SYDNEY —“No hay mejor lugar que aquí en Australia y Nueva Zelanda para verificar de que lo que se está desarrollando hoy día, son las mayores rupturas políticas del orden mundial capitalista en la vida de los que estamos sentados en esta sala”, dijo Mary-Alice Waters, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, en eventos del Militant Labor Forum en Auckland, Nueva Zelanda, el 19 de octubre y Sydney, Australia, el 21 de octubre.
“En ninguna parte es más evidente que en la región de Asia y el Pacífico que el orden imperialista establecido por Washington y sus aliados hace 70 años después de la Segunda Guerra Mundial, no solo se está deshilachando en sus bordes”, dijo Waters. “Lo están haciendo pedazos”.
La inmensa red entrelazada de “tratados multilaterales, pactos comerciales, alianzas militares y todas las creaciones supuestamente supranacionales, como la Unión Europea y la Organización Mundial del Comercio, se está desintegrando” como resultado del funcionamiento mismo del capitalismo, señaló.
Waters observó que estamos viendo las consecuencias de la intensificación de la competencia capitalista, a medida que nuevas potencias comienzan a mostrar su fuerza y se agudizan las rivalidades inter-imperialistas. Detrás de todo esto, dijo Waters, está la “caída de la tasa promedio de ganancias durante cuatro décadas” acompañada por las inevitables crisis financieras que son producto de crecientes montañas de capital ficticio basado en la deuda.
“Algunos de los cambios más grandes que se están registrando”, dijo la dirigente del PST, “incluyen el desarrollo del capitalismo en partes de África, Asia y América Latina que estaban, en gran parte, fuera del mercado capitalista mundial al final de la Segunda Guerra Mundial, y el ascenso de potencias capitalistas rivales en el último cuarto de siglo, como Rusia, y especialmente China.
“Lo que se está desmoronando”, dijo, “es la falsa ilusión de los capitalistas liberales de que existe tal cosa como un ‘orden internacional basado en reglas’, que regulará la competencia del capital y garantizará la coexistencia pacífica permanentemente”.
Si bien observó que en otras regiones del mundo también están ocurriendo eventos que rompen el molde, especialmente en el Medio Oriente y el continente europeo, Waters centró sus comentarios en la creciente rivalidad entre Washington y Beijing y el creciente nerviosismo —y divisiones— en los círculos gobernantes australianos y neozelandeses sobre la consecuencia para ellos de esta rivalidad.
‘Entre la espada y la pared’
Estas relaciones más adversas son vistas y descritas aquí con “un grado de perspicacia que surge de una profunda preocupación”, dijo Waters. “Tanto Canberra como Wellington están entre la espada y la pared”. Washington sigue siendo su principal aliado militar estratégico, y la Segunda Guerra Mundial no se ha desvanecido de la memoria. Sin embargo, China es el principal socio comercial de ambos países, y el capital chino tiene un peso creciente en sus economías.
Waters citó al ex primer ministro australiano Kevin Rudd, quien dijo, “La historia marcará este año [2018] como un punto crucial profundo en las relaciones entre las dos grandes potencias del siglo XXI: Estados Unidos y China”.
Rudd estaba comentando sobre un discurso pronunciado el 4 de octubre por el vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, en el Hudson Institute en Washington, en el que enumeró una extensa lista de acusaciones serias de Washington contra Beijing: desde el espionaje industrial hasta las violaciones de los derechos humanos y su expansión militar en el Mar de China Meridional, acusaciones ofrecidas como explicación por la agudización de los conflictos comerciales entre las dos potencias. Si bien el discurso de Pence recibió solo breve atención en la prensa estadounidense, se vio con cierta alarma en el suroeste del Pacífico.
Muchos asociaron el discurso de Pence con comentarios hechos por el presidente Donald Trump. “Cuando llegué, íbamos en una dirección que le permitiría a China ser más grande que nosotros en un período muy corto de tiempo”, dijo Trump en un mitin de su campaña en Charleston, Virginia del Oeste, en agosto. “Eso ya no va a pasar”.
Asunto de seguridad nacional
A pesar de la opinión general de que el conflicto entre Washington y Beijing es principalmente un asunto de desequilibrio comercial, señaló Waters, el problema principal para los gobernantes norteamericanos es, como lo dicen abiertamente, la cuestión de la seguridad nacional. El comercio es el punto fuerte de Washington, y está utilizando el arma de los aranceles en conflictos mucho más grandes sobre “quién controlará la próxima generación de tecnología, incluyendo la inteligencia artificial, el dominio en la producción de semiconductores y las cadenas de suministros vitales para la industria y el ejército estadounidenses”.
La afirmación de Trump de que traerá de regreso las fábricas y producción que capitalistas norteamericanos trasladaron a Asia y otros lugares en busca de mano de obra barata, explicó Waters, “no se trata de una preocupación por los trabajadores que perdieron sus empleos. Se trata por encima de todo de la infraestructura productiva que necesitan los gobernantes imperialistas norteamericanos para mantener su dominio militar. Industrias como la automotriz, el acero, el petróleo, la industria aeroespacial, la construcción de barcos, las telecomunicaciones y la electrónica son vitales para lo que les gusta llamar la “seguridad nacional”.
Recientemente Canberra, siguiendo el ejemplo de Washington, excluyó al gigante chino Huawei de participar en licitaciones para la construcción de la red australiana de telecomunicaciones de quinta generación 5G. La razón fue “preocupaciones sobre la seguridad nacional con respecto a la infraestructura crítica”, dijo Waters. Beijing dejó clara su desaprobación, exigiendo “reglas de juego parejas”.
El tesorero australiano Josh Frydenberg anunció la primera semana de noviembre su intención de detener la oferta de 13 mil millones de dólares de la compañía CKI de Hong Kong para adquirir la empresa de infraestructura australiana APA Group, que controla más de la mitad de los oleoductos y gaseoductos nacionales. Si la compra se hubiera efectuado, habría puesto bajo el control de empresas chinas el 100 por ciento de los activos de transmisión de electricidad y gas de importantes partes del país.
La expansión de las áreas reclamadas por Chinas y de sus fortificaciones militares en el Mar de China Meridional ha reactivado memorias sobre la última guerra mundial en los círculos imperialistas de Estados Unidos y Australia. En 1942, las fuerzas armadas de su rival Japón penetraron aún más al sur, a unas pocas millas de la punta de Australia, en la disputa inter-imperialista por el botín colonial del Pacífico. Todo esto está detrás de la decisión de los gobernantes capitalistas australianos de asegurar su alianza estratégica con Washington a toda costa.
La prensa de Nueva Zelanda se enfocó en otro aspecto de los cambios internacionales que preocupan profundamente a los intereses burgueses de ese país. Waters citó un artículo de Jane Kelsey en el New Zealand Herald que expresa alarma por una disposición en el nuevo tratado entre Estados Unidos, México y Canadá, que según la autora requiere que “cualquier parte que negocie un [llamado] acuerdo de libre comercio con un país sin economía de mercado, es decir, China, debe divulgar ese hecho y el texto de la propuesta, y las otras partes pueden expulsarlo del T-MEC”.
Si esta disposición se repite en otros acuerdos, escribió Kelsey “países se verán obligados a elegir entre China o Estados Unidos”, lo que plantea “un gran desafío para Australia, Nueva Zelanda y muchos otros”.
Waters señaló que fuerzas similares están destruyendo alianzas comerciales capitalistas en otras partes del mundo. Esto es precisamente de lo que se trata la batalla del Brexit.
Crece divisiones de clase en EUA
En cuanto a Estados Unidos, Waters dijo: “Nunca van a entender nada de lo que está sucediendo en la lucha de clases en Estados Unidos a menos que dejen de fijar su vista en Trump”. Eso no es fácil, señaló, dada la histeria de los medios liberales con respecto al presidente. Pero el análisis de Henry Kissinger sobre Trump es más correcto, dijo Waters. “Puede ser que Trump sea una de esas figuras en la historia que aparece de vez en cuando para marcar el final de una era y forzarla a renunciar a sus viejas pretensiones”, dijo Kissinger al Financial Times.
Y las dos frases siguientes, agregó Waters, son igual de importantes. “No significa necesariamente que él esté consciente de ello o que esté considerando alguna gran alternativa”, dijo Kissinger. “Podría ser simplemente un accidente”.
“Y esto es así, porque ni Trump ni ningún otro político capitalista tiene una gran alternativa”, dijo Waters. “¡Para su clase, no hay ninguna!”
La brecha económica, social y política entre la clase trabajadora y las bien remuneradas capas de clase media en Estados Unidos se ha ampliado en los últimos dos años, y eso es lo que reflejan todas las batallas políticas manifestadas. “La verdadera causa de la furia y determinación de los liberales de establecer la ilegitimidad, la inconstitucionalidad, de la presidencia de Trump es su desprecio hacia los trabajadores de todas las razas que votaron por él, cualquiera que fuera la razón”, dijo Waters.
“No creen que tales personas, las cuales la candidata Hillary Clinton llamó una “canasta de deplorables”, deberían poder interferir en lo que consideran las prerrogativas políticas y sociales de las capas sociales privilegiadas por las que hablan”, dijo. “Quieren cambios en la constitución que limiten lo que el columnista del New York Times, Charles Blow, alegaba era un ‘plan de los conservadores para cambiar fundamentalmente la estructura política de Estados Unidos para que consagre y proteja el poder del hombre blanco’”.
Al mismo tiempo, señaló Waters, la batalla sindical más importante en Estados Unidos en décadas recibió poca atención de los principales medios de comunicación capitalistas. “En el estado de Virginia del Oeste, donde Trump ganó el 68 por ciento de los votos en 2016, 35 mil maestros, apoyados por un movimiento social de decenas de miles de personas de las familias, escuelas, sindicatos, iglesias y centros comunitarios, llevaron a cabo una huelga estatal, que inspiró a trabajadores de todo el país”, dijo. “Ocuparon la capital del estado durante nueve días consecutivos hasta que ganaron un aumento salarial del 5 por ciento para todos los empleados estatales.
“Por primera vez en años, esta batalla de clases reveló el poder naciente de la clase trabajadora”, dijo Waters. “Marcó el final de un largo período de inactividad en la lucha de clases. Un registro más de las enormes presiones que se están acumulando por todo el mundo”.
La dirigente del PST concluyó describiendo las recientes ferias de libros desde la de Manila en las Filipinas a la de Erbil en el Kurdistán iraquí y la sed que encontraron en estos eventos para la discusión de perspectivas revolucionarias y por literatura que ofrece las lecciones acumuladas de más de un siglo y medio de luchas de la clase trabajadora.
Waters habló de los pasos que ha tomado el Partido Socialista de los Trabajadores y las Ligas Comunistas en Australia y Nueva Zelanda para responder a estos cambios trascendentales en la política mundial. Estos cambios plantean nuevas oportunidades, así como nuevos y bienvenidos desafíos para la vanguardia del movimiento obrero internacionalmente.