Resueltos a promover sus intereses en Asia, los gobernantes de Estados Unidos están incrementando sus ataques aéreos en Afganistán. Washington pretende preservar al débil gobierno afgano, contener los logros obtenidos recientemente por los talibanes y obligarlos a negociar.
La guerra de Washington en Afganistán comenzó después del ataque terrorista de al-Qaeda contra el World Trade Center y el Pentágono en 2001, la cual resultó en la expulsión del Talibán del poder. La guerra fue un complemento a la guerra de Washington en Iraq.
Después de 17 años de guerra —la más prolongada en la historia de Estados Unidos— Washington aún no ha logrado establecer un gobierno estable y con autoridad en Afganistán. Actualmente los talibanes tienen presencia en dos tercios del país.
Los desafíos que enfrenta Washington han crecido sustancialmente desde el inicio de la guerra. Las naciones capitalistas en Asia se han vuelto más dependientes de las relaciones económicas con Beijing, en una región que los gobernantes norteamericanos consideraban su principal botín de su victoria en la segunda guerra mundial imperialista.
Al presentar la nueva estrategia para la defensa nacional del gobierno norteamericano el 19 de enero, el secretario de defensa James Mattis destacó la rivalidad de Washington con sus competidores capitalistas en Moscú y Beijing.
“China es un competidor estratégico que usa prácticas económicas depredadoras para intimidar a sus vecinos mientras militariza partes en el mar del sur de China”, dijo. Mattis señala a los gobernantes de Moscú, Irán y Corea del Norte como grandes problemas adicionales.
Hablando en nombre de los capitalistas norteamericanos, Mattis dice que enfrentan un futuro de “acceso reducido a los mercados que contribuirá a una disminución de nuestra prosperidad”.
“Durante décadas, Estados Unidos ha disfrutado de una superioridad indiscutida o dominante en todos los dominios operativos”, dice Mattis. Esto está siendo desafiado hoy, se lamenta.
¿La conclusión de los gobernantes? “Competencias estratégicas de largo plazo con China y Rusia” y “Construir una fuerza más letal”.
A principios de enero, Washington suspendió la ayuda militar a Pakistán, diciendo que su gobierno permitió que los talibanes lanzaran ataques contra Afganistán.
Al comienzo de la guerra afgana, el régimen de Pervez Musharraf en Pakistán se transformó de un protector de los talibanes a un aliado inestable del gobierno estadounidense. Islamabad proporcionó a Washington bases aéreas para sus bombardeos. En 2009 los gobernantes paquistaníes lanzaron ataques brutales contra el pueblo en áreas de Pakistán controladas por los talibanes, ayudados por fuerzas especiales y ataques con drones de Washington.
Pero hoy Beijing ha superado a los capitalistas norteamericanos como el mayor inversionista en Pakistán, construyendo enormes proyectos de infraestructura que facilitan la exportación de productos fabricados en China para capturar mercados en Europa y África. Al mismo tiempo, Beijing ha realizado inversiones en el ejército paquistaní.
Ya hace tiempo que Washington abandonó la noción de que podría ganar la guerra en Afganistán. Hoy busca emplear ataques aéreos sobre las posiciones de los talibanes para forzarlos a negociar. El Pentágono anunció el despliegue de 300 marines adicionales en la provincia de Helmand el 8 de enero.
Durante más de una década el Pentágono ha venido diciendo que está cerca de entregar la conducción de la guerra al ejército afgano.
Con mil soldados más que deben llegar en abril, el despliegue total de tropas norteamericanas aumentará a 15 mil. Aunque menos de los 100 mil soldados estadounidenses que había allí en 2010, demuestra la incapacidad de Washington de retirarse de la guerra.
La guerra de Washington ha empeorado las condiciones que enfrenta el pueblo trabajador. Más de 400 mil personas fueron desplazadas el año pasado, y en el transcurso del conflicto millones se han refugiado en Pakistán e Irán. Según la ONU, 3 438 civiles afganos murieron el año pasado producto de la guerra.
La mitad de la población de Afganistán no tiene acceso a la electricidad, el 60 por ciento es analfabeta y la expectativa de vida es de 51 años. Para decenas de miles de agricultores el cultivo de amapolas para drogas es la única manera de sobrevivir.
El régimen capitalista clerical en Irán se opuso inicialmente a los talibanes, que tienen su base entre los musulmanes sunitas, y respaldó los esfuerzos de Washington para expulsarlos del poder. Pero a medida que la intervención encabezada por Washington se expandió, los gobernantes iraníes decidieron que podían expandir su influencia contrarrevolucionaria de manera más eficaz volviéndose en contra de Washington. Comenzaron a proporcionar dinero, entrenamiento y armas al Talibán.