Condena contra Nassar es avance para la mujer, actos de jueza atacan derechos

Por Lea Sherman
26 de febrero de 2018

La exposición de los actos de abuso sexual del médico del equipo de gimnasia olímpica de Estados Unidos Lawrence Nassar, quien también trabajó para el comité olímpico de Estados Unidos, la Universidad Estatal de Michigan, el rancho Karolyi y otros centros de entrenamiento deportivo, ha recibido atención y repulsión internacional. En enero, más de 150 niñas y jóvenes declararon durante su juicio el abuso sexual sufrido a manos de Nassar, quien se declaró culpable de siete delitos de asalto sexual.

Nassar estaba supuestamente encargado del cuidado médico de las atletas. Sin embargo, utilizó su puesto para abusarlas sexualmente.

Nassar había sido acusado de indecencias sexuales desde hacía más de 20 años, pero no fueron tratadas seriamente por las autoridades, desde la policía local hasta el FBI, y desde el equipo de gimnasia de EE.UU. hasta funcionarios de la universidad de Michigan.

El hecho de que las víctimas de Nassar finalmente tuvieran la oportunidad de ser escuchadas y de que él haya sido acusado y convicto por sus crímenes fue un avance para las mujeres y para el pueblo trabajador, un resultado de la reciente indignación contra tal tipo de abuso. Pero la manera como la jueza Rosemarie Aquilina condujo el juicio y presentó la sentencia fue un golpe contra los derechos de los trabajadores.

El sistema de “justicia” criminal capitalista debe, supuestamente, garantizar un “juicio imparcial”, pero los trabajadores saben que es muy raro que esto sea así. Es importante para la defensa de nuestros intereses que denunciemos los hechos cada vez que estos derechos son atacados. De otra manera los gobernantes pueden sentar un precedente que será utilizado contra el movimiento obrero.

Después de que Nassar se declara culpable de siete crímenes, Aquilina le dio la palabra a cada una de las mujeres que quisiera hablar sobre sus experiencias a manos de él, ya fuera si estaban o no involucradas en el caso; más de 150.

“Acabo de firmar su sentencia de muerte”, dijo la jueza a Nassar al presentar una sentencia de entre 40 y 175 años de prisión. Aunque los jueces pueden decir lo que piensan al enunciar la sentencia después de un veredicto de culpabilidad, los comentarios de Aquilina alentaron la violencia en contra del acusado.

“Nuestra constitución no permite un castigo cruel e inusual”, dijo ella. “Si lo permitiera, debo decir, que yo permitiría que lo que hizo a todas estas vidas preciosas —a estas jóvenes en su niñez— permitiría que alguien o muchas personas le hicieran lo mismo que él hizo a otros”.

La jueza demostró hostilidad e indignación contra Nassar. Se burló de una carta que él le había enviado botándola en frente de él. Actuó como si él no tuviera derechos.

El Washington Post, New York Times y otras publicaciones escribieron artículos alabando a la jueza Aquilina y su escarnio contra el acusado. Hablando a nombre de las mujeres, las familias acaudaladas dueñas de los medios de difusión se sintieron satisfechas de tirar los derechos de los trabajadores por la ventana.

Cuando veamos que los derechos de cualquier acusado son atacados por el sistema de “justicia” capitalista, independientemente de lo atroz que haya sido el crimen cometido, sirve los intereses de la clase trabajadora guardar celosamente los derechos que se ganaron con sangre. Sentencias largas como la que recibió Nassar no favorecen nuestros intereses.

A raíz de las revelaciones de abuso sexual por Nassar, muchos funcionarios y directores de escuelas y centros de entrenamiento en los que él trabajó —y que ciertamente sabían lo que él había estado haciendo y no hicieron nada—han dimitido. El muy conocido centro de entrenamiento Karolyi ha cerrado y han comenzado investigaciones adicionales.

“Las víctimas no estarían aquí si los adultos y las autoridades hubieran hecho lo que debieron hacer hace 20 años”, dijo Rachael Denhollander, quien acusó a Nassar en 2016 de abuso sexual cuando tenía 15 años.

Liriel Higa, una gimnasta del equipo nacional de Estados Unidos de 1994 a 1998, escribió en una carta abierta en el Times el 23 de enero que “una investigación de IndyStar de 2016 reveló que durante 20 años, por lo menos 368 gimnastas habían reportado alguna forma de abuso sexual por parte de sus entrenadores, propietarios de gimnasios, u otros adultos —casi seguro que es una cifra subestimada de víctimas”.

“Más importante, aunque un reto mayor: Reparen la cultura que permitió que el abuso floreciera”, escribió Higa.

Pero la cultura no puede ser “reparada”. Es producto integral del carácter inmoral, competitivo y egoísta del sistema capitalista, que engendra la rivalidad y el abuso en la carrera por ganancias. Incluso algunos familiares guardaron silencio sobre lo que estaba pasando para no interferir con la carrera potencial de sus hijos.

Aly Raisman, capitán del equipo olímpico en 2012 y 2016 y ganadora de medalla de oro en las Olimpiadas, dijo cuando presentó testimonio sobre el abuso que ella sufrió, “Su prioridad más grande desde el principio y hasta hoy es su reputación, las medallas que ganan, el dinero que ganan por nosotros”.

La cultura de “medallas” y “dinero” solo puede eliminarse cambiando en lo fundamental la sociedad de arriba abajo —por medio de la clase trabajadora tomando el poder político y llevando a cabo una revolución socialista.

Seguirá habiendo hostigamiento y abuso sexual mientras la opresión de la mujer sea un pilar del capitalismo. Pero el movimiento obrero y el de la mujer pueden exponer estas injusticias y luchar contra ellas, como las mujeres que se levantaron y dijeron la verdad sobre Nassar. A la vez, tenemos que luchar para defender los derechos democráticos que necesitamos.