NUEVA YORK—Aunque el presidente nicaragüense Daniel Ortega se viste con los símbolos de la Revolución Sandinista de 1979, el gobierno que encabeza es un gobierno capitalista, dijo el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, Róger Calero, a los participantes del Militant Labor Forum el 4 de agosto.
Ortega fue electo presidente en 2006, 16 años después de que el partido gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido de Ortega, perdió las elecciones. Esa derrota electoral registró el hecho de que el FSLN había dejado de ser un partido revolucionario, explicó Calero. Mucho antes de que se celebraran las elecciones, el gobierno encabezado por Ortega y el FSLN ya no era un gobierno de trabajadores y agricultores y el FSLN se había convertido en un partido burgués. Sus políticas hoy son una continuación del curso pro capitalista que adoptó a fines de la década de 1980.
“Desde el 19 de abril de este año, cuando partidarios del FSLN atacaron a ancianos que protestaban contra recortes al seguro social, decenas de miles de personas —en su mayoría trabajadores— han salido a las calles para exigir el fin de la represión gubernamental y la renuncia de Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo”, señaló Calero. Calero y Maggie Trowe, candidatos del PST para gobernador y senadora de Nueva York, respectivamente, realizaron en mayo una visita a Nicaragua de varios días para determinar los hechos.
Los ataques contra manifestantes por parte de la policía y paramilitares han dejado por lo menos 300 muertos, cientos de heridos, cientos más en la cárcel y han provocado más protestas.
Pueblo trabajador toma el poder
El 19 de julio de 1979, los obreros y campesinos en Nicaragua hicieron más que derribar la tiranía brutal y corrupta de Anastasio Somoza. “Se embarcaron en un curso antiimperialista y anticapitalista”, dijo Calero. “Su lucha fue guiada por el programa político y la estrategia trazada por Carlos Fonseca —el dirigente central del FSLN hasta su muerte en 1976— y el núcleo de trabajadores y jóvenes nicaragüenses que fueron inspirados a emular la Revolución Cubana.
“Entendían que todo el aparato burgués y el ejército represivo tenían que ser derrocados y remplazados por un gobierno popular”, dijo Calero. “Y que eso solo era posible a través de movilizaciones de masas en torno a un programa político que impulse los intereses del pueblo trabajador”.
En los primeros años de la revolución, el FSLN y el nuevo gobierno de obreros y campesinos empezaron a implementar ese programa. “Estimularon la formación de sindicatos”, dijo. “Expropiaron tierras, fábricas y otras propiedades pertenecientes a la familia Somoza y sus allegados. Remplazaron al ejército de Somoza con un ejército popular y policía nacidos de las unidades de milicia y guerrilleras que lucharon en la insurrección de 1979.
“Comenzaron una reforma agraria y movilizaron a decenas de miles de trabajadores, campesinos y jóvenes de la ciudad y el campo para llevar a cabo programas sociales que beneficiaban a los sectores más desfavorecidos de la clase trabajadora”, dijo. “Las mujeres en lucha por la igualdad obtuvieron logros. Antes de la revolución, por ejemplo, las mujeres y los menores que trabajaban como trabajadores agrícolas no recibían sus salarios directamente. Lo recibía el jefe de la familia. Las mujeres ganaron el derecho a recibir su pago directamente y a ser incluidas en los títulos de propiedad de tierras distribuidas por la revolución.
“En 1980, el gobierno revolucionario lanzó una campaña de alfabetización inspirada en la de Cuba revolucionaria”, dijo. “Unos 90 mil jóvenes y trabajadores fueron al campo a alfabetizar a los campesinos, forjando un vínculo entre los trabajadores rurales y urbanos. Hasta el día de hoy, es difícil encontrar a alguien que no haya sido transformado por esa experiencia”.
La revolución tuvo un impacto mundial, incluso en Estados Unidos. Señalando a las revoluciones en Nicaragua y en la isla caribeña de Granada a comienzos de 1979, Fidel Castro dijo que junto con Cuba eran “tres gigantes que se levantan para defender su derecho a la independencia, a la soberanía y a la justicia, en las puertas mismas del imperialismo”.
Buró del ‘Militante’ en Managua
A los pocos días de la victoria del 19 de julio, el Partido Socialista de los Trabajadores estableció un buró del Militante en Managua. El partido y la oficina se mantuvieron allí por más de 11 años, informando sobre el ascenso y el declive de la revolución para los trabajadores de todo el mundo.
“El partido ayudó a organizar giras de dirigentes sindicales nicaragüenses y de dirigentes del FSLN para que hablaran en Estados Unidos, así como viajes a Nicaragua para que sindicalistas, pequeños agricultores y jóvenes de Estados Unidos hicieran lo mismo en Nicaragua”, dijo Calero.
Desde el inicio, el gobierno de Estados Unidos financió y entrenó un ejército contrarrevolucionario, que desató una guerra sangrienta contra el gobierno de trabajadores y campesinos.
El FSLN abandona su programa
Pero a mediados de la década de 1980, los dirigentes del FSLN comenzaron a dar la espalda a su trayectoria revolucionaria. “Rechazaron el ejemplo brindado por la Revolución Cubana y su liderazgo de construir un partido comunista arraigado en la clase obrera y un gobierno basado en una alianza con los pequeños agricultores”, dijo Calero.
“En lugar de movilizar a los trabajadores y campesinos para profundizar la lucha contra la explotación capitalista, buscaron alianzas con los capitalistas de Nicaragua”, dijo Calero. En 1989, el presidente Ortega anunció que el gobierno no iba a confiscar “una pulgada más” de tierra de los que llamaron “productores patriotas”, un eufemismo para los terratenientes y capitalistas que quedaban.
Tras su derrota electoral en 1990, los dirigentes del FSLN, antes de entregar el gobierno, se distribuyeron entre ellos granjas estatales, tierras, negocios y hogares. En el proceso muchos pasaron a ser parte de la clase capitalista.
En las siguientes décadas, gran parte de la tierra distribuida a los campesinos durante la revolución ha regresado a manos de los grandes terratenientes capitalistas.
La reconcentración de la tierra ha continuado bajo el gobierno de Ortega. Un dudoso plan para un canal transcontinental a través de Nicaragua, se ha convertido en otra forma de expulsar a más campesinos de la tierra, explicó Calero. Los dirigentes del movimiento campesino en contra de la ley de 2013 que aprobó el canal han sido hostigados y encarcelados a lo largo de los años.
El gobierno actual del FSLN es un gobierno capitalista, “un régimen bonapartista”, dijo Calero. “Pretende gobernar por encima de las clases sociales y servir como árbitro entre los trabajadores y los patrones”, pero en realidad está subordinado a la clase capitalista.
“Las políticas implementadas desde 2006 no han sido un capricho de Ortega y Murillo, su esposa y vicepresidenta”, señaló Calero. “Fueron políticas respaldadas por las principales asociaciones y familias capitalistas” y Washington y los inversionistas capitalistas las consideraron aceptables. Al enfocarse en Ortega y Murillo como el problema, los sectores capitalistas que son parte de la oposición —incluidos los que habían estado en alianza con Ortega y cambiaron de bando al estallar las protestas— intentan ocultar el hecho de que los problemas que enfrenta el pueblo trabajador son producto del capitalismo.
“Hay diferentes fuerzas de clase involucradas: trabajadores y campesinos que luchan por derechos y mejores condiciones, y capitalistas que quieren mantener intacto su sistema de explotación, pero sin el bagaje de Ortega, cuya creciente impopularidad lo ha convertido en una carga para ellos”.
Algunos de la izquierda que defienden al gobierno afirman que Washington está detrás de las protestas. “Si bien no cabe duda que agencias estadounidenses han otorgado fondos a grupos de la oposición”, dijo Calero, “esa no es la razón de las masivas protestas”.
Innumerables programas organizados y financiados por Washington para derrocar la Revolución Cubana desde su triunfo en 1959 han fracasado, dijo Calero, porque los trabajadores y los agricultores tienen confianza en lo que ven como su revolución y liderazgo. “El gobierno del FSLN ha cavado su propia tumba con su política y trayectoria antiobrera”.
Muchos de los manifestantes, dijo Calero, son trabajadores que participaron en la revolución de 1979 y sus hijos e hijas. “Rechazan en lo que se ha convertido el FSLN”, dijo Calero, “pero no han extraído las lecciones de por qué se perdió la revolución”. No hay un partido u organización en Nicaragua hoy que esté luchando por regresar a la trayectoria obrera trazada por Fonseca.
Guerra contrarrevolucionaria
La dirigente del PST Mary-Alice Waters destacó durante el debate que la guerra contrarrevolucionaria respaldada por Washington tuvo un impacto enorme: unos 30 mil muertos en una población de solo 3.5 millones en ese entonces. La guerra se prolongó durante cinco años.
El gobierno cubano hizo todo lo posible para ayudar a las revoluciones nicaragüense y granadina, dijo Waters. En contra del consejo del gobierno cubano, el FSLN instituyó el servicio militar obligatorio en 1983. “Los cubanos explicaron que no se puede ganar una guerra revolucionaria con un ejército de reclutas forzados”, dijo Waters.
Durante su presentación, Calero había notado el impacto que tuvo la decisión del FSLN de no profundizar la reforma agraria. “Los campesinos y los trabajadores rurales estaban siendo alienados por la falta de respuesta a su demanda por tierra”.
“Después de tomar el poder, el liderazgo revolucionario cubano implementó inmediatamente la reforma agraria más radical posible. Definitivamente ‘cruzaron el Rubicón’, ganándose el apoyo del campesinado”, dijo Waters. “El FSLN no hizo eso en Nicaragua”. En 1989, 10 años después de la insurrección, había 60 mil familias campesinas sin tierra, mientras que la mejor tierra se mantuvo en manos de los grandes agricultores y ganaderos capitalistas.
Calero instó a los participantes a leer la revista Nueva Internacional no. 3 sobre “El ascenso y el ocaso de la revolución nicaragüense”, escrita en el fragor de la lucha. Es un buen lugar para obtener una mejor comprensión de la evolución del gobierno encabezado por Ortega y el curso necesario para impulsar los intereses del pueblo trabajador hoy día.
“La crisis económica y social del capitalismo en todo el mundo se está profundizando”, dijo Calero. Los trabajadores y campesinos en Nicaragua serán parte de las luchas a través de las cuales podrán forjar un liderazgo revolucionario en los años venideros.