Histeria climática es obstáculo a defensa de la tierra y el trabajo

Por Terry Evans
14 de octubre de 2019
Obreros de la construcción en Nueva York condenan muertes y lesiones en el trabajo el 17 de septiembre. Los trabajadores necesitan luchar por el control de la producción para prevenir estas y otras amenazas a la tierra y el trabajo, incluyendo la contaminación del aire, agua y suelo.
Count Me InObreros de la construcción en Nueva York condenan muertes y lesiones en el trabajo el 17 de septiembre. Los trabajadores necesitan luchar por el control de la producción para prevenir estas y otras amenazas a la tierra y el trabajo, incluyendo la contaminación del aire, agua y suelo.

“Si traducimos todo lo que comúnmente se considera como cuestión ambiental en algo que plantee cómo avanzar la protección de la clase trabajadora, y cómo la clase trabajadora puede extender esa protección a todos los demás, entonces difícilmente vamos a errar”, explica el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, Jack Barnes, en el libro El desorden mundial del capitalismo. “Con ese método aumentaremos las posibilidades para una solidaridad concreta en las luchas contra el abuso y los ultrajes ecológicos”.

Para los políticos capitalistas liberales y la izquierda de clase media lo opuesto es lo correcto. Promueven predicciones terribles sobre la inminente destrucción del planeta, y dicen que la crisis es tan grave que desplaza las divisiones de clase. Tratan de impedir que los trabajadores comprendan que el sistema capitalista es la fuente de la destrucción del medio ambiente y que la clase trabajadora es la única fuerza capaz de librar una lucha exitosa para terminar con la contaminación de la tierra y su atmósfera por parte de las clases gobernantes.

Sus puntos de vista recibieron amplia publicidad cuando más de un millón de niños de edad escolar de más de 150 países no asistieron a clases, con el apoyo de sus maestros, padres y gobiernos liberales locales, para expresar su oposición al “cambio climático” el 20 de septiembre.

Las protestas fueron organizadas para presionar a la Cumbre de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Nueva York tres días después, en la que algunos gobiernos hicieron eco de las premoniciones de desastres e hicieron llamamientos vacíos para la reducción de las emisiones de carbono. El evento no tuvo nada que ver con abordar el daño que ha causado al medio ambiente el afán por ganancias de las clases capitalistas y su saqueo de las fuentes de toda la riqueza: la tierra y el trabajo.

Jefes de estado de más de 60 países asistieron a la cumbre para dar publicidad a los pasos que han tomado para implementar los compromisos no vinculantes pregonados en la cumbre de París de 2015. También fue un foro para la competencia por ventajas comerciales entre las potencias rivales.

La adolescente “activista climática” Greta Thunberg, quien está siendo promocionada para recibir el Premio Nobel de la Paz, afirmó que: “Estamos al inicio de una extinción masiva”. Los que no actúen en respuesta a sus profecías, dijo “eran malvados”. Sus comentarios hicieron eco de los que hizo a principios de este año en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, donde dijo: “Quiero que entren en pánico”.

El día de las protestas, el New York Times publicó un extenso artículo de opinión del ex vicepresidente demócrata Al Gore plagado de un catastrofismo similar. Dijo que la raza humana solo podrá “evitar consecuencias verdaderamente catastróficas que terminen con la civilización si actuamos rápidamente”.

¿Deben sacrificarse los trabajadores?

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que solo se le permitiría hablar a los líderes mundiales que presenten nuevas iniciativas de importancia de su gobierno para reducir las emisiones de carbono. Pero ni una sola medida obligatoria fue adoptada en el evento.

Casi todas las propuestas circuladas terminaron en una sola cosa: el pueblo trabajador debe hacer sacrificios para salvar al mundo. Renunciar a tu automóvil, dejar de viajar en avión, que McDonald’s solo sirva alimentos a base vegetal, y otras cosas parecidas.

Guterres exigió que no se construyeran nuevas plantas de carbón en ninguna parte del mundo después del 2020. Otro funcionario de la ONU le dijo a los países de África “que no usen el carbón”.

Las restricciones a los tipos de fuentes energéticas que puedan construir los gobiernos del mundo semicolonial —países cuyo desarrollo fue atrofiado y distorsionado por la explotación colonial— equivalen a exigir que los 840 millones de personas que carecen de la electricidad continúen viviendo sin ella. Cerca de 600 millones de estas viven en zonas rurales de África.

El objetivo de este catastrofismo es el mantenimiento del dominio capitalista, explica Jack Barnes en una declaración del PST publicada en el número 8 de la revista Nueva Internacional bajo el título, “La custodia de la naturaleza también recae en la clase trabajadora”.

Las familias capitalistas intentan disfrazar la verdadera amenaza a la civilización y el medio ambiente, “el modo capitalista de producción, el orden imperialista mundial y la enorme riqueza y poder que los gobernantes exprimen de la naturaleza y de los productores explotados”, dice Barnes.

Su objetivo es infundir miedo y parálisis entre el pueblo trabajador, para justificar sus sacrificios.

Bezos tiene su propia respuesta

Jeff Bezos, el dueño de Amazon, una de las compañías más grandes del mundo, emitió una “promesa climática” el día antes de las protestas. Se jactó de que Amazon tendrá cero emisiones netas de carbono para el 2040. Mientras tanto, Bezos está planeando como escaparse del resto de la raza humana con los pocos que puedan darse el lujo de irse con él. Está invirtiendo en un proyecto para transportar carga y personas a la luna. Afirma que el espacio tendrá que ser colonizado ya que el crecimiento de la población y el consumo de energía en la tierra son “demasiado altos”.

Estas capas ignoran por completo el potencial de los avances científicos. Durante décadas, los promotores de la falacia de la sobrepoblación, que negaban la posibilidad de aumentar la producción de alimentos, la utilizaron para culpar a la mayoría explotada del mundo —quienes según los capitalistas se “procrean demasiado rápido”— por el hambre, la desnutrición, el desempleo y la pobreza causada por el sistema capitalista.

“La ciencia y la tecnología”, dice Barnes en la declaración del PST, “han establecido el conocimiento y los medios necesarios para reducir la carga y los peligros del trabajo, para elevar la calidad de vida y conservar y mejorar el patrimonio de la Tierra”.

“Sin embargo, en el capitalismo”, señala, “este potencial liberador se convierte en lo opuesto”. La contaminación de la atmósfera terrestre por parte de los capitalistas “es parte del precio que los trabajadores y agricultores siguen pagando por el inevitablemente creciente desorden mundial de imperialismo”.

La vía obrera para avanzar

Cuando los candidatos del PST se unen a las líneas de piquete de los trabajadores y a otras protestas, explican que los trabajadores y sus aliados podemos trazar un camino de lucha de clases contra el despojo de la tierra y el trabajo por parte de los gobernantes capitalistas. Instan a los trabajadores a romper con los partidos gemelos del capital, los demócratas y los republicanos, y formar su propio partido que hable y actúe a favor de los intereses de los trabajadores aquí y en el extranjero.

Los trabajadores necesitan organizarse y luchar, construir sindicatos para luchar por el control obrero de la producción en las fábricas, minas y los monopolios energéticos, para proteger a los que trabajan allí y, a la población en general, de los estragos producidos por la competencia del sistema capitalista. Esto incluye la lucha para controlar las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero y otras medidas para evitar la contaminación del aire, el agua y el suelo.

Tal curso apunta en la dirección opuesta a la histeria de clase media y la dependencia de los gobernantes capitalistas y sus instituciones, como la ONU. Impulsa la lucha para poner fin al dominio de la clase capitalista, la fuente de toda la destrucción ambiental.