El huracán Dorian ha expuesto las diferencias de clase entre las acaudaladas familias dominantes y el pueblo trabajador de las Bahamas, el desprecio del gobierno por la vida de la mayoría de sus residentes, y los valores de clase de los gobernantes capitalistas estadounidenses que dominan la economía de las islas.
Esto se ve en quiénes fueron los más afectados por la tormenta. En la forma en que miles de trabajadores tuvieron que valerse de sí mismos durante y después del huracán. En las inadecuadas operaciones de búsqueda de muertos, la cual el gobierno admite no terminarán en meses, y en el continuo caos para llevar ayuda a las decenas de miles de personas que la necesitan desesperadamente.
“Todos han sido afectados, los ricos y los pobres, pero para los ricos es menos severo porque viven en mejores construcciones”, dijo Jean Claude Timothy, un electricista de 41 años, a la prensa que visitó el vecindario Mudd en Marsh Harbour en la isla Gran Abaco, el cual quedó destruido en la tormenta. “La gente para quien trabajas por años no te envían un avión privado … no te dan comida alguna, ni pago de vacaciones”.
Abaco y Gran Bahamas, las dos áreas más afectadas, son conocidas por sus áreas turísticas, marinas, condominios de lujo y campos de golf. Los residentes más ricos abandonaron las islas con bastante anticipación.
Pero los que viven en los vecindarios más pobres, incluido los barrios marginales, poblados en su mayoría por inmigrantes haitianos y sus descendientes, quedaron atrapados, refugiándose, en el mejor de los casos, en iglesias y escuelas, muchas de las cuales colapsaron durante la tormenta.
El Washington Post informó el 13 de septiembre que el club de golf Baker’s Bay Golf & Ocean Club en una pequeña isla no lejos de Gran Abaco había contratado a 16 guardias de seguridad privados equipados con helicópteros y rifles de asalto para proteger sus propiedades, incluyendo las casas de los ricos y famosos.
Si bien muchos techos fueron dañados, las casas en Bahía de Baker sobrevivieron a la tormenta, pero no fue así en el barrio pobre de Mudd al otro lado del agua ni en la vecina Pigeon Peas. Las frágiles casas en estas áreas, muchas de las cuales nunca han tenido agua potable o electricidad, fueron arrasadas.
Ansiosos de generar ganancias de nuevo, el presidente ejecutivo de Bahía de Baker, Mike Meldman, dijo al Washington Post que está considerando atracar un “mini-crucero” en la costa para albergar a los trabajadores para que el complejo turístico vuelva a funcionar. Unos 2 mil trabajadores mayoritariamente haitianos viajaban diariamente a la Bahía de Baker en ferry.
Discriminación contra haitianos
El gobierno bahamés ha fomentado durante mucho tiempo la discriminación contra los haitianos para dividir a la clase trabajadora y facilitar la reducción de salarios y de las condiciones de todos los trabajadores.
A los hijos de inmigrantes haitianos nacidos en Bahamas no se les otorga automáticamente la ciudadanía. Miles de haitianos han sido deportados en los últimos años.
El gobierno bahamés había estado amenazando con arrasar las precarias viviendas de Abaco, alegando que son ilegales. El 16 de septiembre, el Ministerio de Vivienda y Medio Ambiente emitió una orden que prohíbe la reconstrucción de estos vecindarios durante por lo menos los próximos seis meses con el pretexto de que interferiría con la limpieza de los escombros.
Para el 17 de septiembre, el gobierno seguía insistiendo que el número de muertos era el mismo de los 51 reportados una semana atrás. Todos saben que la cifra es mucho mayor. Según el gobierno, todavía hay 1 300 personas desaparecidas.
Unas 7 mil personas de Abaco y Gran Bahamas fueron evacuadas a New Providence, la más desarrollada de las islas, alrededor de 2 mil de ellas a refugios. En un refugio en Nassau, Timothy Rolle, uno de los pocos bahameses allí, le dijo al New York Times que los haitianos y bahameses están siendo maltratados. Fue tan enfático que un soldado advirtió a los reporteros que estaban entrevistando a Rolle que estaban “incitando a un motín”.
Todos están preocupados de dónde vivirán cuando salgan de los refugios y de encontrar trabajo. Para aquellos sin documentos oficiales hay una incertidumbre aún mayor.
El ministro de inmigración, Elsworth Johnson, dijo al Times que el gobierno suspendió las redadas de deportación en las áreas dañadas por la tormenta y en los refugios. “Tarde o temprano, la gente saldrá de esos refugios”, amenazó, “y si no están debidamente documentados, aplicaremos la ley”.
Maestros que lo perdieron todo
“Más de 200 de nuestros miembros en Abaco y el doble en Gran Bahamas, perdieron sus casas, su ropa, todo”, dijo Belinda Wilson, presidenta del Sindicato de Maestros de Bahamas, al Militante en una entrevista telefónica desde Nassau el 14 de septiembre.
“Nuestra mayor preocupación es que consigan vivienda y ropa”, dijo, “y necesitan tiempo para sanarse del trauma emocional”.
El imperialismo norteamericano domina abrumadoramente el archipiélago. Muchas de las empresas hoteleras y turísticas, que representan más del 50 por ciento del producto interno bruto del país, pertenecen a empresas de Estados Unidos. Más del 80 por ciento de las importaciones de Bahamas provienen de Estados Unidos.
Y a pesar de algunas medidas contra el “lavado de dinero”, desde el 9/11, Bahamas todavía sirve como refugio para que capitalistas estadounidenses y otros establezcan negocios y eviten pagar impuestos.
Dos semanas después de la tormenta, el gobierno bahamés aún no había podido organizar la llegada y distribución ordenada de la ayuda donada.
Algunos envíos de alimentos se han echado a perder mientras esperan ser distribuidos.
La ayuda del gobierno estadounidense se distribuye con un gotero. Para el 14 de septiembre, se habían aprobado unos míseros 10 millones de dólares.
A muchos bahameses les gustaría ir a Estados Unidos, al menos hasta que se avance más en la restauración de empleos y vivienda. Pero el presidente Donald Trump ha dicho que no extenderá el estatus de protección temporal, que permitiría venir a Estados Unidos y trabajar temporalmente, a ninguno de los residentes del país.
El gobierno revolucionario de Cuba está dando un ejemplo de lo que se necesita hacer para ayudar al pueblo de las Bahamas. Un grupo de 55 voluntarios internacionalistas cubanos, que estaban en Bahamas antes de la tormenta como parte de la Brigada Félix Varela, se han unido a los esfuerzos de recuperación, incluyendo en la ayuda para reparar escuelas dañadas.
Cuba se ha ofrecido a enviar técnicos para ayudar a reconstruir la red eléctrica, voluntarios con motosierras para despejar carreteras, y médicos y enfermeros para brindar atención médica.