MASAYA, Nicaragua — Miles de personas protestaron el 19 de mayo aquí y por todo el país para exigir la renuncia del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo. En Managua, trabajadores y capas de clase media participaron en protestas pacíficas en rotondas y manejaron en caravanas por la ciudad. Se detuvieron para visitar los recintos universitarios ocupados por estudiantes desde que estallaron las protestas hace un mes para expresarles solidaridad.
Miles de personas se congregaron en León, Matagalpa y Estelí y marcharon por las calles de la ciudad, donde permanecen desde abril las barricadas de adoquines construidas por residentes en barrios obreros para defenderse de los ataques de la policía y de matones progubernamentales. Algunos fueron sitios de fuertes batallas que han dejado más de 70 muertos y cientos de heridos.
Las amplias protestas estallaron el 19 de abril, un día después que matones organizados por la Juventud Sandinista, una organización dirigida por el partido gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), atacaron a jubilados en León que estaban protestando contra las propuestas del gobierno de aumentar las cotizaciones de los trabajadores al fondo de jubilación del país y recortar los beneficios.
Estudiantes universitarios que estaban manifestándose en sus recintos en apoyo de los pensionados fueron atacados por la policía antimotines y fuerzas de choque organizadas por el gobierno. Para defenderse, los estudiantes de las universidades Politécnica, Agraria y de Ingeniería ocuparon los recintos y se atrincheraron en ellos.
Las muertes y heridas de que han sido víctimas los estudiantes —y la negación de Ortega y Murillo de la brutal represión por la policía y matones paramilitares, y su caracterización de los manifestantes como grupos minúsculos de saqueadores, pandillas derechistas y jóvenes manipulados por la oposición— han generado aún más indignación e incitado más protestas. “¡Eran estudiantes, no delincuentes!” es una consigna escuchada en todas las protestas, y vista en camisetas, carteles y pintas en las paredes por todos lados.
“Apoyamos a nuestros ancianos y a nuestros jóvenes”, dijo el vendedor de artesanías Ervin Potosme, de 57 años. Potosme, como muchos de los manifestantes, todavía se considera partidario de los ideales revolucionarios del FSLN, que dirigió la lucha que derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza el 19 de julio de 1979, y que dio inicio a una profunda revolución popular anticapitalista.
El gobierno que llegó al poder sobre la base de esa insurrección masiva movilizó a los trabajadores y campesinos para luchar por una reforma agraria y por los derechos de los trabajadores; para formar sus propias organizaciones; tomar mayor control de las fábricas; y llevó a cabo otras medidas a favor de los trabajadores.
Pero el liderazgo del FSLN fue dominado cada vez más por aquellos, como Ortega, que se alejaron de un curso revolucionario, y rechazaron la idea de seguir el ejemplo de Cuba y su revolución socialista. Esta evolución se aceleró a fines de la década de 1980, marcando el comienzo de la degeneración del FSLN en un partido electoral burgués. Para 1990, la revolución sandinista se había acabado.
Potosme participó en la insurrección que estalló en 1978 en el barrio Monimbó de esta ciudad contra la dictadura de Somoza. Este barrio de clase trabajadora, cuya población es en su mayoría de descendencia indígena, ha servido de inspiración y símbolo de valor y resistencia contra la tiranía para los trabajadores nicaragüenses.
El acto principal en Masaya fue celebrado en La Placita, el parque principal y corazón de Monimbó. Los manifestantes pertenecían a todos los sectores de la sociedad nicaragüense y de una amplia variedad de opiniones, incluyendo a partidarios de partidos de oposición, oponentes del Frente Sandinista, así como trabajadores que participaron en la revolución de los años 80.
Calero y Trowe están en Nicaragua informando para el Militante. Tendremos más cobertura la próxima semana.