La intensificación de la competencia entre Washington y Beijing marcó la gira de cinco naciones africanas que inició el entonces secretario de estado Rex Tillerson el 7 de marzo. Su visita fue interrumpida tras ser despedido por el presidente Donald Trump seis días después.
La potencia imperialista dominante en el mundo está actuando para defender sus intereses económicos y políticos tanto contra Beijing como Moscú, en la feroz batalla por mercados e influencia política en África y en otras partes del mundo.
Tillerson se reunió con funcionarios del gobierno en Chad, Yibuti, Etiopía, Kenia y Nigeria, países cuyos gobernantes están luchando contra fuerzas islamistas con el respaldo de Washington. Estas operaciones militares se llevan a cabo en el contexto de intensificados antagonismos de clase en el continente, resultado del desarrollo de las relaciones económicas y sociales capitalistas allí.
Antes de iniciar su viaje, Tillerson dijo que el enfoque de Washington hacia el continente “contrasta con el de China”, el cual, según él, “alienta la dependencia”, y emplea “prácticas crediticias predatorias” que “socavan su soberanía”.
Los gobernantes capitalistas en Washington y Beijing compiten en la explotación de los trabajadores del continente africano. Ambos están extendiendo sus ataques contra los trabajadores tanto dentro del país como en el extranjero, en búsqueda de ganancias. Buscan campos de inversión rentables para saquear los recursos naturales del continente y buscar mercados para sus exportaciones. Al hacerlo, imponen más dependencia en deuda sobre los pueblos de África —con consecuencias desastrosas para las clases trabajadoras.
Beijing intentó alterar los esfuerzos de Tillerson. En una conferencia de prensa conjunta con Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana, un periodista de China Global Television Network lo presionó sobre los informes de que Trump llamó a África un grupo de “países de m–rda”.
Contrario a las afirmaciones de la prensa liberal de que la gira de Tillerson era solo una operación de “reconciliación” para disculparse por el presidente estadounidense, Washington tenía como meta avanzar sus intereses basándose en la creciente colaboración militar con los gobiernos de varios países africanos que ha sucedido tanto durante administraciones republicanas como demócratas.
El número oficial de tropas de Washington en África aumentó de alrededor de 6 mil el año pasado a 7 500 en la actualidad. Washington ha duplicado sus fuerzas en Somalia, donde operan junto a las tropas somalíes que combaten a los terroristas de al-Shabab. Los ataques aéreos de Washington en la zona están aumentando.
Tillerson se reunió con dirigentes gubernamentales en Etiopía, que han sido fervientes aliados militares de Washington. El país está plagado de inestabilidad política, creciente antagonismo de clases y divisiones tribales. Los capitalistas no han podido encontrar un remplazo para el primer ministro Hailemariam Desalegn, quien renunció en febrero, pero se mantiene en el cargo mientras la lucha sobre su sucesor se prolonga.
Días antes de la llegada de Tillerson, fuerzas de la oposición que luchan contra el estado de emergencia impuesto por el gobierno que restringe la actividad política, organizaron huelgas en toda la región de Oromia.
Esto continúa más de dos años de protestas por el pueblo de Oromia contra la toma del gobierno de tierras de los agricultores, el desempleo elevado y la represión de los derechos políticos. Más de mil personas han sido asesinadas.
Washington ha comenzado la construcción de una nueva base militar en Níger, donde cuatro soldados de las fuerzas especiales de Washington fueron asesinados en una misión de reconocimiento militar en 2017.
Beijing desafía a Washington
Los patrones chinos remplazaron a sus contrapartes estadounidenses como los mayores comerciantes en África en 2009. La gran expansión de producción industrial china en los últimos 35 años, ha llevado a los capitalistas chinos a buscar mercados y fuentes de materias primas en el exterior. A medida que han construido fábricas y grandes proyectos de infraestructura en varias naciones africanas, han atraído a más campesinos hacia la clase trabajadora.
Los patrones chinos están construyendo carreteras y hospitales en la República Democrática del Congo a cambio de una participación del 68 por ciento en Sicomines —una vasta mina de cobre y cobalto.
Junto a la línea ferroviaria de fabricación china que conecta Addis Ababa con el puerto del Mar Rojo en Yibuti, miles de etíopes trabajan 13 horas al día en la fábrica de zapatos Huajian, de propiedad china. Trabajadores en esa fábrica, entrevistados por Deutsche Welle, describieron sus bajos salarios e indignidades cotidianas. Abu Ibrahim, un cortador de cuero en la planta, se quejó de que los patrones constantemente regañan a los trabajadores, presionándolos para que trabajen más rápido. Dijo que los patrones despidieron a los trabajadores que intentaron organizar un sindicato en 2015.
Los capitalistas chinos han comenzado a establecer una presencia militar. El año pasado, Beijing inauguró su primera base militar en África, en Yibuti, una localidad estratégicamente localizada. En septiembre, Beijing asignó otros 8 mil efectivos para participar en las operaciones de “mantenimiento de la paz” de Naciones Unidas en Liberia, Sudán, la República del Congo y Mali.