Los dueños y directores de El Nuevo Día —el diario de mayor circulación en Puerto Rico— fueron duramente criticados por imprimir el 8 de enero un artículo antisemita de la columnista Wilda Rodríguez titulado, “¿Qué quiere el ‘judío’ con la colonia?”.
Rodríguez afirma que hay una “estructura secreta que rige a Estados Unidos” y “un gobierno paralelo organizado por las fuerzas de la riqueza y la violencia (maquinaria de guerra) desde Wall Street”.
“El Congreso finalmente hará lo que quiera ‘el judío’, como le llaman vulgarmente al prototipo del verdadero poder”, dice ella.
Al “judío”, escribió Rodríguez, “no le va la vida como a nosotros”. Y su preocupación principal no es recuperar la deuda de Puerto Rico de 70 mil millones de dólares para los tenedores de bonos, sino asegurar que “el mundo deudor entienda que a Wall Street no se le manipula” —como si los tenedores de bonos y Wall Street fueran todos judíos.
Los directores respondieron a las críticas publicando una “nota aclaratoria” junto al artículo, en la que “pide excusas a la comunidad judía de Puerto Rico y al resto de nuestra audiencia que se ha sentido ofendida”. A pesar del claro contenido antisemita del artículo, afirmaron que no promueven contenido “que pueda interpretarse como antisemita”.
También publicaron una “nota aclaratoria” de Rodríguez. Dice que con el “mero uso del vocablo judío” no se intentó “provocar ofensa, sino aportar a la discusión pública”. Discusión pública de qué, ella no dice.
Rodríguez es bien conocida como partidaria de la independencia de Puerto Rico.
Pero al hacer uso de los judíos como chivos expiatorios envenena la lucha por la independencia y es un peligro mortal para la clase trabajadora. El problema en Washington no es la acusación antisemita de que está controlado por una conspiración judía secreta, sino su dominio capitalista y la dominación colonial. Esto es lo que está detrás del abandono y negligencia de los gobernantes coloniales tras el huracán María.
El 12 de enero El Nuevo Día publicó varias cartas que denunciaron la columna. “Es puro antisemitismo”. escribió Diana Berezdivin. “Usándonos a los judíos una vez más de chivos expiatorios, esta vez por los problemas de Puerto Rico”.
La columna “es un insulto a toda nuestra gente, incluidos los puertorriqueños”, escribió Lina Goldberg.
El Nuevo Día también publicó una declaración de la Liga Antidifamación firmada por Monica Bauer coordinadora de relaciones de la comunidad latina que responde a las “notas aclaratorias”. Las notas aclaratorias “dejan mucho que desear”, dice la declaración, “ya que publicar un artículo que acusa al pueblo judío de controlar gobiernos en detrimento del futuro de Puerto Rico es prácticamente la definición de antisemitismo”.
“No es la primera vez que ante una crisis económica se les acusa a los judíos de controlar el poder y el dinero”, añade Bauer.
No es accidental que Rodríguez use el odio a los judíos en medio de la crisis económica y social más profunda en Puerto Rico desde que el imperialismo estadounidense le arrebató a España el control de Puerto Rico en 1898 y lo convirtió en una colonia de Estados Unidos.
Los gobernantes impulsan el odio contra los judíos cuando la crisis de su sistema capitalista se profundiza y los trabajadores comienzan a buscar formas de luchar por sus propios intereses, abriendo la puerta a un curso de acción revolucionario que arrebate el poder de las manos de los gobernantes capitalistas.
Un número creciente de trabajadores en Puerto Rico está llegando a la conclusión de que Puerto Rico es una colonia de Washington y que las corporaciones estadounidenses y los tenedores de bonos están desangrando a la isla. Hay una amplia discusión y debate sobre qué hacer al respecto.
El odio antijudío intenta desviar la atención de los trabajadores hacia la creencia de que el problema es una conspiración de judíos malvados que controlan los bancos, los medios de comunicación y el gobierno, y así remover la atención de los trabajadores en el verdadero enemigo: el sistema de explotación capitalista y el imperialismo. Los gobernantes capitalistas son una clase social, no una camarilla religiosa.
Aceptar el veneno del odio antijudío sería mortal para la lucha por la acción política independiente obrera y por la independencia de Puerto Rico.