban José Wong, José Bu, José Tolon (Lai Wa), Armando Choy, Gustavo Chui y muchos más. Estos cubanochinos agregaron un capítulo conmovedor a la historia de los chinos de ultramar.

¡Al parecer, los chinos no nacieron para cocinar! Y tampoco son inferiores a otras nacionalidades. ¡Haber nacido chino no es ni lamentable ni mucho menos vergonzoso! Entonces, me pregunté, ¿qué sucedió en Cuba para que los chinos alcanzaran la posición que actualmente ocupan, que en los demás países se les niega?

El general Sío Wong explica en este libro: “[En Cuba] se llevó a cabo una revolución socialista. La revolución eliminó la discriminación por el color de la piel. Eso es porque, ante todo, pusimos fin a las relaciones de propiedad que crean la desigualdad no solo económica sino social entre el rico y el pobre”. Esto es lo que nos ha dado la revolución socialista: la eliminación de los cimientos del racismo y la desigualdad de clase. Es por eso también que todos los extranjeros en China hoy día son tratados bien y con hospitalidad, independientemente del color de su piel o la riqueza que posean. ¡Esa es la grandeza de la revolución socialista!

Nuestra historia aún se está escribiendo, a través de las entrevistas con los generales Sío Wong, Choy y Chui, transmite sus experiencias en la revolución socialista cubana y describe ese país antes y después de la revolución. Al hablarnos con sus propias palabras sobre las luchas y las tribulaciones de los cubano-chinos, ellos nos hacen comprender, con mucha perspicacia, que los chinos no se identificaban como una raza distinta al pueblo cubano, sino más bien como parte de una lucha junto a Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y otros cubanos en la batalla por la liberación de su país. En la revolución socialista no existen distinciones raciales, solo manos que anhelan y luchan por la libertad.

Quiero agradecer a mis padres por su continuo apoyo a mi vida y mis estudios en el extranjero. También doy las gracias al director de televisión Wang Xinmin por su orientación y apoyo, y a los productores de televisión Zhang Mingzhi y Liu Xiangqun por la confianza depositada en mí y por ofrecerme la edición en inglés de Nuestra historia aún se está escribiendo. Expreso mi agradecimiento al señor Liu Guohua por toda la información sobre la historia de Cuba, a Cao Na y Li Wenming por su valiosa ayuda durante el proceso de traducción, a Wang Ludi y Meng Ran por traducir las partes en español del libro y a la señora Wang Ping por la corrección de mi trabajo. Agradezco a todos los que me ofrecieron comprensión y apoyo durante este proyecto. Sin todos ustedes, no hubiera logrado traducir este libro. ¡Muchas gracias!

2008